Argentina es un lugar increíble. Hace apenas unos días conocíamos el escalofriante (pero para nada sorprendente) índice de pobreza. Más chicos pobres que no pobres, 18,8 millones de argentinos debajo de la línea de pobreza, unos 5 millones de indigentes que no logran comer todos los días y un conurbano bonaerense que de a poco se está transformando en una gran villa miseria. Sin embargo y contra todo pronóstico, lejos estuvo la agenda de la semana de enfocarse en temas como la creación de empleo o el incentivo a las inversiones, ambos pilares fundamentales para dar una batalla digna contra la pobreza.
Sin embargo el Gobierno ha elegido algunos caminos alternativos. En primer lugar, dio una pelea sin sentido por su “Ley de Etiquetado Frontal”, un proyecto que pretende que todos conozcamos lo que comemos y sus posibles consecuencias. Otro intento de promover políticas suecas en un país que logra transformar la dignidad en miseria.
Este es un Gobierno que lo que no sabe manejar lo prohíbe, lo regula o lo castiga
Otra de las batallas que está librando el Gobierno es contra el dólar (o en tal caso, contra la realidad). Este es un Gobierno que lo que no sabe manejar lo prohíbe, lo regula o lo castiga. Creen firmemente que el problema es el dólar sin terminar de comprender que el verdadero problema es el peso. Ese peso que se han esmerado en crear ya que hasta aquí desde que asumió Alberto Fernández como Presidente de la Nación han emitido a razón de 72.000 pesos por segundo. Incluso hace algún tiempo se burlaban de muchos jactándose que la emisión no generaba inflación, y aquí estamos: acercándonos a un 50% de inflación anual.
Más cepo, más controles y más complicaciones solo generan escases y precios cada vez más altos. En el caso del aumento en las restricciones a las operaciones en moneda extranjera, además genera una presión en los precios en un momento que es absolutamente innecesario. Controles éstos que además han llevado a escasez de productos que van desde insumos industriales, repuestos de maquinarias, neumáticos para automotores y hasta han generado escases en pelotitas de tenis. Las nuevas restricciones no solo afectan a la adquisición del billete verde para escapar del infierno argentino o para atesorarlos debajo del colchón, sino que incluyen limitaciones a las exportaciones: parece que no se comprende que el 80% de las importaciones corresponden a insumos necesarios para producir, para que la industria funcione y para que el país tenga alguna chance de crecer.
Alberto Fernández como Presidente de la Nación han emitido a razón de 72.000 pesos por segundo
Mientras tanto uno hubiese pretendido que el Ministro de Economía (Martín Guzmán) anuncie medidas, señalice el camino o simplemente intente calmar las apocalípticas expectativas que reinan en la República Argentina. Sin embargo parece que no estuvo en el cargo por estos días y se ha dedicado a su reciente nuevo amor: la militancia kirchnerista. Le echó la culpa de todo a Macri y a la derecha, esa derecha que según él cercena derechos y empobrece. Parece que no se enteró el Ministro que durante su gestión la cantidad de pobres aumentó en 2,6 millones y los indigentes lo hicieron en 1,3 millones. Parece que no se enteró ni del vacunatorio VIP, ni del año que nos tuvieron encerrados, ni de las pymes que fundieron ni de los empleos que destruyeron. No se enteró que el Presidente incitó a la gente a “tomar tierras improductivas” ni tampoco que la mayoría de los chicos son pobres en la Argentina.
Como si este cúmulo de delirios no fuera suficiente, el que verdaderamente dio la nota fue el Gobernador de la provincia de Chaco (Jorge Capitanich). No hizo anuncios para atraer inversiones, para generar empleo privado o para proponer una provincia del futuro: se limitó a inaugurar una canilla de la que aparentemente, no sale agua por no estar las obras terminadas. Aunque no terminó allí: lloró de la emoción al anunciar la canilla. Sin ninguna vergüenza ni complejo.
Aún hay más: el Presidente, cuaderno en mano visitó vecinos en la localidad de Ensenada preguntando si podía ayudar en algo. La respuesta es obvia: en todo Presidente, el país se cae a pedazos.
La quimera populista está llegando a su fin: la Argentina no da mas.