El jueves pasado, el presidente Alberto Fernández convocó al peronismo a Plaza de Mayo para celebrar el 17 de octubre. “Que los músicos lleven su música, los poetas sus poemas…”, escribió. El sábado, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner convocó a los jóvenes que la ovacionaban en el cierre del Encuentro Nacional de La Cámpora. “Yo sé que mañana van a estar en la plaza”, dijo, para luego ofrecerles una cátedra sobre lo que ella cree que es el peronismo. El jefe de Gabinete, Juan Manzur, se sumó. Algunas decenas de miles de personas concurrieron a la convocatoria. Sin embargo, ni un Fernández ni la otra Fernández aparecieron en la Plaza de Mayo. Las personas que concurrieron volvieron a sus casas sin escuchar la palabra de ninguno de sus líderes. Es un hecho realmente extrañísimo que permite percibir lo mal que están las cosas dentro del Gobierno: los procesos de toma de decisiones y de cuidado mínimo de los referentes más importantes están fuera de control.
Las cosas fueron aun más delicadas, porque esas ausencias fueron tomadas por otras presencias. La primera oradora fue Hebe Pastor de Bonafini. Para muchas personas, que estaban en la marcha, Bonafini es una referente de la lucha por los derechos humanos. Esa categoría es muy discutida, incluso dentro del resto de los organismos que resistieron a la dictadura. Pero además, Bonafini, durante el gobierno de Cristina, estuvo claramente involucrada en un hecho serio de corrupción que muchas otras personas recuerdan. Es decir: tal vez no sea la mejor figura para mostrar en medio de una campaña electoral si se quiere llegar al público independiente. Bonafini tomó el micrófono y disparó directamente contra el presidente Fernández. “Usted se junta con los ricos, con los de IDEA, y nos quiere hacer pagar un robo” (por la deuda).
El acto había sido convocado por Alberto Fernández pero era en contra suya. ¡Todo eso en medio de un campaña electoral muy relevante!.
Pero las cosas fueron aún peores. Después de Bonafini, tomó el micrófono Amado Boudou, el ex vicepresidente de Cristina Kirchner. Boudou seguramente es admirado por un sector del kirchnerismo militante. Pero, para el resto de la sociedad, fue el primer vicepresidente condenado, en todas las instancias, por un hecho de corrupción. Si alguien quiere capturar votos independientes, tal vez no sea la mejor figura para ubicar en primer plano. Sin embargo, Boudou rápidamente atrajo la atención de las cámaras de TV. Lo aplaudían como si se tratara de un héroe. Él se comportaba como tal: saludaba, levantaba los brazos, se dejaba querer y abrazar.
Mientras tanto, el flamante jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires, Martín Insaurralde, entraba con una columna a la plaza.
— Mauricio Macri la puta que te parió. Mauricio Macri la puta que te parió— coreaba.
Y en otro lugar, un grupo de militantes pisoteaba a las piedras que recordaban a los muertos por Covid. Eran, naturalmente, filmados con celulares.
El 28 de octubre de 1983 se produjo un hecho que quedó impreso en la historia del peronismo. Ese día, al menos un millón de personas había concurrido a la avenida 9 de Julio para apoyar la fórmula peronista que encabezaba Ítalo Luder. En medio del acto, Herminio Iglesias, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, quemó un ataúd con la leyenda “UCR”. Dos días después, Raúl Alfonsín derrotaba al peronismo. “El cajón de Herminio” quedó para siempre como un símbolo de la manera en que alguien puede perjudicarse a sí mismo en una campaña electoral.
El acto de ayer tuvo exactamente ese aroma.
En el relato kirchnerista, “la derecha” ocupa un lugar central. Se trataría de un conglomerado de intereses muy poderosos donde confluyen los medios de comunicación, la justicia, las empresas concentradas, los ricos y, tal vez, el imperialismo norteamericano. Si tal cosa existe, quizás sea inteligente no regalarse de la manera en que el kirchnerismo lo está haciendo, no entregarles tantas imágenes que podrían dañar al Gobierno. ¿Cómo no cuidaron las piedras en homenaje a las víctimas del COVID? En estas condiciones, ya no importa el poder de “la derecha”. Alguien que hace las cosas de esta manera produce su propia derrota.
El acto del 17 de octubre fue primero convocado, luego suspendido, vuelto a convocar, vuelto a suspender y, finalmente, convocado de nuevo. Todo se coronó con los principales líderes ausentes, como nunca, del escenario al que habían llamado a la gente. ¿Por qué se escondieron? ¿Quién decide estas cosas? No se sabe. Todos. Ninguno. ¿Dónde estaba Máximo Kirchner? Nadie sabe. ¿Por qué no estaba Sergio Masa? Vaya uno a saber. ¿Quién decidió la lista de oradores? Es una incógnita. ¿Cómo se entiende lo que están haciendo? No se entiende. Simplemente: no se entiende.
Para Juntos por el Cambio lo de ayer fue un regalo. Uno de tantos: como la renuncia en masa de ministros, o los audios de Fernanda Vallejos o la carta de la Jefa, o cuando toleraron que un dirigente muy importante dijera que ya no le gustaba la “democracia de alternancia”, o cuando designaron en el equipo de Marín Guzmán a alguien que no está para nada de acuerdo con Martín Guzmán, o cuando se realizó en Nueva Chicago un acto que no respetaba el aforo que se le exigía a otros, o como con la frase de la “platita”, o con las amenazas de Aníbal Fernández contra Nik. Cada día hay un regalo nuevo para la “derecha” tan odiada. Es como si nadie mandara, como si nadie pensara, como si las cartas ya estuvieran definitivamente echadas y no hubiera nada que hacer.
Y faltan dos años aún.
Perder una elección no es un hecho tan terrible. Raúl Alfonsín fue derrotado en 1987. Convivió con la hiperinflación, con los saqueos, con rebeliones militares. Sin embargo, en la elección siguiente consiguió para Eduardo Angeloz, un candidato desabrido, cerca del 40 por ciento de los votos. Cristina fue derrotada en las elecciones de medio término del 2009. Lo revirtió en el 2011. Volvió a ser derrotada en 2013. Sin embargo, el candidato que ella apoyó perdió por una uña en 2015. Es difícil de explicar lo que ocurre en base a esta última derrota, por qué no pueden serenarse y pensar. Es algo muy profundo. Parece un gobierno que es derrotado por sí mismo, desde adentro: como si la derrota estuviera en su propia constitución.
En otras palabras: los desafíos que enfrenta serán muy difíciles. Pero si los conduce de esta manera, los transformará en imposibles.
En octubre de 1974, una semana después de regresar al poder, Juan Perón le escribió a Jorge Antonio una carta en la que se arrepentía de haber vuelto de Madrid. “Que bien estábamos en Madrid cuando estábamos tan mal! Es lo que puedo decir desde aquí. Yo tengo la obligación de unir a todos los argentinos. Pero algunos insensatos no lo entienden y las ambiciones y puñeterías de los apresurados me llenan de amargura.”
¿Qué pensará el General, tan invocado en el día de ayer, si viera lo que pasó en el acto menos peronista de todos los 17 de Octubre?
[FOTOS: FRANCO FAFASULI]
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