La comunidad internacional tendrá una nueva cita con la historia. Líderes de más de 200 países se reunirán -entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre- en el Scottish Event Campus de Glasgow, Escocia, en el marco de la Conferencia de la Naciones Unidas por el Cambio Climático (COP26). La pregunta recurrente que se escucha en todo el planeta es por qué Glasgow es la cumbre ambiental más importante desde la realizada en París en 2015. La respuesta es básica: llegó la hora de la verdad. Según el Tratado internacional suscripto en París hace 6 años, los países que firmaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) deben presentar lo que se denomina “Contribución Determinada a Nivel Nacional” (NDC, por sus siglas en inglés). Traducido a un lenguaje llano, cada país deberá explicar cómo harán para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero, para así poder cumplir con el objetivo del Acuerdo de París que es lograr que el calentamiento no sobrepase los 2 °C por encima de los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar aún más el aumento de la temperatura a 1,5 grados centígrados. En verdad, El Acuerdo de París estableció que los planes de reducción de emisiones se debían presentar cada 5 años, pero la pandemia del Covid-19 retrasó un año el “deadline”.
¿Cómo llega el planeta a la cita de Glasgow? En agosto pasado la humanidad ha recibido una alerta roja sobre la responsabilidad que le cabe en el calentamiento global, según el último informe que forma parte de la sexta evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el cual será clave en las discusiones de la próxima Conferencia de las Partes (COP 26), donde habrá que decidir cómo intensificar los esfuerzos ante la imperiosa necesidad de reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Esta reducción tiene que ser continua para evitar superar el grado y medio del incremento de temperatura. Hoy, el planeta ya ha aumentado 1,1ºC medido con respecto al período 1850-1900 y nos quedan sólo 9 años para poder alcanzar este objetivo virtuoso. Aunque ya convivimos con algunas consecuencias todavía estamos a tiempo.
Por eso el éxito de las decisiones que se adopten en Glasgow, va a estar relacionado fundamentalmente con cuatro aspectos:
1) Para poder aplicar plenamente el Acuerdo de París es necesario que los gobiernos concluyan con los temas que han quedado pendientes como el Artículo 6, único sin reglamentar, que regula los mercados de emisiones y que es una de las partes más polémicas de consensuar. También quedaron por definirse cuestiones del marco de transparencia.
2) Que se cumplan las promesas hechas a los países en desarrollo, de parte de los países desarrollados, que son los que han contribuido más a la problemática y, por lo tanto son los que deben movilizar cien mil millones de dólares anuales para financiación climática.
3) Es trascendental que todos los países disminuyan las emisiones y aumenten la ambición climática, especialmente en lo que respecta a la adaptación y al aumento de la resiliencia a los impactos del cambio climático.
4) Y, desde ya, que no se deje de lado ninguna voz. Aunque la pandemia plantea desafíos, esta crisis climática exige una mayor participación ciudadana en la adopción de políticas climáticas. Lograr ser una unidad, con un objetivo común. Glasgow abre una puerta enorme para la cooperación entre la acción de las naciones y las organizaciones de la sociedad civil.
Por otro lado, si las negociaciones fracasan, la temperatura media mundial seguirá aumentando, pudiendo llegar hasta los 3ºC o incluso, en el peor de los escenarios, a los 4ºC, en comparación con la era preindustrial. Bajo este paraguas global, la Argentina llega a esta COP26, buscando una “unidad climática” de América Latina. El reclamo central a los países en desarrollo es, como se mencionó anteriormente, el de solicitar más fondos para adaptarse a los efectos climáticos. Bajo el marco de una “Justicia Social Ambiental” que involucre a la región entera.
Hoy América Latina a nivel global representa el 7% de las emisiones mundiales de los gases efecto invernadero, pero según este último informe del IPCC, que es la voz de los científicos, nuestra región podría resultar una de las más afectadas por el cambio climático. Tan es así, que 2020 fue uno de los tres años más cálidos de toda la historia en América Central y en el Caribe; y en América del Sur fue el segundo más cálido desde que existen mediciones científicas. Los registros no hacen más que certificar lo que vemos y sentimos a diario. Los eventos climáticos cada vez son más extremos.
El año pasado Argentina estuvo prácticamente en llamas, 15 provincias fueron afectadas por los incendios. Y 2021 continúa con la misma tendencia. Es necesario un rápido abandono de los combustibles fósiles -hidrocarburos como el petróleo y el gas, además del carbón- para lograr disminuir en al menos un 45 % las emisiones de gases de efecto invernadero al 2030 y poder llegar a la meta de ser carbono neutrales al 2050, es decir, una tasa de cero emisión.
Prácticamente ningún país de Latinoamérica está en línea con esa meta. El único país que se destaca es Costa Rica, que presentó oficialmente una estrategia de “descarbonización” a largo plazo y que incluye al sector energético. Cuando observamos que China es el mayor emisor con un 25% o que Estados Unidos (el mayor emisor histórico) le sigue con el 16%, las emisiones de Argentina (0.7% a nivel global) parecen “pocas”. Pero si lo vemos a nivel regional, Argentina está tercero en el ranking de países emisores. Esto implica qué, si bien la Argentina está en el puesto 29 a nivel mundial entre los países con más emisiones de gases, a nivel América Latina estamos en un preocupante tercer puesto. Acercamos la lupa y lo medimos “per cápita”, o sea cada vez ir acercándonos más al fondo del problema, ya la emisión es de ocho toneladas de dióxido de carbono, igual a lo que emite un europeo, pero en un territorio mucho más grande que disipa la concentración.
Como participante de las COPs anteriores, siempre recibo una pregunta recurrente: ¿cuál es el problema ambiental más preocupante para la Argentina? Mi respuesta es clara y contundente: el problema ambiental más acuciante, no solo para la Argentina sino para el mundo, es el calentamiento global, porque un ligero incremento en la temperatura puede ser devastador para la producción de cultivos, la salud humana y la productividad laboral, al generar fenómenos meteorológicos ambientales extremos, lo cual agrava y magnifica las desigualdades existentes entre las personas así como entre los países. Afecta a los más vulnerables, quienes no están en condiciones de afrontar los efectos adversos. Por eso Glasgow comenzará a definir cómo será la vida de la humanidad en los próximos treinta años. Ni más ni menos.
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