Las expresiones del ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, vertidas en un tuit desconociendo el rol de la DAIA son graves y temerarias. Como tales, merecen mucho más que la indignación en silencio o la indiferencia que en definitiva termina siendo cómplice.
No debería ser necesario recordarle que en democracia los hombres y mujeres tenemos el derecho de asociarnos y unirnos, creando y desarrollando instituciones y/o grupos de interés que velen por objetivos específicos y colaboren con la sociedad en absoluta libertad, cumpliendo las normas dispuestas por el Estado, pero con total independencia y prescindencia de los gobiernos al momento de tomar sus decisiones. Es así para todos, y lo es para la comunidad judía obviamente.
Nadie y menos un gobierno puede osar deslegitimar o poner en duda sus misiones.
Nosotros, los judíos, a lo largo de nuestra historia, incluso en los momentos más críticos y graves, hacemos culto del debate y la discusión. Nuestros libros sagrados dan fe de ello, nuestros intelectuales, maestros y rabinos no lo han evadido jamás y nuestra dirigencia política a través de los siglos lo ha privilegiado continuamente. Y esto fue y será así porque ello nos asegura la superación constante. Está en nuestro ADN.
Las críticas y cuestionamientos a decisiones o tomas de posición son válidas y respetadas cuando se dan en respeto y en el reconocimiento mutuo por sobre todas las cosas. De otra manera no.
El ministro sobrepasó un límite y eso es inadmisible. No criticó una decisión. Cuestionó la misma existencia de la DAIA, y con ello irrespeta a la comunidad judía que se siente integrada y unida a través de sus instituciones.
No escapa al ministro que la DAIA es la que nuclea a la inmensa mayoría de las instituciones judías del país. Esas instituciones (126 y 25 filiales), que con total autoridad y absoluta independencia partidaria eligen en nombre de sus socios a la conducción de la entidad, son las que están día a día en primera línea dando respuestas a la gente y complementando la labor del Estado.
Son escuelas que dan calidad educativa con enormes porcentajes de becas y asistencia; son instituciones sociodeportivas que brindan contención a adultos, jóvenes y niños y forman para la vida; instituciones que dan asistencia social de excelencia y permanente a miles de personas y no sólo judíos; son templos y centros comunitarios de todas las corrientes religiosas que abrigan, abrazan y colaboran con la educación en valores y el diálogo interreligioso que une y levanta barreras a la discriminación y el odio; son instituciones culturales que promueven artistas y elevan nuestra calidad como sociedad; son centros de investigación y universidades que alientan y promueven científicos que brillan en todo el mundo; son museos que enseñan y perduran la memoria y fortalecen la identidad; son hogares de adultos mayores que albergan y cuidan; son instituciones para personas con discapacidad que integran y potencian a las personas; son partidos políticos sionistas que forman, alientan y fortalecen los lazos con Israel; son asociaciones de periodistas que representan la información sin censura; son organizaciones de servicios que construyen puentes permanentemente con todos los sectores de la sociedad; son entidades que cuidan los cementerios y honran a nuestros muertos; son asociaciones de sobrevivientes de la Shoá que claman justicia y memoria. La lista es infinita y sabe el ministro que es así a lo largo y ancho del país.
Debe saber también que en pocos días hay un acto electoral en la DAIA. Uno más en sus 85 años de vida. Ello es una afirmación contundente sobre la legitimidad de la institución, su representación y la vigencia de su misión.
Cuando me preguntan por qué insisto en defender la democracia es por estas actitudes amenazantes que son dignas de autoritarios.
Cuando me preguntan por qué quiero y defiendo a la DAIA, es por estas situaciones, porque ninguna otra institución tiene la fortaleza, y por sobre todo el mandato, de defender nuestra dignidad como comunidad.
Podemos discutir y disentir sobre las decisiones que se toman, nos es lícito ser críticos sobres sus acciones pero debemos ser claros: La DAIA por derecho propio, es la representación política de la comunidad judía porque las instituciones así lo ratifican.
No se puede desconocer.
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