Zona fangosa, piensa el observador curtido desde su sillón, con la luz de la ventana y su luna otomana. Pensar y entender hacen buena yunta, eso está claro. Pensar, entender, caminar la Tierra, ayuda un poco también. El observador curtido mira a la Argentina como un espectáculo del modo menos faccioso, pero caliente y vivaz, hasta donde se pueda: el espectáculo es deprimente y asusta.
Claro que, a la vez, desnuda un tiempo que iluminó el campo social y el político desde una perspectiva. Los resultados de las PASO quedaron al aire con sus vergüenzas, los modos de una democracia. La sorpresa y el susto del oficialismo fueron y son de envergadura. Y lo que empezó a pasar en adelante fueron acciones de diverso pelaje pero concéntricos.
La quiebra
Lo que estaba sostenido por un diseño estratégico ganador vino a revelarse como una, cada vez más visible, ruptura entre Presidente y Vicepresidente. Había dejado de hacer una maniobra hábil, la moderación ofrecida y anhelada por tanta agitación y el magnetismo que hacía falta pero no ganaba por su cuenta. De una modo más riguroso, funcionó en los números pero no en las acciones, que no alcanzaron con la presencia de la pandemia, una horrible estrategia en la materia con, encima, soberbia y disparates para el Libro Guinness. Muchos contagios y muchos muertos en este suelo, mientras se desarrollaba un paquete de medidas que perturbaron, con el aire de un estado de sitio y un desequilibrio tanto mental como de ruina económica.
A la lona.
Las caras de la Casa Rosada se volvieron caretas de la Casa de Papel. Dicho sea de paso, de un papel -la moneda- reducida a figuritas para un álbum de chicos coleccionistas, roídas por la inflación.
Una pelea general se vio por la televisión como una serie de programas propios de grilla común en cualquier canal. La vaca atada rompió la soga y se fue el diablo: los redentores de pobres -material sensible- expresaron que se había tocado un nervio. Como dueño de la justicia social (¿cuál? ¿dónde? ¿en el creador del Justicialismo?) mostró una historia diferente, frunció el hocico y gruñó. Está lleno de ganadores, pero nunca asumen ni dan la carucha los vencidos dispuestos a admitirlo y proponer una enmienda capaz de ilusionar y probar otra oportunidad. Como triunfadores naturales perdieron los papeles. La Vice se apartó del Waterloo, se enfureció con el Presidente, quien a su vez buscó abrigo en sus amigos leales, pero tarde: ya había sido un señor de su casa.
Con índices de pobreza abrumadores, con chicos que llegan a sexto grado sin saber leer porque todo el mundo tiene que pasar de grado en el mundo feliz de la falta de mérito, un ánimo decaído y feroz quedó cuando se tiró de la manta.
No es un mundo de ángeles, y los perdedores lindantes con la miseria en la escala despertaron y cambiaron. Bien, perfecto, pero qué mejoras, qué hay para nosotros, estamos cada día peor pronunciado en el idioma de la decepción, el alejamiento y la bronca. Entre planes y promesas que no alcanzaron en ningún caso, se rompió la copa de cristal.
Relato, el caballo cansado
Y no alcanzó. Fue insuficiente repetir todos los días a los gritos que Macri había destruido todo. Como argumento único produjo un efecto contrario. No hubo cómo parar los precios, las vacunas traficadas. Se entró en panic attack y se empujaron y se presentaron renuncias de bluff y, finalmente, se optó por que aquellos que se odiaron y aquellos que se amaban se metieran en la misma cama. Armar un equipos de Gobierno donde no estuvieran de acuerdo en nada sino en tratar de dar vuelta la tortilla, la maniobra más difícil. Sin más se recurrió a los popularísimos Manzur y Aníbal, la joven guardia, hubo juramentos con obscenas palmadas de espalda en cada una de ellos, Filmus caminó desde los asuntos de las islas Malvinas, de la que no que no tenía noción, hasta Ciencia y Tecnología, que tampoco. A Solá que viajaba como canciller a México le anunció que cesaba Santiago Cafiero, su reemplazante.
La repartija quedó como un episodio rocambolesco. No importaba. Había que remontar noviembre y arrojarse hacia el 23 como fuera. Así se llegó a la impudicia -pensó el observador curtido-: poner plata en los bolsillos, regalar, ofrecimientos con precio por WS. Comprar y conseguirlo. El intendente Ishii que lo es desde 1999 en José C. Paz, hizo un acto con su poncho colorado, el de luto por la muerte del general Güemes -casi una figura de Titanes en el Ring- , pero estuvieron en la inauguración de una presunta facultad de medicina el Presidente y el gobernador Kicillof. Ishii san hizo usó de la dificultosa palabra para arremeter contra los medios de comunicación por lo ocurrido. Ishii san tiene poder -mantuvo empleado al Gordo Valor, prócer del hampa- y se quejó de que las noticias eran todas pálidas. Ishii san sueña con diarios, blogs, portales, señales de televisión que solo emitan las noticias felices que un gobierno determine, y así la vida seria mucho más piadosa, Aplaudió mucho el gobernador Kicillof de una manera que siempre hace y es su firma: un ataque de palmas a la velocidad mayor como ocurre en los acuarios marinas cuando las focas esperan que las entrenadoras –suelen ser mujeres- les den sardinas. No es otra cosa que una imagen, nada personal.
De manera desembozada, avanzó hacia una propuesta desnuda de populismo oligárquico. Querés tu sardina -por no ponerlo lejos-, bien simple, votame. Nada de progresismo, sin verso, sin otro plan a la vista. La vaca atada se fue al diablo.
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