El futuro de Alemania y de Europa

Está finalizando la era de Angela Merkel. El porvenir de ese país, del continente y de la geopolítica mundial probablemente irán cambiando, tanto por los aciertos como por las falencias que dejó la “canciller de teflón”

La canciller alemana, Angela Merkel (Jan Woitas/Pool via REUTERS)

Características del liderazgo de Angela Merkel

Su formato fue hacer política con una retórica austera, pero precisa; pensando más en los intereses que en las ideologías; con un claro pragmatismo para resolver problemas concretos de gestión y para entender las necesidades ciudadanas. “Lo lograremos” (wir schaffen das) ha sido su consigna característica. Importante fue el mantenimiento de sus valores democráticos, sostenidos con modestia, basados en el esfuerzo personal, la alta responsabilidad, el sentido del deber, el respeto al otro y fundamental para un político, la vocación de servicio a su país. Supo transmitir serenidad, un bien muy apreciado en estas épocas volátiles y de grandes incertidumbres.

Se educó en ciencias duras (física) y dominó el idioma ruso desde su infancia en Alemania del Este; igual que su padre especuló con una tercera posición entre el comunismo y el capitalismo, aunque finalmente le encontró más ventajas a este último. Fue una gran admiradora de la muy culta zarina Catalina II (la Grande) de Rusia, una prusiana que, a la muerte de su esposo, Pedro III, asumió en 1762, la Corte de Rusia a los 33 años de edad y gobernó durante los siguientes 34 años. La fortaleza intelectual de Merkel, que la hizo reflexiva y metódica, hizo sinergia con su carácter de paciente negociadora, una característica muy útil para la política, a la que entró a los 35 años de edad (Caída del Muro de Berlín), y que la llevó a ser la primera mujer canciller de Alemania (ejercitado durante 16 años), y la segunda, después de Margaret Thatcher, en gobernar un país europeo grande. El poder jamás se le subió a la cabeza, ni jamás obtuvo ventajas personales, ni participó de algún escándalo.

Las fortalezas de Alemania

Pese a sus diferencias internas, expresadas electoralmente en que los dos mayores partidos políticos rondan el 25% de los votos cada uno, hay fogosos debates internos, pero que decantan en ciertos consensos básicos, que le dan a Alemania un marco de estabilidad relativa, propio de los grandes países desarrollados.

Desde el 2005, el PIB alemán creció un 34%; 15 puntos más que en Francia. La economía es su gran fortaleza, con bajo desempleo (menor al 3%), siempre creadora de empleo para los jóvenes, siendo la primera de Europa y está en el top 10 global; con gran potencia exportadora, particularmente de productos industriales de alto valor agregado, fenómeno que la distingue de Japón, Francia, GB o EEUU, que retrocedieron o sufrieron mucho el avance chino.

Alemania sufrió las tres grandes crisis de la época: la financiera del 2008, la de las inmigraciones masivas y actualmente la del coronavirus. Las dos primeras las soportó relativamente bien, porque las mismas se descargaron más intensamente en el Sur: Grecia, Italia, España y Portugal. En cambio, la pandemia la afectó enormemente, y tuvo la lucidez de apartarse de su habitual ortodoxia económica, creando un enorme fondo de reactivación comunitario (750.000 M de Euros), para salir de la misma. “Lo que es bueno para Europa, era y es bueno para Alemania”.

Las debilidades que deja Merkel a su sucesor

Si bien Alemania es un país bastante estable y próspero económicamente, adolece de cierto atraso tecnológico, varios problemas sociales y grandes indefiniciones geopolíticas. Los temas prioritarios procrastinados, sometidos a debates internos permanentes, son los comunes a otros países: cambio climático, tecnologías digitales, demografía, desigualdades, concentración de la riqueza, indefiniciones del rumbo estratégico, tercerización a EEUU de la defensa, entre tantos otros. Alemania no se ha estado preparando suficientemente para enfrentar los acelerados cambios que ocurren a escala global, en los temas tecnológicos, de empleo y de defensa, todos de gran implicancia geopolítica. Todos los partidos, cada uno acentuando algunos temas sobre otros, han planteado la necesidad de que Alemania tiene que invertir mucho más en su futuro. Su ortodoxia de equilibrio macroeconómico los ha llevado a postergar inversiones, por lo que han aparecido falencias graves en la infraestructura de la Internet, ya sea en la burocracia estatal o en las escuelas; y falta un desarrollo más intenso de inteligencia artificial. El enorme gasto COVID no resolvió estos temas, sino que reforzó el statu quo anterior. Como el mundo está cambiando aceleradamente, el modelo alemán basado principalmente en la industria, la exportación y la rigidez presupuestaria, están necesitando, pese a su enorme fortaleza, una actualización urgente. Las exportaciones representan el 39% de su PBI.

