La única salida es hacia afuera

Hoy se hace todo lo contrario, con más control de precios y limitaciones del comercio exterior

Vista de la terminal de contenedores un puerto, en una fotografía de archivo. EFE/Alejandro Ernesto

La Argentina está ‘entrampada’ en la decadencia y la pobreza pues, a pesar del contraste entre nuestra experiencia y la de los países que crecen, sigue aferrada al intento de crecer fortaleciendo el mercado interno a través del proteccionismo industrial y el rol asistencialista del Estado. Esta incultura económica no es patrimonio exclusivo del kirchnerismo, ni siquiera del peronismo. Afecta a una mayoría de la dirigencia y del electorado. Dentro de esta incultura generalizada, la patología kirchnerista es la más grave, pues cree que el encierro económico y el asistencialismo exacerbado debe ejecutarse con controles y discriminaciones de todo tipo, violando principios republicanos básicos.

Esta nota está escrita pensando en las falencias del pensamiento y la acción del actual gobierno, que tiene que decidir cómo salir del pantano y gobernar dos años más. Pero también con la preocupación de que el gobierno que lo suceda en 2023 constituya una vez más un mero cambio en las formas que eluda una decidida apertura al comercio y una limitación drástica del intervencionismo estatal. Nuestro problema no es sólo recuperar una república “light” sino también cambiar el modelo económico que nos trajo a donde estamos.

La patología kirchnerista es la más grave, pues cree que el encierro económico y el asistencialismo exacerbado debe ejecutarse con controles y discriminaciones de todo tipo

Son muchas las dudas sobre lo que hará el gobierno en los próximos dos años, dada su oscuridad conceptual y su poder político debilitado, administrando un Estado quebrado. Es posible que a regañadientes acepte algún fiscal en su negociación con el FMI. Pero no estará en discusión ninguna de las reformas estructurales que son necesarias para revertir la decadencia argentina. Al FMI sólo le interesa que hagamos lugar en nuestras cuentas fiscales para pagar los intereses y devolver sus préstamos. Pero obviamente, devolver dólares cuando no queremos generarlos comerciando con el mundo, será mucho más duro, pues será a costa de debilitar aún más nuestro mercado interno.

Tarea previa

¿Cómo hizo el kirchnerismo en 2006 para pagarle toda la deuda al FMI e independizarse de su continua injerencia? Acumuló previamente reservas internacionales con los superávits fiscales y externos (los famosos superávits gemelos) que se obtuvieron tras la devaluación del 2002. De acuerdo con la “teología” del mercado interno, era esperable que una devaluación y ajuste fiscal semejante a la del 2002/2005 hundiera al país en la recesión y la miseria. ¡Pero ocurrió todo lo contrario! Con un dólar competitivo y superávit fiscal, la economía creció a tasas chinas. El empleo también creció a tasas muy elevadas.

Con un dólar competitivo y superávit fiscal, la economía creció a tasas chinas (EFE)

Y no es cierto que el crecimiento estuvo explicado por la soja, pues su ciclo extraordinario no empezó hasta 2007. También se suponía que con la devaluación del 2002 nos íbamos a la hiperinflación. Pero, ¡oh sorpresa!, con superávit fiscal se alcanzó una inflación de un dígito tan pronto como a fines del 2002. Y todo esto se logró en una situación de falta de confianza extrema, por el default no resuelto y por un conflicto continuo con el FMI.

Bueno, dirían los políticos, “un ajuste como el del 2002, donde la contención de los ingresos de los que viven del Estado fue una pieza clave, es la fórmula perfecta para perder elecciones”. ¿Seguro? La evidencia parece indicar lo contrario: las elecciones de 2005, después de 3 años de superávits gemelos, fueron las únicas de medio termino que ganó el kirchnerismo en todos sus años en el poder.

Cambio de incentivos

La clave para salir de la trampa del estancamiento es cambiar los incentivos para producir más y generar empleo genuino exportando al mundo. El intento de crecer vía mercado interno ya probó, crisis tras crisis y hasta el hartazgo, que es el camino equivocado. La forma de hacerlo es empezando, como en el 2002, con un dólar competitivo y superávit fiscal. Hoy nadie quiere contratar empleados por temor a leyes laborales obsoletas que determinan absurdas indemnizaciones por despido, acoso sindical, sometimiento a la industria del juicio laboral y amenazan finalmente con la quiebra.

La clave para salir de la trampa del estancamiento es cambiar los incentivos para producir más y generar empleo genuino exportando al mundo

Mientras esa legislación no se cambie, las empresas deberían tener incentivos compensatorios para generar empleo en blanco. Pero allí están los desmesurados impuestos al salario para producir el efecto opuesto agravando el costo del empleo formal. Peor aún, los incentivos contrarios al empleo en blanco se acumulan con una protección arancelaria que desgrava la importación de insumos y consecuentemente convierte en negocio minimizar el valor agregado nacional. Paralelamente, la desgravación arancelaria de los bienes de capital importados hace conveniente elegir procesos capital intensivos que evitan aumentar el empleo y así reducen los problemas laborales.

