Uno pasa por Cry Macho, el film reciente de Clint Eastwood ,director y protagonista y se pregunta si no hay algún punto con mayor peso que lo habitual: la actuación, el guión, el modo de narrar. Lo hay. Cry Macho es un Eastwood acerca de la vejez.
El actor y más tarde director no fue recibido de inmediato en el país y su planeta interior de espectadores y críticos – muchos- en torno a su aire y su manera del mismo modo en que fue adoptado por la gran hinchada sombría y admirable de Ingmar Bergman o la de Woody Allen, dos hijos dilectos de la ciudad de Buenos Aires. En el caso de Woddy Allen aún y ahora a pesar del castigo de la cancelación por el episodio nunca llevado a la Justicia por decisión de la misma Justicia. La losa ha caído sobre su vida como en un sepulcro, ya también viejo y con la decisión de seguir adelante. Incluso con ese suceso y en duda – convertido en apestado- , Woody Allen es un gen principal para miles y miles y mujeres en nuestro país. En mi caso, y me disculpo por nombrarme, toda su filmografía es más que unos títulos mejores que otros a uno por año: es parte de mi vida. Alimento y compañía existencial todo el camino.
La llegada al país y en particular de Buenos Aires, fue con retraso. Era, entre tantos rastros y señales, la ciudad que consagró o adoró a Allen y postergó a Clint Eastwood. Antes de ponerse a la dirección, y en un ámbito donde imperaban el ideologismo y el psicoanálisis- o el bebé de Rosemary que nació de la cruza -,fue el aterrizaje de Harry el Sucio, policía duro, desobediente a las reglas del oficio, confiado solo en el Magnum, único medicamento para usar con realismo contra el ejército de los malos, canalla a limpiar sin más . Fue un éxito descomunal, pero una vaga izquierda intelectual crítica no entendió que una película no se empieza por un dogma sino por un relato y un actor que cae como anillo al dedo a un maestro en el oficio de hacer buenas películas: ocurrió con Don Siegel.
Justo para su detective, Harry y su manera de hacer por su cuenta, en su caso después de varios rechazos de grandes figuras de Hollywood. Siegel y Clint Eastwood lo hicieron. Hubo secuelas de Harry, malas. Pero el actor ya estaba instalado entre nosotros. Se juzgó en gran medida fascista y con no pocos elementos de racismo. Se mezcló al personaje con el actor aunque ya había sido admitido en el club de la cinefilia y se vendieron muchas entradas.
En escala grande internacional, fue una estética tan disparatada como sublime, el western spaghetti, obró la fama. El conjunto de películas ideadas y llevadas adelante por Sergio Leone, recreó la poética del western sin héroes a partir de sus máximos lugares comunes hasta transformarlas en arte. Allí fue- es-el hombre sin nombre cuando se puso un cigarro apagado entre los labios, la barba de días, el sombrero con la rara elegancia del género, muy gastado y con una franja de sudor ceñido al cráneo, un poncho tal vez navajo. Lo “compuso” como lo hacen actores de vieja escuela. La música de Morricone completó de manera conmovedora la sobredosis de western que el grandísimo Leone construyó.
Al tiempo iba gestándose su obra y acomodándose entre los grandes artistas. Es un cine de autor guste o se disienta- que adapta novelas, noticias, hechos recogidos en distintos manantiales-, aunque no encaje con la definición como aquel que la piensa, la escribe, la filma y comunico una obra del estilo yo lo cocino y yo me lo como. Quizás sea algo mayor: tomar una materia a ser contada y darle, soplarle un estilo seco, una firma, sin la posibilidad de una complacencia premeditada: hay mucho cine doloroso, miedo y decepción social , cowboys que se caen del caballo, la posibilidad de redención y cambio, infancia destruida. No es un acariciador de audiencias. Hay muchos títulos , a veces muy distintos entre sí excepto por el estilo, la firma. Inconfundible. Es posible siempre volver a cada uno de ellos( pido permiso para seguir de largo en “Los puentes de Madison”, a mi juicio un bodrio ). Este hombre histórico , conservador- vota Republicano siempre- , músico como compositor y breves ejecuciones de inserción y ambiente, experto en jazz y en su homenaje (“Bird”), nos lleva hasta Cry Macho y se liga con Cicerón hace dos mil años hasta su muerte cercana con el pensador italiano entre cristiano y lo llamado en general socialismo de rostro humano, Norberto Bobbio . Cicerón escribió a los 65, 44 años antes antes DC y cerca de la muerte de César a puñal .Bobbio a los 85. Los dos con el título “De senectute”, sobre la vejez.
Clin Eastwood, a tanta distancia de los dos en cualquier aspecto, trata lo mismo en Cry Macho. Se puede decir, es lícito decir de Cry Macho que Clint Eastwood no hizo lo mejor de sí - pongamos “Million Baby”, “Changeling “( formidable Angelina Jolie), “The unforgiven”, “Mystic River” y lo que se quiera agregar- como es lícito que no importe. Es otra cosa: “De senectute”. A los 91 el espectador se encamina hacia Cry Macho para ver a cómo, a partir de la memoria , se hace un mundo sentimental, un mundo que ha dejado de existir. Una del Oeste casi de telenovela con un hombre encorvado-como los viejos, con los muy altos cuando parecen esconderse del cuerpo – que se permite chistes sobre el “edadismo”, la seducción y el sexo en extinción salvo en el pensamiento , la buena intención de aleccionar cuán reprobable y erróneo es el machismo, como para ponerse a tono con la corrección.
Como Cicerón , como Bobbio, ahora con Clint Eastwood, se indaga a la vejez como un terreno de visión nítida , con rabia contenida, con la posibilidad de ver con la claridad indescifrable de la memoria y de los sueños. También con su ineludible daño colateral: dura poco.
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