La representante de Comercio de los Estados Unidos, Katherine Tai, aprovechó la invitación del CSIS para exponer por primera vez los lineamientos comerciales de la Administración Biden con China. Después de una introducción, donde señaló la importancia del programa “Build Back Better” para impulsar al sector industrial norteamericano y los perjuicios causados por la política de subsidios china -en especial en los sectores del acero, paneles solares y semiconductores-; mostró su predisposición a retomar el diálogo con su contraparte para analizar el programa Fase 1, firmado el 14 de febrero de 2020, y las diferencias entre los dos países.
La representante Tai mencionó como gesto conciliador la disposición para contemplar los pedidos de las empresas de excluir de la lista de productos importados sujetos a tarifas adicionales aquellos que estuvieran afectando la producción. En la misma línea, utilizó la palabra “reacoplamiento” en vez de “desacoplamiento” como un reconocimiento realista a la interrelación entre ambas economías.
La referencia a retomar el diálogo con China, después de nueve meses, pareciera una reacción tardía o dada por supuesto, cuando se trata de un conflicto clave en las relaciones entre ambos países con consecuencias negativas para el intercambio a nivel global. Las referencias a trabajar conjuntamente con los aliados para plantear las diferencias con China tampoco agregaron mucho a las declaraciones generales explicitadas por el Presidente Biden en otras oportunidades. La racionalidad haría suponer que las conversaciones con China debieran haber constituido una de las prioridades para conocer al interlocutor y establecer los límites de la negociación.
El planteo de Tai implica una continuidad con la política de Robert Lighthizer durante la Administración Trump. Los Estados Unidos recurrieron a la Sección 232 de la Ley Extendida de Comercio de 1962 y a la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974 para aplicar tarifas adicionales a las importaciones desde China como represalias por “daños y prácticas desleales”. Sin embargo, el USTR continuó las conversaciones con la displicencia de China, que convergieron en el Acuerdo Fase I y que se hubieran prolongado de no haber sido por la irrupción de la pandemia. Las medidas de los Estados Unidos, invocando razones de seguridad, fueron consideradas ilegales a los Acuerdos del GATT por el panel de la OMC solicitado por China el 15 de setiembre de 2020.
La decisión del USTR de mantener el conflicto sólo en el ámbito bilateral, con total indiferencia sobre la normativa multilateral, constituye una réplica de las políticas de Trump que trabó el funcionamiento de la OMC por considerarla contraria a los intereses de los Estados Unidos. Si bien Tai facilitó la designación de la Directora General Okonjo-Iweala, no ha dado señales de involucrarse en el proceso de reforma para romper el impasse que pudiera generar un marco legal estable para dirimir los conflictos comerciales.
Esta visión introspectiva, o la repetición del slogan de campaña de “una política comercial que sirva a los trabajadores norteamericanos”, no constituyen un buen augurio para el comercio internacional. Mientras China solicitó su incorporación al Acuerdo CPTPP, Tai lo consideró obsoleto, reafirmando su rechazo a involucrarse en cualquier negociación de libre comercio. El peso del sector progresista dentro del Partido Demócrata representa un escollo para cualquier intento de utilizar el comercio como herramienta en las relaciones internacionales, marcando un contraste con la posición de China de ofrecer oportunidades en su mercado para concitar el apoyo de terceros países. El Build Back pareciera igual al “America First” de Trump.
China no pondrá objeciones a reunirse con Tai tantas veces como le sea requerido, pero no será fácil alcanzar acuerdos mientras los Estados Unidos insistan en un cambio substancial en sus políticas de desarrollo industrial. La posición expresada por Katherine Tai, de insistir en el diálogo bilateral sin crear las bases para normalizar la OMC y dotar al comercio internacional de una normativa consensuada, no ayudan a ser optimistas. Quizás la tasa estimada de crecimiento del PBI de los Estados Unidos del 6%, basado sólo en el empuje del consumo interno, explica la política de no-innovar, dejando para mejor oportunidad el escenario internacional.
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