Los problemas provenientes del cambio climático han intensificado planes que benefician la energía solar y otras renovables. Han abandonado el uso de la energía nuclear, pero importan electricidad de las cercanas centrales nucleares francesas; además sus propias usinas eléctricas intensificaron su dependencia del carbón, parcialmente reemplazado por el gas ruso del recientemente terminado gasoducto Nord Stream II. Estas temáticas son parte importante del debate interno y de las definiciones estratégicas alemanas.

Al igual que China o EEUU, también Alemania tiene problemas demográficos, ya que el envejecimiento acelerado de la población se debe a su baja tasa de natalidad, con una disminución anual de 200.000 habitantes. Asimismo, la compensación mediante la inmigración ha traído otros problemas estructurales, como la adaptación cultural y otros inconvenientes sociales, que han alentado la expansión de partidos políticos muy conservadores como la Alternativa para Alemania, a lo que se suman las tradicionales fracturas entre el Este y el Oeste, 30 años después de la caída del Muro.

El capítulo social tal vez sea el más problemático. Pese a la prosperidad económica han aumentado las desigualdades y la concentración económica; hay demasiados empleos precarios o simples ayuda estatales para sobrevivir. La pandemia aceleró esos desequilibrios: ahora hay más de 1.500 millonarios alemanes. El proceso del inequitativo reparto de la riqueza, va dividiendo en forma creciente a la sociedad y hay preocupación por posibilidades de estallidos semejantes a los chalecos amarillos en Francia. Tampoco la igualdad de género ha sido un tema suficientemente focalizado con intensidad por Merkel. Si bien el empleo y la educación femenina aumentaron sistemáticamente, la brecha salarial y el cambio cultural son desafíos persistentes.

Escenarios del rediseño alemán y su implicancia para Europa

Se habla de un nuevo comienzo para Alemania. Para ello, la nueva conducción política deberá enfrentar y decidir sobre las cuestiones estratégicas actuales: clima, defensa, relaciones con EEUU, Rusia y China, migraciones y otros. Queda poco claro cuál será la posición alemana sobre la reforma de los criterios económicos de Maastrich, en el marco del enorme endeudamiento pandémico; con Italia y Francia promoviendo mayor flexibilidad de la deuda pública versus las clásicas rigideces ortodoxas alemanas. Tampoco hay claridad sobre las inversiones comunitarias que deben realizarse para sostener los acuerdos de París sobre el clima y alcanzar la neutralidad de carbono en 2050.

Merkel, generando confianza en el resto de países europeos, logró darles una orientación general. Pero debido a los cambios geopolíticos del G2, el futuro deberá ser reorientado por sus futuras conducciones, generando nuevos consensos. Los desafíos en el campo de la defensa europea son fuertes, debido al parcial repliegue norteamericano. Las relaciones con Rusia y con China también están sujetas a fuertes tironeos, debido a las relaciones de específicos intereses de Alemania con ellos. Todos son desafíos que pondrán a prueba la capacidad de Europa de mantenerse en el selecto grupo del G3/G4 de la geopolítica actual. Alemania está en la encrucijada de liderar con más fuerza a Europa o, eventualmente, diferenciarse parcialmente, poniendo en crisis la frase de las bondades recíprocas. Sin la manta protectora de la OTAN, Alemania debería invertir más en Defensa, relegando algo sus prioridades económicas. Mayor liderazgo significa involucrarse en las responsabilidades de preservar el orden internacional y el europeo, lo cual puede acarrear malestares con China y con Rusia. Lo que ocurra en el conflicto del G2 ya no será más indiferente para Europa.

Las prioridades internacionales de Alemania son, en orden decreciente: Europa, EEUU, Rusia, China, Medio Oriente. África y América Latina le siguen en algún orden según el país que se trate. Las inversiones en nuestra región son muy bajas (menos del 3% del total de inversiones externas alemanas), así como el intercambio comercial (algo más del 2%), con Brasil como principal. El preacuerdo Mercosur-UE es cuestionado por varios países europeos, excusándose en temas de política ambiental en la Amazonía brasileña, por lo que poco puede esperarse de su ratificación en el corto plazo.

En lo estrictamente político interno, estaríamos a las puertas del primer gobierno tripartito en la historia de Alemania, probablemente encabezado por Olaf Scholz, un socialdemócrata sin carisma; apodado “Scholzomat” (Scholz + autómata), pero que ha tratado de mimetizarse como el candidato más parecido a Merkel, del partido contrario. Como puede observarse los consensos en Alemania son casi tautológicos, ya sea en políticas fiscales, industriales, de valor agregado, culturales; siempre con ligeros matices entre los partidos del centro SPD, CDU; FDP, Verdes, mientras existen diferencias claras y opuestas sólo entre los partidos de las alas de derecha (AfD) y de izquierda (Die Linken). Pero el futuro seguirá siendo un elemento desafiante y volátil.

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