Educación en pandemia: ¿un año perdido para América Latina?

De acuerdo con datos del Banco de Desarrollo de América Latina, en el punto álgido de la cuarentena, se estima que afectó a más de 160 millones de estudiantes

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Hasta abril de 2021 se contabilizaron 322 días sin clases presenciales en la Argentina (Telam)
Hasta abril de 2021 se contabilizaron 322 días sin clases presenciales en la Argentina (Telam)

Después de más de un año de pandemia, prácticamente todos los indicadores socioeconómicos de América Latina han experimentado algún tipo de retroceso. En el ámbito educativo, mantenerse al día con la nueva dinámica a distancia supuso un gran desafío para padres, profesores, escuelas y sistemas educativos que, en general, no estaban preparados para un cambio tan rápido y radical en la cultura tradicional del aprendizaje, que se basaba principalmente en la enseñanza presencial.

Entre los factores que han cambiado debido a la pandemia, podemos identificar dos que fueron cruciales. En primer lugar, las adaptaciones pedagógicas han demostrado ser fundamentales, ya que los modelos tradicionales de clases presenciales se vieron alterados por el aprendizaje remoto. Independientemente del tipo de canal utilizado (radio, TV, dispositivos móviles, plataformas en línea, etc.), los maestros debieron adaptar sus prácticas y ser creativos para mantener a los alumnos involucrados, ya que cada hogar se convirtió en un aula, la mayoría de las veces, sin un entorno que apoye el aprendizaje.

En segundo lugar, la pandemia modificó profundamente la manera en que los docentes dividen su tiempo entre la enseñanza, la participación de los estudiantes y las tareas administrativas. Además, este nuevo escenario ha puesto en evidencia la necesidad de flexibilidad y más tiempo para las interacciones entre alumnos y profesores.

De hecho, si analizamos lo ocurrido en 2020 a nivel educativo, difícilmente podemos hablar de avances en el aprendizaje. De acuerdo con datos del Banco de Desarrollo de América Latina, en el punto álgido de la cuarentena, se estima que afectó a más de 160 millones de estudiantes.

En México, por ejemplo, cerca de 1.8 millones de niños y jóvenes abandonaron su educación debido a la pandemia o a dificultades económicas (Agencia Nacional de Estadísticas) y en Brasil más de 5 millones de alumnos no tuvieron acceso a la educación en esta pandemia (UNICEF).

En el caso de Argentina, hasta abril de 2021 se contabilizaron 322 días sin clases presenciales desde que comenzaron las restricciones dispuestas por el gobierno y, junto con Salvador, Guatemala y Sudán del Sur, es uno de los países que más semanas ha mantenido sus escuelas cerradas; 54 en total según un relevamiento de la UNESCO.

Tomando el modelo matemático creado por el Banco Mundial, se estima que la pobreza de aprendizaje en Argentina pasó de un 53,9% a un 66,2%, lo que significa que un 22% más de chicos de diez años son incapaces de leer y comprender un texto sencillo. Estas pérdidas no son las mismas para todos los sectores, dado que afectan principalmente a los sectores más vulnerables, lo que continuará ampliando la ya alta brecha de logros educativos socioeconómicos.

La principal causa del retraso de los sistemas educativos de la región durante la pandemia es la brecha digital. A diferencia de los países del norte de Europa, líderes mundiales en calidad educativa, la región no había integrado herramientas digitales en el día a día, ni había docentes capacitados para integrar plataformas en línea en los procesos de enseñanza. Por otra parte, en muchos casos las familias no contaban con dispositivos para asegurar la continuidad de la enseñanza de sus hijos.

Emanuela di Gropello, experta en Educación del Banco Mundial, establece en su artículo “La situación en América latina enfrenta una crisis silenciosa, que con el tiempo se volverá estridente” que la educación está en el centro de los problemas que afectan a América Latina. Esta crisis educativa se agudizó durante la pandemia por COVID-19. A la crisis de la educación la refiere Di Gropello como una “crisis silenciosa”, en contraparte con la crisis de salud, económica y social, mucho más evidente.

Sin embargo, las pérdidas en conocimientos y las crecientes desigualdades en el aprendizaje que se verán en la región, harán que esta crisis silenciosa con el tiempo se haga sentir con fuerza. El término “estridente " que utiliza di Gropello deja ver la gravedad de la situación que transcurre actualmente a bajo ruido en el sistema educativo.

De acuerdo con el Banco Mundial, a nivel regional, menos del 43% de las escuelas primarias y menos del 62% de las escuelas secundarias tienen acceso a Internet con fines educativos. Las políticas en la región deberán centrarse en que todos los niños en edad escolar tengan acceso a escuelas reabiertas, garantizando mejores condiciones para un aprendizaje efectivo combinado entre presencial y a distancia.

A más largo plazo, el objetivo es construir sistemas educativos más inclusivos, eficaces y resilientes. Existen varios ejemplos de programas efectivos que podrían institucionalizarse y replicarse en la región. Como los sistemas de alerta temprana que ayudan a identificar a los alumnos en riesgo de deserción escolar, implementados en Perú, Guatemala y Chile. Asimismo, los sistemas de información y gestión de la educación están dando resultados exitosos en Colombia y Uruguay.

La pandemia y todos estos problemas han demostrado que se necesitan mejoras sustanciales para adaptar los sistemas educativos a las necesidades presentes y futuras.

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