La pelota cruza la mitad de cancha, Renan Lodi erra el despeje y, con un leve toque de zurda, Ángel Di María se la pica a Ederson. La foto quedará en la retina de todos los argentinos. Argentina campeón de la Copa América 2021. Atrás queda la historia de un jugador que tuvo de todo: lesiones, ausencias en finales, memes y críticas periodísticas. Sin embargo, insistió, luchó y tuvo su recompensa.
Di María es un mensaje pedagógico para todos los chicos que hoy ven a Ezeiza como una salida de emergencia. Sí, otra vez, la juventud emigra en masa hacia otras latitudes. Síntoma de este éxodo de talento es la mudanza de la oficina porteña de Latin America Research Center a Montevideo. El prestigioso centro académico de Harvard alegó: “Creemos que en la próxima década la probabilidad de que se mantengan las tendencias actuales en Argentina es mayor que la de que se reviertan”. Tan contundente como preocupante.
Como dice Albert Camus en La peste, nuestros jóvenes se sienten “impacientados por el presente, enemigos del pasado y privados del porvenir”. Pero la resignación no es una opción; irnos, mucho menos. Y si el tesón de Di María no alcanza, vayamos a la historia donde hay razones de sobra para ser optimistas.
Empecemos por la República Federal Alemana de la posguerra. La nación que fue epicentro de la mayor tragedia bélica del siglo XX, a fines de los años cuarenta, estaba hecha escombros, con una economía destrozada, una sociedad empobrecida y una fractura social profunda. A pesar de ello, Konrad Adenauer puso las luces altas y, con unidad, trabajo y visión, sentó los cimientos de la recuperación. Décadas después, el país es una potencia indiscutible del viejo continente. De las cenizas al liderazgo.
Yendo a una cultura más cercana, la transición española. Luego de más de 35 años de franquismo, vino el despertar democrático a mediados de los setenta. Los “Pactos de la Moncloa” son los acuerdos políticos más sobresaliente de esta época, con Adolfo Suarez, Santiago Carrillo y Felipe González como síntesis. Pero en las calles también se respiraban aires de cambio: “La Movida madrileña”, Ana Belén, Víctor Manuel, El País y Manuel Vázquez Montalbán fueron algunas expresiones de este resurgir del país ibérico.
Cruzando el charco podemos citar el ejemplo uruguayo. La reconversión que tuvo el país oriental en los años ochenta. En paralelo al crecimiento económico, logró establecer un sistema de partidos estable, plural, abierto y competitivo. En esos años la nación oriental comenzó un camino de desarrollo que persiste hasta hoy. Prueba fehaciente: el capital argentino que hoy la elige como destino.
Y más acá en el tiempo, nuestra “Primavera democrática”. Después de la larga noche de la dictadura militar, llegó el destape. La libertad de expresión, la cultura en las calles, el teatro, el resurgimiento de la vida universitaria, los “Clics Modernos” de Charly García: todo era esperanza. ¿Un claro indicio? El flujo migratorio se invertía. Ezeiza significaba “volver a casa”.
La historia nos enseña que, después de la oscuridad, llega la luz. Hay futuro y vive acá. Podemos moldear un país donde la cultura del esfuerzo sea valorada y no estigmatizada. Podemos terminar con la “avivada”, los privilegios y el atajo. Podemos trabajar, crecer y vivir tranquilos. En criollo: vale la pena transpirar la camiseta.
Un paso ineludible para fomentar el sacrificio y el espíritu progresista es reformar nuestro sistema educativo. En cuestión de contenidos es imprescindible que incorporemos temáticas sensibles para el siglo XXI como el cuidado del medioambiente, la inteligencia artificial y la innovación. Por el lado del aprendizaje es urgente sumar las TICs en el proceso pedagógico. No puede ser que el único lugar donde los chicos no usan estas herramientas sea el aula. ¡Justo donde más las necesitan!
Otra asignatura pendiente es la matriz económica que debemos configurar para incorporar a todos estos jóvenes. Según el Ministerio de Trabajo, la franja etaria entre 18 y 25 años registró el mayor porcentaje de pérdida de trabajo entre el 2019 y 2020. Para contener esa fuerza laboral necesitamos, impulsar cuatro sectores estratégicos: agroindustria, economía del conocimiento, bioeconomía y PYMES. Estos deben ser los ejes de un país federal, moderno e inclusivo.
Claro que también habrá que estabilizar la macroeconomía y recuperar la confianza. Cambiar la lógica pendular por un ciclo virtuoso. Dejar de rebotar de un extremo a otro e instalar un horizonte claro para que los empresarios hagan inversiones agresivas y generen puestos de trabajo de calidad. Para eso necesitaremos un Estado estratega (no táctico) que, más allá del gobierno de turno, haga cumplir la ley y le facilite la vida al que confía en el país.
Di María representa lo que podemos llegar a ser. Somos tercos, perseverantes y fuertes. Nos caemos y volvemos a levantarnos. Nuestro destino depende de nosotros. No estamos condenados al éxito ni al fracaso. El futuro tendrá la forma que nosotros le demos. Un trabajo que se logra con deseo y, sobre todo, deber. Los dos se consiguen acá.
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