¿Cómo pudo habérseles ocurrido en medio de este desgarro social hablar de “la vida que queremos”? Qué habrá sentido con el slogan cada uno de los 18 millones ochocientos mil compatriotas que sobreviven en la pobreza. Quizás lo mismo que al ver al presidente Fernández haciendo timbreos de esos que hacía el presidente Macri. Por lo menos, confusión en medio de la incertidumbre. Un gobierno despistado que intenta despistar.
Los números suelen tener a veces el efecto de una sentencia. El resultado de las elecciones sumado al inmoral índice de pobreza son el ominoso testeo de un modelo decadente y agotado. Autoproclamados como los intérpretes del pueblo, sólo derramaron pobreza. Incapaces de ofrecer dignidad creyeron que la gente iba a aceptar la denigración asistencial. El problema es que reiteran las políticas de empobrecimiento que trajeron a la Argentina a esta catástrofe social. Y sólo por la derrota buscan disimularlas.
Hoy el Gobierno balbucea medidas que resultan poco creíbles, comparando simplemente lo que hicieron hasta hace días. O lo que se les escapa en medio de la impostura. El Presidente dijo que son muy importantes las exportaciones después de pasar casi dos años metiendo cepos por todos lados. El mismo día se conoce un proyecto de un legislador oficialista para nacionalizar ni más ni menos que los depósitos bancarios. ¿A qué les hace acordar? ¿Cuál es el Gobierno? ¿El de antes de las elecciones o el de después de la derrota? ¿Cómo creer cualquier atisbo de corrección si la maquinita larga humo de tanto imprimir papelitos? Y todo eso sólo empeora la situación de los que están peor. Porque más inflación significa más pobreza.
Subestimaron una vez más al que sufre hablándole de “la vida que queremos” mientras se pavoneaban en su mundo paralelo. El kirchnerismo es lo peor que les puede pasar a los pobres porque los entierra en esa condición. No les ofrece una puerta de salida de la pobreza sino que les regala el candado para ser presos de ella.
Los planes como asistencia permanente no garantizan la dignidad ni el progreso del trabajo pero es difícil creer que busquen dignidad o progreso, habiendo eliminado en el plan Trabajar que alcanza a un millón de personas aproximadamente, la obligación de terminar la escuela secundaria y el censo para ver que lo cumplan. “Ya no es más una herramienta para salir de la pobreza, es esclavitud, si no controlan la educación”, afirma un experto.
Mientras el Gobierno intenta el delirio de desmentirse a sí mismo para lograr algún voto, la realidad es que sus propias contradicciones anulan de cualquier credibilidad cada rectificación. Por lo pronto, la ausencia de visibilidad de cara al futuro se lee en la cotización del dólar libre y en los precios.
El Presidente y su vice se se encontraron ayer de nuevo luego de la carta flamígera de ella. En un momento previo al inicio del acto, ya sentados en una mesa común, se lo vio a él con la vista hacia abajo sumido en algún abismo. Y a ella dándole vuelta la cara, con visible malestar. Esa previa, fue la hendija quizás de la verdad, que se reserva su despliegue para después de Noviembre. Es sólo un momento, es una mirada, diría Vicentico. Que Dios nos ayude, que nos dé una manito, contestaría Manzur.
* Editorial de Cristina Pérez en “Confesiones en la noche” (Radio Mitre)
SEGUIR LEYENDO