Deshonrar a los muertos, un código que no se rompe ni en la guerra

La mirada de la periodista y conductora sobre la imagen más triste que se vio el domingo en la Plaza de Mayo. La crítica al kirchnerismo

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Las piedras en la Plaza de Mayo que fueron pisoteadas durante la movilización por el Día de la Lealtad.
Las piedras en la Plaza de Mayo que fueron pisoteadas durante la movilización por el Día de la Lealtad.

El Presidente llamó a marchar pero no fue. Y en la plaza, el kirchnerismo más duro apuntó contra él. El Día de la Lealtad fue un crisol de deslealtades. La imposibilidad de un acto compartido evidencia lo que se quiere disimular. Hoy el peronismo no está unido, sino amontonado.

La unidad de cúpulas que permitió el triunfo ya descolorido del 2019 es sólo un recuerdo que a veces los interpela. No siempre, porque es asombroso el empeño en persistir por terquedad o soberbia con algunos esperpentos. De aquella ingeniería electoral efectiva queda un gobierno parcelado en tajadas de poder y recursos que no se encauzan en un sentido de administración ni en una idea rectora de gobierno. El gobierno de Alberto y Cristina, también en lo funcional, es un gobierno de repartija, no de gestión. Menos de plan. Y también eso, retumbó en los reclamos anómicos de un movimiento que se mira deforme en el espejo. Al rescate de esa esencia que se desdibuja salió primero el Papa, líder espiritual del peronismo, condenando el modelo asistencial y recordando que “lo que da dignidad es el trabajo”. Resulta curioso que el peronismo tenga que salir a recordar eso. La propia CGT volvió a remarcarlo en su documento por el 17 de Octubre y advirtió que “la profundidad de la crisis requiere señales muy claras” al tiempo que reivindicó “las banderas del desarrollo, el trabajo y la producción.”

La cultura planera a la que hoy se oponen con este literal regreso a las fuentes revela una pelea de poder interna con los movimientos sociales que gerencian el control de los pobres. Cuando la CGT reclama la creación de trabajo genuino o la movilidad social también está hablando de su supervivencia y de una puja de poder. Hoy, en el gobierno, influye más Emilio Pérsico que la Central Obrera y La Campora también juega fuerte en el manejo de los fondos asistenciales. No fue magia, fue caja, se podría decir. Los postulados de las rutas del dinero siempre explican muchas cosas.

La grieta interna del peronismo quedó expuesta burda y violentamente en la plaza kirchnerista del domingo 17 de octubre. Amado Boudou, el primer vicepresidente en ir preso por corrupción fue figura central y Hebe de Bonafini no se privó de advertir al presidente que lucharán para que no pague la deuda mientras él, Manzur y Guzmán intentan que en el primer mundo alguien les crea. El veto de Cristina sobrevuela letal. Pero no pueden decir que no avisa. Ayer, por segunda vez en 48 horas, la vicepresidenta volvió a atacar a los medios y dijo que “ponen nerviosos y mal a los argentinos”. Para el que pensaba que los argentinos están mal por la inflación, la inseguridad, o la corrupción, no, se equivocaron: la culpa es de los medios. Los medios son uno de los culpables favoritos para Cristina Kirchner. No hay límites, ni importa la verdad cuando se trata de buscar culpables.

El momento más triste de la marcha por el 17 de Octubre en Plaza de Mayo.

Pero nada, nada refleja más descarnadamente que no hay límites que el ultraje al santuario de las piedras por los muertos del COVID-19. ¿Qué respeta quien no respeta la memoria de los muertos? Aunque el episodio responda a la acción de unas pocas personas, lo inquietante es que nadie en ese momento los desalentó de cometer el sacrilegio de pisar el dolor. Se hizo rapiña con la muerte. Actuaron como buitres. Actuaron como desalmados.

Todos unidos triunfaremos, dice la marcha peronista. La derrota rompió el apotegma litúrgico del peronismo, le quitó sentido a un presente donde acecha la derrota. El movimiento instintivo de despegarse de la derrota fue reprimido por la necesidad y por la carta de Cristina que buscó atenuar el desbande con un gabinete donde todos queden adentro de sus consecuencias. Cuando hay triunfo es de ella. Cuando hay derrota de todos. Y porque la crisis profunda que admite la CGT, no tendrá escapatoria y el peronismo deberá gerenciar la malaria, no podrá pasarla como papa calienta al que venga para mantener ese otro mito que dice que los buenos tiempos son peronistas. Se viene una experiencia inedita que ya tuvo su primera fase pero que intentaron disimular endilgando todos los males al gobierno de Macri o a la pandemia: ¿Cómo será el peronismo gobernando vacas flacas? Hay una pregunta que hicieron hasta en el Fondo Monetario. Si se reitera o empeora la derrota, ¿el gabinete será el fusible para que gobierne La Cámpora o Cristina le dejará el trabajo sucio del ajuste para replegarse con su populismo intacto? Ahí aparece la otra cuestión esencial: la necesidad de blindarse judicialmente le impide a Cristina abrirse y decir yo no fui, fue Alberto. Además eso no sería creíble porque se la pasó demostrando que manda ella. Quizás el próximo señuelo sea proponer un acuerdo a la oposición para que también firme las medidas impopulares que haya que tomar. ¿Quién puede creerle los términos de un acuerdo a una fuerza política cuyos seguidores injurian hasta a los muertos y sus principales líderes no dicen nada al respecto? Deshonraron a los muertos. Ni en la guerra se rompe ese código.

* Editorial de Cristina Pérez en “Confesiones en la noche” (Radio Mitre)

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