La remera del Verano: ¡Ah, pero Chacho!

Para muchos sectores de la sociedad, Chacho Álvarez fue una esperanza perdida que, con el correr del tiempo, se transformó en un consuelo nostálgico de pocos

¿Analizar hoy la trayectoria política de Carlos Chacho Álvarez puede ayudar a entender el perfil de un liderazgo emergente hacia las presidenciales del 2023? O tal vez, la inquietud debiera formularse de esta manera: ¿Aún existe margen para que, cualquiera sea el resultado electoral del 14 de noviembre, el peronismo pueda presentar un candidato autónomo en el 2023? La tercera es la vencida: ¿Es posible que desde enero del año próximo una eventual coalición política con posibilidades ciertas de triunfo en 2023 lleve como candidato presidencial a un dirigente que no haya militado en el peronismo desde las últimas tres décadas?

A partir de la restauración democrática de 1983 el devenir político del licenciado en Historia Carlos Chacho Álvarez está signado por una cartografía palermitana que no supera las quince cuadras porteñas. Se inicia en el kiosco que administraba en las cercanías de las avenidas Coronel Díaz y Las Heras, y llega hasta su bunker noventista, el bar Varela Varelita, en Scalabrini Ortiz y Paraguay. Después de todo, el gran filósofo Inmanuel Kant escribió su vasta obra sin salir de la pequeña ciudad prusiana de Königsberg.

Cinco meses antes de las elecciones presidenciales de octubre de 1983, Chacho saca a la calle el primer número de la revista Unidos con la colaboración de su íntimo amigo el sociólogo Norberto Ivancich, que años después ocuparía una subsecretaría durante la gestión presidencial de Néstor Kirchner. En palabras de Chacho la publicación era el resultado del encuentro de un conjunto de militantes peronistas, y “el vehículo de la diversidad de matices que conforman un mismo sistema de pensamiento”.

Desde principios de los setenta, Álvarez ya contaba con una larga militancia política dentro del sector más progresista del peronismo. Nunca comulgó con los sectores violentos del universo justicialista, manteniendo una gran distancia de la doctrina y la práctica que ejercieron las organizaciones armadas terroristas, las que, a su entender, se “habían alejado del ideario justicialista”. En octubre de 1983 apoyó la fórmula integrada por Italo Luder y Deolindo Bittel, de quien era asesor personal.

Con el arranque de la primavera alfonsinista llegaron las autocríticas y los debates internos que clamaban por un reordenamiento democrático antiverticalista en el seno del Partido Justicialista. Durante el año 1985 se habían producido dos hechos que marcarían a fuego la gestión de Alfonsín. Por un lado, se desarrolló el juicio y la condena a las máximas autoridades de las juntas militares que gobernaron entre 1976 y 1983. Y en materia económica se lanzó el Plan Austral que permitió lograr un descenso en el índice inflacionario. Ambos sucesos, sumados a un peronismo dividido, determinaron el amplio triunfo del radicalismo en las elecciones parlamentarias de 1985. Para algunos asomaba un nuevo movimiento histórico. En dos años no sería más que otro wishful thinking criollo malogrado.

Pero hubo un hecho político posterior a los comicios de octubre que interpeló fuertemente a la dirigencia peronista en general, y a Chacho en particular. Fue el discurso pronunciado por Raúl Alfonsín en Parque Norte el 1° de diciembre de ese año. Apelando a una pedagogía basada en la persuasión política tendiente a aceitar las prácticas de la democracia participativa a partir de una declamada ética de la responsabilidad republicana, el caudillo de Chascomús planteó la urgente necesidad de modernizar la gestión estatal tendiente a lograr una productividad que sirviera de despegue para obtener un desarrollo económico y social. De concretarse se abrían las puertas del triunfo para las elecciones legislativas de 1987.

Así lo expresó el líder de la Unión Cívica Radical: “En el caso de nuestra economía, esta rigidez es también un elocuente testimonio de nuestros fracasos. ¿Cuántos recursos se despilfarran por carencia de una mayor flexibilización de las normas de trabajo, de producción y de gestión? Y esta rigidez paralizante abarca tanto al sector público como al privado. Porque la sociedad es una y sus vicios de crecimiento han empapado a todos los sectores”. El rol del Estado era el núcleo de la agenda de esos momentos, y la opción de un pragmatismo desideologizado comenzaba a alumbrar en la mente de varios políticos y empresarios. Solo faltaba la aprobación de los principales líderes sindicales. Pero esa sería otra batalla política aparte.

