La persistente inflación en Argentina desde hace décadas ha llevado a que personas que creían en los programas de control y supervisión de precios ya no le tengan la misma confianza ni vean el resultado efectivo de estabilidad de precios prometidos ni en la góndola (hay aumento de precios), ni en sus bolsillos (pérdida de valor constante de sus pesos), ni en la heladera (pérdida de poder adquisitivo del ingreso).
Por su parte, hay diferentes bolsillos y situaciones. Mientras la inflación interanual a agosto de 2021 es del 51,4% y los alimentos y bebidas evolucionan al 53,4%, para el caso del Salario Registrado Privado se ajustó al 51,1% interanual, para el caso de los salarios registrados del sector público, al 47,3%; y los salarios privados no registrados al 37,4% interanual. Es decir, a todos los bolsillos les falta “platita” en términos de la jerga del oficialismo.
Sin embargo, sobran pesos en el mercado y la intención es inundarlo con más pesos que perderán valor dentro de estos bolsillos que seguirán perdiendo poder adquisitivo y pujando hacia el alza con el nivel de precios de los bienes y servicios a futuro cuando esa masa de moneda actúe en la inflación en 2022.
Como los incentivos para la inversión privada en el mercado argentino están ausentes se generan cinco riesgos y situaciones:
1 - Se produce y comercializa menos de todo.
2 - Las líneas de producción actúan casi a contraentrega porque las expectativas hacia la economía futura no son buenas.
3 - Hay perspectiva inflacionaria con mayor emisión monetaria, sin su correspondiente demanda por actividad económica ni reservorio de valor de esos pesos porque los argentinos ahorran en dólares.
4 - La respuesta política normal en los últimos años es intentar controlar precios e intervenir sobre los precios libres para los bienes de consumo básico desincentivando aún más su normal nivel de producción.
La justicia social segmentada se convierte cada vez más rápido en injusticia social general porque el peso argentino es pierde mayor valor y poder adquisitivo en forma cada vez más acelerada
5 - En el contexto de campaña, una carta de Cristina Kirchner pareció querer darle una suerte de golpe de varita mágica a los bolsillos de millones de argentinos. La solución es realizar una política monetaria expansiva mediante el incremento del gasto público para lograr la cura artificial de los bolsillos en el próximo mes y medio. El resultado es que la justicia social segmentada se convierte cada vez más rápido en injusticia social general porque el peso argentino es pierde mayor valor y poder adquisitivo en forma cada vez más acelerada.
La política encaminada para lograr una mejora circunstancial del ingreso de los argentinos con el “plan platita en el bolsillo” por expansión monetaria lleva a la destrucción asegurada de los mismos bolsillos por la causa de intentar revertir la pérdida de valor del peso argentino en las compras de los argentinos. Se imprime más moneda que lo que la economía demanda y la gente desea. Hay mucho de un bien no deseado como el peso argentino. El nivel de precios de los bienes y servicios subirá a una mayor tasa mensual en el futuro que la que veremos hasta noviembre en velocidad crucero del 2,8% promedio para acelerarse estacionalmente en diciembre a un nivel superior al 3,3% o 3,5% y luego en 2022 incrementarse aún más.
Los actuales 18 programas de acuerdos, controles y supervisión de precios en funcionamiento en forma simultánea tampoco tienen el efecto deseado sobre la población. El efecto residual de la emisión monetaria y déficit fiscal, como modo para oxigenar la economía pero asfixiándola aún más y destruyendo el salario e ingreso real de los argentinos, actúan sobre la formación cultural y experiencia de la propia población que ya no cree en estas medidas. Son políticas que se implementan desde 2011 y que generaron una inflación acumulada del 2208 por ciento.
Los actuales 18 programas de acuerdos, controles y supervisión de precios en funcionamiento en forma simultánea tampoco tienen el efecto deseado sobre la población
La evolución de precios equivalentes con todos los programas de control, supervisión y fiscalización de precios entre 2011 y 2021, es decir durante 10 años, dibujan una curva ascendente. Durante ese período el poner “platita” en un gasto público –que está por encima del nivel de ingresos públicos– generó un déficit fiscal crónico, financiado con emisión monetaria, deuda externa y pérdida sostenida del peso. Resultado: bolsillos destruidos con mucha “platita” con cada vez vale menos y una pobreza del 40,6 por ciento.
El cambio cultural en la interpretación de la población respecto de las intervenciones y regulaciones en el mercado por parte del Estado son elocuentes. De acuerdo a un trabajo de OH Panel, no son los formadores de precios ni los productores ganaderos que quieren ganar más el verdadero motivo de la evolución del precio de la carne. Para el 65% del panel encuestado en consulta multivariable la principal causa es la inflación.
Por su parte, para el mismo panel encuestado el 63% considera que el cierre de las exportaciones no reducirá el precio de la carne. De 2011 a 2021 los controles y acuerdos de precios no generaron disminución de la inflación, pero aún en el caso de la carne nos tenemos que retrotraer a 2007 cuando se implementaron restricción a las exportaciones, se generó reducción del stock ganadero y evolución del precio de la carne por encima de la inflación promedio en los 5 años siguientes.
Karl Otto Pöhl, ex presidente del Bundesbank entre 1980 y 1991, expresó oportunamente: “La inflación es como la pasta de dientes; una vez fuera del tubo, es muy difícil devolverla adentro”. Argentina cada vez tiene más pasta de dientes fuera del tubo.
Cierro con una frase muy oportuna del escritor y periodista estadounidense Ernest Hemingway: “La primera panacea para una nación mal administrada es la inflación de la moneda; la segunda es la guerra. Ambas traen una prosperidad temporal; ambas provocan una ruina permanente. Pero una y otra son el refugio de los oportunistas políticos y económicos”.
“Platita en el bolsillo” es un oportunismo político más y sin resolución consistente para un futuro sostenible y confiable hacia el bolsillo y economía de los argentinos.