La causa perdida de rescatar al Presidente

¿Y si lo dan vuelta? (II). Ante el eterno retorno del peronismo clásico

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Dar vuelta la elección no es ninguna causa perdida.

La causa perdida consiste en rescatar al presidente.

Armarle actos para que se luzca el 17 de Octubre.

“Es inútil empujar cuando…”

@AsisOberdan

Pasaron los 20 días inútiles de gracia que el portal cediera al nuevo gobierno. O a lo que se entendía como “nuevo gobierno”. Pero se constata, sin dolor, que es, en todo caso, peligrosamente similar al gobierno que se sepultó en septiembre. Consta que la gracia fue un ingenioso desperdicio. Un producto del optimismo. Interpretación para brindar suspenso, o algo de interés, a la declinación del Frente de Todos.

El gobierno de La Doctora (que preside Alberto Fernández, El Poeta Impopular) persiste.

El presidente pugna con énfasis por reconquistar la centralidad prestada.

Después del fracaso y de haberse puesto el país -por boberías- casi de sombrero.

El eterno retorno del peronismo clásico

La intervención del gobernador de Tucumán Juan Manzur, El Menemcito, reproduce el mito del eterno retorno del peronismo clásico. Con los tres pilares característicos que lo fortalecen. Y a La Doctora, acaso por ser hegeliana, le cuesta aceptarlos.

Los gobernadores. Accionistas que se suelen nuclear alrededor de la liga tácita que existe solo cuando debe existir en el imaginario.

Los minigobernadores, llamados intendentes. Los que exploran la jerarquía del plebeyismo territorial en la Provincia Inviable, intervenida por el minigobernador Martín Insaurralde, El Jésico. Es donde La Doctora mantuvo la apuesta creativa más audaz. Modificar el esquema de Nietzsche y desconcertar a los minigobernadores.

Para instalar como gobernador a Axel Kicillof, El Gótico. Poco más alto que un petiso, universitario con prestigio de izquierdista y con un grave defecto. La escandalosa decencia. Demasiado.

El tercer pilar lo componen los dirigentes del “movimiento obrero” (en la concepción marxista). O de la “clase trabajadora”, vertiente peronista. La corporación más abreviada por décadas de crisis.

Aunque La Doctora mantiene la reticencia. Acaso por no haber superado consignas setentistas que aludían a la “burocracia sindical”.

Las tres columnas jónicas del peronismo subvaluado accedían al primer plano de la mano de Manzur. Consecuencia del catastrófico resultado de las PASO.

En simultáneo, el retorno del peronismo clásico signaba el retroceso del Frepasito Tardío, impulsado por La Doctora. El sistema que se arrastra desde la melancólica letanía de “ir por todo”. Con la invención de Unidad Ciudadana.

Noción que le reservaba al peronismo institucional la sutura cruel de la retaguardia. Pero con las PASO el Frepasito Tardío estalló.

Alberto Fernández en Tucumán. Junto
Alberto Fernández en Tucumán. Junto a Aníbal Fernández, RIcardo Quintela y Juan Manzur, a la derecha.

Cambio de aire

La Doctora perdió con la coalición que ella había vencido en 2019. La decisión de nominar al presidente, con la soberbia de un tuit, resultó feliz en el plano electoral. Pero fue desastrosa en materia de gestión. Culpar del fracaso a la peste es una justificación enternecedora. Pero perdió también con la apuesta creativa. El Gótico.

Y perdió con la selección de los muchachos altruistas del buen corazón que conforman La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.

De pronto, el eterno retorno del peronismo clásico permitió identificar la irrupción de un jefe. Valor conceptual en la superstición del peronismo. Poco le costó a Manzur adueñarse de las expectativas y adquirir la centralidad. Bastó con algún anuncio y con la eficacia del despertador.

Mientras componía el funcionamiento de los tres pilares, Manzur cambiaba, al estilo Monzón, el aire tóxico de la derrota. Comprometía, en la cruzada, a la dirigencia reticente con el gobierno que no le pertenecía.

Porque los acaparadores del Frepasito Tardío se habían concentrado en las cajas y se habían quedado con las candidaturas.

Confiaron en misterios de la numerología y se dirigieron al cadalso de las PASO con la displicencia de los danzarines. Cuando tomaron conciencia ya estaban perforados. Les habían picado el boleto. Fue Rodríguez Larreta, Geniol, junto a los desplazados. La señora María Eugenia Vidal, La Chica de Flores de Girondo, y Diego Santilli, El Bermellón.

Se asistía a la recuperación de los que habían fracasado 20 meses atrás. Mauricio, El Ángel Exterminador, la señora Patricia Bullrich, La Yiya, junto con Garavano, Avelluto, Pepín, Dietrich, Dujovne. Volvían como fantasmas transformados en esperanzas. Instrumentos de castigo que hundía al Frente de Todos en la ciénaga.

Mientras tanto, el peronismo clásico se ofrecía para redimirlos. Salvarlos. En nombre de la identidad descuajeringada. Para darles vuelta, como si fuera un guante, la elección. Pero con los frepasistas tardíos atenuados, apartados, simplemente afuera.

Índice de LN+ en sangre

Pero el presidente tenía un índice alto de “LN+” en sangre. Le impedía resignarse a la plática indemne con los jubilados de la Plaza Irlanda que jugaban al dominó. Y tomar nota de sus comentarios.

Grabar un videíto en un barrio de Berazategui o aceptar la conveniencia unánime del silencio.

Entretenerse con las amenas sensateces del Pensador de Cataluña, que le hablaba de “Artivismos”. Ya Pepe Biondi, El Pantalla, se le había extraviado por las rutas catárticas de la Patagonia. Y Santiago, El Nietito, por la persistencia de Wado se había convertido en el Canciller y arrancaba el flamante oficio con suerte. Porque el Canciller Cafiero facturaba en Brasilia lo que debió haber facturado su predecesor Felipe Solá, El Cuadro del Felipismo. Felipe había sido arrojado por la ventanilla hacia el vacío del llano desde la avioneta que utilizaba para una misión oficial.

El Nietito llegaba justo para la fotografía salvadora del Mercosur, por obra del dilatado trabajo diplomático de Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol. Sin Cafiero y sin Biondi, solo quedaba Vitobello, sobreviviente albertista del primer cordón.

Los otros espartacos de la breve rebelión trataban de reubicarse cuando el presidente, inspirado en el poeta Almafuerte, se dijo: “No te des por vencido ni aún vencido”. Y fue por la centralidad.

Los malignos confirman que estaba celoso por el copamiento del amigo Manzur. Impuso una reunión del “consejo de ministros”, pero a una hora razonable. El Pensador de Cataluña debió enterarse por la tele que el presidente que contenía brillaba en la espesura del acto “randazzista” de Nueva Chicago.

Fue organizado por randazzistas (sin Randazzo) que no pudieron movilizar a los espartacos de la breve rebelión. Entonces Nueva Chicago unificó a los dos extremos del mismo error. Máximo Kirchner, En el Nombre del Hijo, y el presidente entusiasmado con plebiscitar la revancha.

En el primer partido de septiembre fue plebiscitado de manera contranatural. Y con profundidad. Para la revancha de noviembre el presidente insiste en plebiscitar su obra y se propone como orador principal, como si tuviera algo digno para decir.

O como si se recordara algo valioso de lo que aún no se hubiera desmentido, por voluntad propia.

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