Veinte días después del discurso de Parque Norte, los principales líderes del Justicialismo (Carlos Menem, José Manuel De la Sota, Carlos Grosso, José Luis Manzano, Juan Carlos Dante Gullo, Esteban Righi, José Octavio Bordón, Carlos Ruckauf y Julio Bárbaro, entre otros) difunden públicamente el documento fundacional de la llamada corriente de la Renovación Peronista. El modelo socialdemócrata europeo encarnado por Felipe González y Francois Mitterand parecía seducir en forma transversal a varios dirigentes de la UCR y del PJ.

El texto era en la práctica la plataforma de lanzamiento para la campaña electoral de 1987 y, desde la revista Unidos, Chacho buscó afianzar una nueva y aggiornada identidad de la doctrina justicialista que le permitiera al peronismo llegar a la presidencia de la Nación en 1989 por cuarta vez tras la humillante derrota de 1983.

Los hechos políticos ocurridos en nuestro país a lo largo de 1987 llenarían centenares de páginas en los manuales de historia. En febrero comenzó a regir la Ley de Punto Final (sancionada en diciembre de 1986 y derogada en 2003) que ponía un límite temporal para el desarrollo de los juicios contras los militares del llamado Proceso de Reorganización Nacional que habían sido denunciados por violaciones a los derechos humanos. A principios de abril el Papa Juan Pablo II comenzó una visita al país de seis días de duración. Pregunta para los historiadores: ¿Habló el presidente Alfonsín sobre los juicios a los militares con Carol Wojtyla?

Durante la Semana Santa se produjo el levantamiento castrense protagonizado por el llamado sector de los Carapintadas, liderado por el entonces teniente coronel Aldo Rico. Su objetivo era archivar definitivamente los procesos contra los integrantes de las fuerzas armadas que todavía continuaban siendo juzgados por la justicia civil, aún después de las condenas de los excomandantes de las juntas militares ocurridas en 1985. El peronismo brindó un fuerte respaldo al presidente Alfonsín frente a la asonada de Campo de Mayo. Pero, no obstante, el líder radical promulgó un mes después de la rebelión carapintada la llamada Ley de Obediencia Debida. Los cerebros del discurso de Parque Norte, con el jurista Carlos Nino a la cabeza, comenzaron a hacer públicas sus críticas al líder radical. Las normas serían anuladas en los primeros meses de la presidencia de Néstor Kirchner en 2003.

En el mes de mayo aparece el primer número del diario Página/12, dirigido por el periodista Jorge Lanata hasta su venta en el año 1994. Mario Wainfeld, columnista del matutino, había sucedido a Álvarez en la dirección periodística de Unidos. Un mes más tarde es profanada la tumba del ex presidente Juan Domingo Perón y se le amputan ambas manos. El hecho nunca sería esclarecido por la justicia. Dos días antes había sido promulgada la Ley de Divorcio Vincular, cuya sanción produjo una fuerte tensión entre el gobierno radical y la cúpula de la Iglesia. El Papa durante su visita del mes de abril ya se había pronunciado en contra de esa norma, como así también frente a una eventual ley que despenalizara el aborto.

En este contexto se produce el amplio triunfo justicialista en las parlamentarias de septiembre de 1987, sumado al de Antonio Cafiero sobre el radical Juan Manuel Casella en los comicios por la gobernación de la provincia de Buenos Aires. En julio de 1988 el peronismo elegiría por primera vez su fórmula presidencial en una elección interna. Cafiero logró encolumnar a la mayoría de los dirigentes justicialistas en su lista y llevó al cordobés José Manuel De la Sota como compañero de fórmula. Por su parte, el entonces gobernador de La Rioja, Carlos Menem, eligió al dirigente de Lomas de Zamora Eduardo Duhalde como precandidato a la vicepresidencia de la Nación.

Con una cifra cercana a los 4 millones de afiliados, y en una elección donde no hubo ninguna denuncia por irregularidades, votaron alrededor de 1.650.000 afiliados, Menem obtuvo el 53,45 por ciento de los votos, mientras que Cafiero, que por entonces presidía el partido a nivel nacional, obtuvo el 45,85 por ciento de los sufragios. De nada le sirvió a Cafiero el control del aparato y el triunfo amplio en las elecciones de 1987 que le dieron al justicialismo el control de 17 provincias.

En esos días de julio de 1988, al tiempo que comenzaba la campaña electoral en los Estados Unidos que terminaría con la victoria del republicano George W. Bush, en forma subterránea se producían los primeros temblores en los países del bloque soviético El derrumbe final ocurrió en Alemania en la primera quincena de noviembre de 1989. La perestroika de la mano de Mijail Gorbachov llegaba a su máximo esplendor global de la mano del Consenso de Washington.

