El sueño del kirchnerismo es entronizar a la abogada de Cristina como jueza de la Corte. Las prioridades ya ni se disimulan. Es aventurado afirmar que detrás del paso al costado de la jueza Highton de Nolasco está la vicepresidenta pero es indudable que ella será la principal influencia para designar su reemplazo. Es imposible separar de cualquier análisis de la realidad la complicada situación judicial que enfrenta la mujer más poderosa del país que sin embargo viene de sufrir una derrota que tampoco es ajena a los pasos que de en material judicial. Se podría decir que Cristina revierte el teorema de Baglini, ese adagio por el cuál cuánto más cerca se está del Poder más responsables son las visiones y medidas de gobierno. A Cristina le pasa al revés: ella se modera o simula que se modera cuando el poder se aleja o cuando existe ese riesgo latente. Exactamente como ahora. Porque la necesidad tiene cara de hereje. O de Manzur.
En realidad, nada de lo que ocurra en el tiempo que queda hasta noviembre puede estar desacoplado de la estrategia para cubrirse de la derrota y de sus consecuencias. Eso obliga a Cristina Fernández a usar el poder que aún le queda lo más eficientemente posible en tanto el reloj de arena se desgrana hasta el veredicto de las urnas que puede ser igual o peor.
El primer paso de la estrategia defensiva fue aliarse al peronismo más rancio y caudillista que es el único que quedó en pie con triunfos electorales y que en definitiva será el que la amurallará aunque más no sea con fueros si las cosas se complican en el futuro. Por eso puso en penitencia hasta a su favorito, Axel Kicillof. Y también será ese peronismo que no es para nada progre el que eventualmente aparezca en el mascarón de proa de un gobierno que se vea forzado a acordar con el Fondo como todo indica que ocurrirá. Aunque nadie está seguro.
“Cristina va a alargar lo máximo posible el acuerdo porque no puede explicarlo a la única base que le queda que es una base de fanáticos”, afirma una fuente. Pero ¿y el costo de demorarlo? El costo de demorarlo puede tener un amargo trance en lo inmediato. La caída en desgracia de Kristalina Georgieva por su rol en el Banco Mundial cuando como directora sindican que podría haber favorecido a China mejorando sus rankings para que el gigante asiático obtenga mayores fondos, afecta hoy a la Argentina. Hay voces que ya piden directamente la dimisión de Georgieva y eso es visto con escozor desde nuestro país. “¿Cómo no cerramos antes?”, se arrepienten.
Pero, Cristina le había puesto el freno de mano y el palo en la rueda. Y pusieron a Guzman en el podio de los chivos expiatorios. El costo del tiempo perdido por la reticencia de Cristina no sólo impidió un acuerdo sino que además no le reportó al gobierno mejorar el resultado de las elecciones. Ahora, el riesgo de un traspié en la suerte de la funcionaria que tiene línea directa con Martin Guzman, puede complicar aún más la perspectiva de un arreglo. Y ni hablar de las perspectivas de la economía que entre emisión imparable, inflación incontrolable y un nuevo endurecimiento del cepo, sólo anticipa más problemas. Y Cristina lo sabe más que nadie.
Sin duda, la vicepresidenta buscará elegir para la Corte a alguien que la represente y la defienda cabalmente en ese sillón que queda vacante. Una incondicional de lealtad probada y que además cubriría los reclamos de género es la abogada de Cristina es la favorita. Se trata de Graciana Peñafort, a quien reclamaron por redes hasta hacer tendencia su nombre.
Recientemente la doctora Peñafort desafió a la Corte con un inquietante mensaje: “Es la Corte Suprema quien tiene que decidir ahora si los argentinos vamos a escribir la historia con sangre o con razones. Porque la vamos a escribir igual”. Sangre o razones y la vamos a escribir igual. Curiosa juridicidad.
Pero más allá de los deseos de Cristina y de su facción, a la verdad en este caso la cantan los números de bancas del Senado. Porque son necesarios dos tercios. Como para el procurador.
Una primera consecuencia de la derrota en las PASO fue dejar exánimes a los proyectos de reforma judicial y de Ministerio Público Fiscal que en los hechos implicaban dañar el corazón de la división de poderes, es decir de la República. Ahora incluso dicen que el pliego de Daniel Rafecas saldría del freezer. Cristina Kirchner ha demostrado que cuando se repliega sólo lo hace para tomar fuerza. Nunca es moderación. Sólo son repliegues tácticos y encontrar el mejor culpable para lo que ella no quiera asumir.
En estas horas el gobierno busca sumar al peronismo tradicional y a la oposición a las decisiones difíciles. Pero Cristina no titubeará en ganar un lugar favorable en ese lugar que queda en la Corte. Difícilmente haya rendido su ambición de colonización judicial. No pudo abajo. Va por la cúpula. Sería iluso pensar que no lo intente. Ahí terminan todos los recursos en las causas que la comprometen. Y hay muchos que esperan. ¿Y si lo que ofrece Cristina es aprobar el pliego de Rafecas para el que la oposición está de acuerdo el mismo día que un nuevo juez o jueza para la Corte que a ella le cierre? Los movimientos en el tablero fueron tan seguidos que es inevitable leer una jugada. En el fondo de la cuestión, está la máxima prioridad de la vice. Su futuro judicial.
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