El líder que no lidera. El jefe que no comanda. El capitán al que nadie obedece. No hay destino posible para un grupo humano y mucho menos para un país, cuando el “uno”, por más que ungido esté, por los atributos que la democracia le otorga, no puede formar ni un gabinete, ni equipos de trabajo. Es un paria de la nada. Su soledad es fulminante. Sus decisiones son nimias, pequeñas y sin escala. Se torna en un vencido sin siquiera haber dado batallas. Es un Lord sin tierras ni castillos. Es tan grande su abandono, que el máximo festejo al que puede aspirar es una juntada de aspirantes a modelos, peluqueros, asesores de imagen y muchachada dispersa, para los que su máximo trofeo será inmortalizarse en una selfie y poder tener así sus cinco minutos de fama. Son los campeones de las minucias. Nunca fue Khal Drogo, ese guerrero sin misericordia, sin piedad y combativo de Game Of Thrones que lideraba un ejército de miles y miles de fieles soldados. Es interesante el paralelismo entre nuestros desventurados días y la película a la que hago tributo, ya que la Princesa Daenerys Targaryen, buscando respaldo para lograr tener mucho más poder, se casa con este hombre en traza portador de todas las virtudes, fuerzas y decisiones, como para así intentar imponer sus propios mandatos. Entre ambos se realiza un matrimonio de conveniencia, en apariencia con destellos de amor, pero donde la realidad es lograr alcanzar el poder de los siete reinos. El guerrero muere a poco de iniciar batallas y la fémina surge como la verdadera líder. Ella, para guarecerse detrás de sus incapacidades, lograr hacerse de tres dragones, quienes la protegen a toda hora, arrojando bocanadas de fuego, ira y sobre volando su tierra para alejar opositores. Ante su carencia de ideas, sus aliados más férreos son esos tres animales fantásticos, mitológicos y devoradores de hombres. Daenerys va camino a ser la Reina Madre, la Suprema, la Única, a pesar que más del setenta por ciento de la plebe no la quiere. Ella no escucha, no sabe, no contesta. Es la Superiora de la vacuidad. El resto, simplemente le tiene miedo y solo se contentará con las migajas que se les arroja desde las paredes de los palacios. El Presidente que no preside, suelta globos al aire con sueños y promesas que nunca cumplirá. Es la fantochada de estos tiempos y los Maquiavelo declaman que con un “poco de platita en los bolsillos las deshonras se hubieran disimulado”. El pan escasea, pero el circo abunda.
Daenerys nos dice: “Cuando las serpientes enojadas atacan, es más fácil aplastarlas, ya que sus cabezas están expuestas”. Y así con crueldad infinita las decapita en solo cinco días, mientras mantuvo a un país en ascuas y oscuridades. Allí vemos entonces a un Canciller bajando de un avión y enterándose que su testa ya está servida y sin siquiera habérsela puesto en fuente de plata. Ella, la imbatible, da espalda a la gente, a sus votos y sus necesidades y solo acompañada de furtivas bandas de animales salvajes sin crédito y sin moral, trata de ganar la última batalla, la épica de noviembre. Tal vez, en los Idus de Marzo, caerá otro Julio César. Al igual que Daenerys cree que “la gente aprende a amar a sus cadenas” y sale al desparramo con todos los planes imaginados y a imaginar. Un pueblo al que se le da de comer en la boca, aunque sea poco, es un pueblo dominado. La política irresponsable y sus voraces cortesanos nos mantienen en zozobra y estamos solo sostenidos por delgados hilos. La Nación se bambalea. La Nación mira y sufre estupefacta. Ya lo decía Cersei Lannister, la otra infame reina consorte de “Game Of Thrones”: “Cuando juegas al juego de tronos, ganas o mueres”. A Cersei misma le debemos otra máxima que anillo al dedo viene para estas líneas: “La única forma para que te sean leales es inspirar más temor que tu enemigo”.
Si los de las fortalezas gastaran menos, menos impuestos pagaríamos y más trabajo se podría crear. ¿Cual es el valor que agregó a un país un funcionario que vive del Estado hace décadas? ¿Cómo aún no nos damos cuenta de que estamos rodeados de miles de zánganos que se guarecen al recaudo de nuestros esfuerzos? En determinado momento y si hay esperanza, los muchos se debieran dar cuenta que es mejor un par de años duros que décadas de caída libre. Pero claro, los feudales deberán dejar de lado privilegios, aviones privados, choferes, custodias y prescindir de pléyade de inservibles asesores. El Rey sin mando ni trono quedó atrapado entre los tutoriales (vía audio) que mandó una insultadora diputada y una matadora carta de diecinueve “yoes” y ningún “nosotros”, que despachó sin sello pero con timbre sonoro, la megalómana mandamás de los siete escudos.
Ramsay Bolton, es el hijo bastardo de Roose Bolton. Su personaje inspira terror, ya que tortura, mutila y ahoga en dolores a Tehon, al que lo renombra como “Hedor”. Su crueldad y psicopatía es extrema, sádico como nadie y sin la más mínima empatía con un tercero. Nos larga en uno de los capítulos: “Si crees que esto tendrá un final feliz, es que no has estado prestando atención”. Todos sabemos que esto puede estallar en cualquier momento y quietos nos quedamos, quizás por temores al desbande y al desorden. La burra ya está volviendo al trigo y el desgano y fastidio se apodera de todos. Los que tenemos más de sesenta, bien sabemos como terminará esta triste historia. Sin embargo y al estribo, vengo a rescatar a otro personaje de GOT, el Sr. High Sparrow (El Gorrión Supremo), que nos alecciona con su línea del guion: “Cada uno de nosotros es pobre e indefenso, pero juntos podemos derrocar a un imperio”.
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