A pesar del cambio de aire geopolítico, el gobierno de Ronald Reagan mostraba su preocupación por la vertiente populista que encarnaba el triunfante gobernador de La Rioja. “A pesar de algunas opiniones en contrario, creemos que Menem alberga fuertes sentimientos antinorteamericanos y que su campaña incluirá ataques a los intereses y políticas norteamericanas. Esto se demostró recientemente cuando acusó a los EE.UU. de ser responsable de generar hostilidades en el Golfo Pérsico”. Al poco tiempo quedó claro que los analistas de Langley, Virginia, poseían bad information sobre el exótico peronista de largas patillas que ya conversaba sobre el futuro de la gestión económica con los máximos ejecutivos de las multinacionales argentinas.

Carlos Menem triunfaría cómodamente en las elecciones de mayo 1989 con el 48 por ciento de los votos sobre el 37 por ciento obtenido por su rival, el radical cordobés Eduardo Angeloz, muy distanciado del alfonsinismo durante toda la campaña proselitista. Los comicios se realizaron en medio de un grave contexto socioeconómico, a partir de una brutal hiperinflación que arrasaba con el salario de los trabajadores y de los haberes de los jubilados.

A las pocas semanas de haber asumido el poder, Menem comenzó su giro copernicano en materia económica y en el posicionamiento de la Argentina ante el mundo. Pero una medida decidida por el mandatario peronista en soledad absoluta fue la que llevó a Chacho Álvarez a alejarse del partido gobernante. El 7 de octubre de 1989 el líder riojano firmó cuatro decretos que otorgaban el indulto presidencial a 220 militares y 70 civiles, entre ellos el general Leopoldo Galtieri, el almirante Jorge Isaac Anaya y el brigadier Basilio Lami Dozo, integrantes de la junta militar durante la Guerra de Malvinas, y que recibieron una condena por el rol que cumplieron durante el conflicto con Gran Bretaña entre abril y junio de 1982.

El 30 de diciembre de 1990, Menem dictó otros seis decretos a partir de los cuales recuperaron la libertad Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Orlando Ramón Agosti, Roberto Viola y Armando Lambruschini, ex integrantes de las juntas militares que habían recibido duras condenas por violaciones a los derechos humanos en el juicio de 1985 llevado adelante por la Cámara Federal.

También fueron incluidos en la resolución del Poder Ejecutivo el líder montonero Mario Eduardo Firmenich, condenado por el secuestro del ex dictador Pedro Eugenio Aramburu; el general Ramón Camps, sentenciado por violaciones a los derechos humanos; y el ex ministro de Economía de Videla, José Alfredo Martínez de Hoz.

Alejado del menemismo, a partir de enero de 1990, Chacho Álvarez junto a Germán Abdala, Darío Alessandro, Juan Pablo Cafiero, Luis Brunati, Franco Caviglia, Moisés Fontela y José Ramos, conforman el llamado Grupo de los 8 en la Cámara de Diputados. Desde sus bancas ejercen una fuerte acción opositora contra la política económica del gobierno.

Nace el Frente Grande, germen del FrePaSo

En 1991 Chacho Álvarez funda el Frente Grande junto a otras corrientes políticas de centro izquierda que acercaron a dirigentes de gran protagonismo como Pino Solanas, Aníbal Ibarra y Graciela Fernández Meijide. En 1993 Chacho es elegido diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires, y un año después obtiene el primer lugar en las elecciones para convencionales constituyentes que reformarían la Carta Magna que le permitió la reelección presidencial a Carlos Menem en 1995.

Con una firme oposición al Pacto de Olivos que habían llevado adelante Carlos Menem y Raúl Alfonsín, Chacho se une al ex gobernador de Mendoza José Octavio Bordón y lanzan el Frente País Solidario (FrePaSo), sumando a varias fuerzas de centroizquierda como el Partido Intransigente y el Partido Socialista. En las elecciones de octubre de 1995 el FrePaSo con la fórmula Bordón-Álvarez logra casi el 30 por ciento de los votos, desplazando del segundo lugar a la dupla radical integrada por el ex gobernador de Río Negro, Horacio Massaccesi, y el diputado nacional por Córdoba, Antonio Hernández, que apenas lograron obtener el 17 por ciento de los votos.

Tras la renuncia del ministro de Economía Domingo Cavallo en julio de 1996, se aceleró el diálogo político entre el sector del radicalismo que respondía al flamante jefe de Gobierno porteño, Fernando De la Rúa y los principales dirigentes del FrePaSo. Poco tiempo después el propio Raúl Alfonsín y Rodolfo Terragno apoyarían el diálogo entre ambas fuerzas políticas.