La desgravación arancelaria de los bienes de capital importados hace conveniente elegir procesos capital intensivos (EFE/DPA)

Los incentivos para importar insumos en vez de producirlos localmente; y para importar máquinas en vez de crear empleos, se exacerban con los controles de cambio y el consecuente atraso del tipo de cambio oficial.

El statu quo sólo sirve a los sindicalistas para mantener sus privilegios y a los empresarios de mercado interno para maximizar sus beneficios invirtiendo lo imprescindible pero no empleando. La marginalidad social que hoy existe no surgió por casualidad, sino es producto de la acumulación de los efectos perversos de la legislación laboral y de la protección arancelaria que discrimina en contra de la producción nacional de insumos y a favor de tecnologías de capital que minimizan el caro y conflictivo empleo en blanco.

Además, el sistema laboral-proteccionista discrimina escandalosamente, eliminando el potencial de crecimiento o haciendo desaparecer exportaciones primarias, exportaciones industriales, el turismo, la exportación de servicios tecnológicos y de otros servicios. La mayoría de estas actividades tendrían naturalmente más capacidad de generar empleo en blanco que la industria de mercado interno. Así desaprovechamos nuestras mejores oportunidades comerciales, no crecemos, no generamos empleo genuino y la pobreza se sigue amontonando en villas suburbanas en todo el país. Se entiende, pero es moralmente condenable, que los empresarios ejerzan su máxima influencia para mantener sus protecciones, usando nuestra diplomacia para boicotear los intentos de Brasil, Uruguay y Paraguay para abrir el Mercosur.

Desaprovechamos nuestras mejores oportunidades comerciales, no crecemos, no generamos empleo genuino y la pobreza se sigue amontonando en villas suburbanas

Pero en el caso de los políticos, ¿cómo es posible que sigan pensando que con restablecer la república “light” es suficiente, ignorando la espantosa desigualdad ante la ley y la violación implícita de derechos a comerciar que el proteccionismo y las leyes sindicales significan? ¿Quizás siguen creyendo que este prebendarismo corporativo finalmente produce justicia social? Pero siendo tan evidente, ¿cómo se les puede escapar que todo este sistema “nacional y popular” sólo produce estancamiento, pobreza, marginación social, emigración de los más capaces y fuga de capitales?

Receta dudosa

Tengo serias dudas que Argentina encuentre una salida con el entramado de intereses de empresarios y sindicalistas, con la ignorancia económica de la política y con la miopía del electorado. Lo que sí estoy seguro es que, jugando con una aparente redundancia, la única salida es hacia afuera, esto es, comerciando libremente con el mundo. Más aún, a diferencia de otros respetados economistas, creo que la punta del ovillo para desenredar inicialmente la madeja del estancamiento no es la dolarización ni la eliminación del Banco Central, particularmente si esas medidas congelan salarios en dólares a niveles incompatibles con el crecimiento de la producción y el empleo privado.

La punta del ovillo para desenredar inicialmente la madeja del estancamiento no es la dolarización ni la eliminación del Banco Central, particularmente si esas medidas congelan salarios en dólares a niveles incompatibles con el crecimiento (Reuters)

La punta del ovillo es una unificación cambiaria a un nivel lo suficientemente competitivo como para compensar los retrasos inicialmente inevitables en desarmar las leyes laborales y en bajar el gasto público y la presión tributaria. El dólar competitivo y único sirve para arrancar la recuperación, aumentando exportaciones y sustituyendo importaciones. También es esencial para restaurar el superávit fiscal y bajar la tasa de interés para el sector privado. Para reducir el gasto en planes sociales a medida que crezca el empleo privado.

En definitiva, para disparar el círculo virtuoso del crecimiento que permite bajar el gasto, bajar los impuestos y así sucesivamente generar incentivos renovados para la inversión y el empleo privado orientado a un mercado externo con un potencial prácticamente ilimitado.

Aunque obvio, es necesario destacar que la unificación y devaluación cambiaria con contención del gasto público es sólo el primer paso para arrancar en la dirección correcta.

Será imprescindible a continuación consolidar el proceso de apertura con acuerdos de libre comercio; con una profunda reforma laboral; con una reducción estructural del gasto público; con una reducción de la presión tributaria, empezando por los impuestos más discriminatorios y distorsivos; con una eliminación de la coparticipación federal de impuestos, que sostiene el despilfarro y el clientelismo en los feudos provinciales; y con una reforma educativa en serio, pues para que crezca el empleo privado hace falta también educar y hacer empleable a la marginalidad.

Lo que está al alcance de este gobierno es ejecutar el paso inicial, como el del 2002- 2005, y completar su período presidencial con la economía recuperada. Pero atado como está a su credo populista, difícilmente lo haga, en cuyo caso desempolvaré esta recomendación en 2023 para un próximo gobierno.

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