Los argentinos tienen niveles de ahorros elevados, pero fuera del sistema financiero tradicional. De acuerdo a datos estimados del Banco Central, hay ahorros fuera del sistema por USD 228.256 millones. Miguel Pesce, presidente del BCRA, expresó que “Argentina genera fuerte excedentes económicos: los residentes argentinos son dueños de activos extranjeros por unos USD 400.000 millones”. El economista Nicolás Gadano indicó semanas pasadas que “los argentinos tenemos USD 200 mil millones en billetes, el 10% de los dólares en circulación en el mundo, y el 20% de los que están fuera de los Estados Unidos. Tenemos en promedio USD 4.400 por habitante, frente a USD 3.083 en Estados Unidos. ¡Y dicen que nuestro problema es que nos faltan dólares!”.
Las personas normales ahorran para estar cubiertos ante un eventual problema de salud, para dedicarlo a la educación, para llegar a su última etapa de vida con mayor tranquilidad y calidad, pero también para dedicarlo a la actividad productiva. Los argentinos no vivimos en una economía normal: el sistema financiero confiscó ahorros, pagaron más de una vez con bonos y el sistema productivo no es rentable. Así se elige tener el ahorro fuera del sistema formal y fuera del circuito productivo de la economía.
Para el caso de las empresas, los ahorros permiten realizar reinversión en bienes de capital, incorporar más trabajadoras y adquirir tecnología para producir bienes de calidad en el mercado local e internacional. Generalmente, se privilegia acceder al crédito del sistema financiero tradicional. En Argentina esto no sucede, básicamente, porque hay una economía informal no sujeta de crédito. Hay alta informalidad por qué existe una elevada carga impositiva. El premio de evadir en muchos casos equivale a la subsistencia del propio negocio.
El Estado argentino está dominado por gobiernos que valoran mucho más el gasto que el ahorro
Los Estados ahorran para mejorar la infraestructura (puentes, rutas, aeropuertos) y para dar soporte a la economía productiva y brindar a sus ciudadanos servicios de calidad en educación, salud, agua y para que las personas mayores cuenten con una jubilación digna al tiempo del retiro de su actividad. El Estado argentino está dominado por gobiernos que valoran mucho más el gasto que el ahorro. El déficit que el superávit. El endeudamiento para gasto corriente en lugar de gasto de capital o inversión productiva.
Vivimos en una sociedad en la que sus habitantes ahorran, pero fuera del sistema financiero y no quieren volcarlos al sistema productivo. Donde las empresas ahorran para protegerse de los ciclos fluctuantes de la economía y deben utilizarlos para sostener sus negocios en los tiempos malos (casi permanentes en los últimos años). No ahorran para reinvertir utilidades para mejorar su producción sino en mantener su empresa. El Estado no solo desconoce la palabra ahorro sino que en la carta de CFK valora la expansión del gasto público a pesar que se incremente el déficit, la deuda y también la recaudación impositiva congelando los topes y escalas de todo tipo (lo que motiva la mayor informalidad de las personas y empresas).
En el sistema financiero tradicional se mueven los recursos de las personas que ahorran dentro del sistema hacia aquellos que requieren esos recursos para invertir. En Argentina los ahorros están fuera del sistema por que no se cree en el sistema y los gobiernos siguen incrementando la falta de credibilidad en el mismo. Los hogares no confían en los bancos. Los bancos no confían en los gobiernos. Las empresas no confían en los gobiernos y los bancos. Los gobiernos generan la desconfianza permanente de los hogares, las empresas y los bancos.
Hay alta informalidad por qué existe una elevada carga impositiva. El premio de evadir en muchos casos equivale a la subsistencia del propio negocio
¿Que hacen los gobiernos con los potenciales ahorros? Lo gastan y lo dilapidan. Por ejemplo, poniéndole plata en el bolsillo a la gente sin solucionar los problemas de la macroeconomía para generar las condiciones de empleo y producción futura hacia esas personas. El Gobierno piensa en un horizonte de dos años por cada elección. No apuesta a inversiones a largo plazo que le pueda dejar un rédito a un gobierno futuro de otro signo político. Cuando reciben ingresos imprevistos como este año con el auge del precio de la soja en casi USD 600 lo reparte entre su potencial electorado. Es mejor gastar ahora todo antes que luego lo gaste el que venga.
No solo el gobierno no ahorra; tiene déficit y expande el gasto público sino que gasta de forma ineficiente en subsidios nacionales y programa sociales que han dejado 40,6% de pobreza. Un resultado pésimo de gestiones pésimas. Nadie puede aprobar en las urnas semejante desvarío. Hay mala calidad e ineficiencia del gasto público.
La pregunta del millón sería: ¿se puede sin ahorro interno recurrir al externo? Es lo que ha hecho Argentina en forma recurrente cayendo en crisis de deuda externa. Y como no tiene ahorro interno genera deuda interna que se paga con emisión e inflación. Los argentinos no quieren ahorrar en nuestra moneda porque el círculo vicioso llevará a que esa emisión genere más inflación y pérdida del poder adquisitivo del peso argentino. Es decir, ahorran fuera del sistema, en moneda extranjera y fuera del control impositivo confiscatorio del Estado.
En Argentina los ahorros están fuera del sistema por que no se cree en el sistema y los gobiernos siguen incrementando la falta de credibilidad en el mismo
La política fiscal argentina no conoce la palabra ahorro. Las finanzas públicas tienen una orientación del gasto público dirigido a los gastos corrientes, es decir al consumo y no la inversión pública que es una forma de ahorro. Los organismos internacionales utilizan un término elegante para denominar a la ineficiencia del gasto público: “filtraciones”. Asistencia social, subsidios a la energía, deficiente asignación de recursos en salud y educación son una pérdida de ahorro público.
A su vez, la presión impositiva distorsiona las decisiones de ahorro privado. El Estado recauda menos porque hay elevada evasión y se pierden ingresos potenciales y ahorro público. Cuando se recauda se gasta. Cuando hay un fenómeno extraordinario como la suba del precio de los commodities se gasta. Siempre se gasta.
Ahorrar no implica solo guardar, sino saber cuándo invertir y cuándo gastar. El economista austríaco Friedrich August von Hayek en su trabajo “Camino de servidumbre” expresó que una expansión sin límites del gasto público era incompatible con la libertad y la democracia porque equivalía al dominio de todo el sistema a cargo del Estado. Es lo que vivimos en Argentina, donde el empleo público y la asistencia social superan al empleo privado, generando una situación de cada vez mayor e ineficaz dependencia de la población argentina.
“Vas a tener que meterle a la billetera, Martín. No aflojes, eh. Metele a la billetera porque hay que ganar las elecciones”. Eso le habría dicho Juan Manzur en la primera conversación a solas con Martín Guzmán luego del debut como jefe de Gabinete.
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