Desde la Cámara de Diputados, Graciela Fernández Meijide logró sumar a numerosos dirigentes sociales, y con la estructura territorial del radicalismo junto a la ascendente figura de Chacho que contaba con un fuerte respaldo mediático, en agosto de 1997 se conformó la llamada Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación.

En las elecciones de octubre de 1997 la Alianza obtuvo 19 de las 35 bancas en juego y el Frente Justicialista solo 16. Chacho arrasó en la Capital Federal junto a Rodolfo Terragno, y Graciela Fernández Meijide derrotó a Chiche Duhalde en la disputa por la banca a senador bonaerense. Como sucediera con la derrota del alfonsinismo en las parlamentarias de 1987, sumado al triunfo de Antonio Cafiero para la gobernación bonaerense, la amplia victoria del FrePaSo en 1997 marcó el principio del fin del menemismo.

Pero este abrupto cambio en el escenario político no tuvo su correlato en el ámbito económico. Ninguno de los líderes emergentes solicitó el fin del régimen de la convertibilidad, vigente desde abril de 1991, y cuyo mayor logro fue domesticar la inflación que había aniquilado el gobierno de Raúl Alfonsín en 1989.

En noviembre de 1998 se realizó la elección interna para integrar la fórmula presidencial del año siguiente. Fernando De la Rúa se impuso cómodamente a Graciela Fernández Meijide. Al poco tiempo los líderes de la Alianza decidieron que Chacho Álvarez sería el candidato a la vicepresidencia de la Nación, en tanto que Fernández Meijide competiría por la gobernación de Buenos Aires. Esta jugada dejó a muchos heridos en el interior de la Alianza. ¿Recuerdos del futuro?

De la Rúa al gobierno, Chacho al poder (sólo por 8 meses)

Finalmente, en las elecciones presidenciales de 1999, la Alianza obtuvo más de 9 millones de votos (48,50 por ciento), en tanto que la fórmula justicialista integrada por Eduardo Duhalde y Ramón Ortega logró algo más de 7 millones de sufragios (38 por ciento). El tercer lugar fue para Domingo Cavallo con el 10 por ciento de los votos.

El 6 de agosto del año 2000 Chacho Álvarez renunció a la vicepresidencia de la Nación en medio del escándalo por el supuesto pago de sobornos a varios senadores, el cual se habría realizado en el marco de la aprobación de la reforma laboral durante el mes de abril de ese mismo año.

Sé que el cargo de vicepresidente no permite mayores desacuerdos sobre un tema tan sensible como los sobornos a los senadores”, afirmó Álvarez. Y agregó que “los senadores no están enfrentados conmigo; están enfrentados con la gente”. Era evidente que la dirigencia política argentina no estaba preparada aún para llevar adelante un gobierno de coalición con apoyo parlamentario, tal como lo había imaginado Raúl Alfonsín cuando propuso la figura del jefe de gabinete de ministros en la reforma constitucional de 1994.

Chacho Álvarez continuó apoyando el desempeño de los funcionarios nacionales del Poder Ejecutivo pertenecientes al FrePaSo a pesar del cimbronazo político que produjo su renuncia. Y a mediados de marzo de 2001, tras la salida de Ricardo López Murphy del ministerio de Economía, Chacho llegó a proponer la designación de Domingo Cavallo como jefe de gabinete de ministros. Y Cavallo le devolvió la gentileza proponiéndolo como ministro de Educación. De la Rúa ya no lo quería adentro de su gabinete.

Pero durante la segunda mitad del año 2001, ni el ímpetu y las vinculaciones internacionales de uno, ni la probada visión estratégica del otro, fueron un obstáculo para que Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín, los grandes derrotados en 1999, sellaran una nueva alianza. La de la devaluación y la pesificación asimétrica implementada la primera semana de enero del año 2002.

Para muchos sectores de la sociedad, Chacho Álvarez fue una esperanza perdida que, con el correr del tiempo, se transformó en un consuelo nostálgico de pocos. No faltaron los pícaros que con una imaginación maliciosa lo definieran como un gran oxímoron político: peronista y honesto. Es una lástima que con su silencio mediático Chacho no pueda desplegar su gran capacidad analítica para explicar un fenómeno reciente. ¿Por qué perdió las elecciones en 2019 una coalición política que detentaba el control del Poder Ejecutivo; la ciudad autónoma porteña; las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Salta, Jujuy y varias más Y que, además, triunfó en las elecciones de medio término; que contaba con el apoyo mayoritario de los principales multimedios, de los Estados Unidos y de los principales países de la Unión Europea; y que recibió un crédito de 40 mil millones de dólares? Una gran incógnita, como tantas otras de la historia política de la República Argentina.