Acaso en una postal de la lucha geoestratégica del siglo XXI, el acuerdo trilateral de defensa y seguridad AUKUS entre los Estados Unidos, el Reino Unido y Australia para proveer a ésta última de submarinos nucleares, ha desatado una crisis diplomática entre aliados tradicionales en el mismo seno de la OTAN.
Con miras a contener las ambiciones hegemónicas de China, Washington, Londres y Canberra alcanzaron el pacto de defensa AUKUS (por sus siglas en inglés) cuyo objetivo declarado es lograr un mayor nivel de seguridad en el Indo-Pacífico.
Una comunidad de intereses condujo a los aliados. Los norteamericanos y los británicos enfrentan el desafío del ascenso de Beijing a la categoría de superpotencia. Al tiempo que los australianos parecen haber llegado a la conclusión de que han subestimado la capacidad militar china en las últimas décadas. Una convicción que los habría llevado a entender que necesitarán aumentar sus niveles de disuasión.
Pero mientras que el pacto fue bien recibido en Tokio, Delhi y Taipei, la noticia provocó repercusiones muy negativas en Francia, donde el presidente Emmanuel Macron se aproxima a un proceso electoral en el que se jugará su reelección al frente del Elíseo. El AUKUS derivó en un gran malestar en Francia, cuyo gobierno había firmado en 2016 un contrato multimillonario con Australia para proveer una docena de submarino convencionales por un total de unos 37 mil millones de euros.
En una escalada, el gobierno galo llamó en consultas a sus embajadores ante la Casa Blanca y Canberra. Sin embargo, no hizo lo propio con su embajador acreditado en Londres dado que, según un trascendido publicado en The Spectator, el propio Macron explicó que “cuando en un restaurante la cocina no es de primera clase, hay que echar al chef y no al lavacopas”. A su vez, el canciller Jean-Yves Le Drian calificó la decisión norteamericana y australiana como “una puñalada por la espalda”. Y el propio jefe de Estado reconoció su enojo e hizo saber que pediría “explicaciones” a su par norteamericano Joe Biden en una conversación telefónica.
El malestar también se expresó en la cancelación de una gala prevista para celebrar el 240 aniversario de la Batalla de la Bahía de Chesapeake en la que la armada francesa defendió la independencia de los EEUU frente a los británicos, en lo que es considerado un hito de la amistad franco-norteamericana.
“Por supuesto que es una cuestión de gran desilusión para el gobierno francés, así que entiendo su decepción”, aclaró el premier australiano Scott Morrison. “Pero al mismo tiempo, Australia, como cualquier nación soberana, debe tomar decisiones que respondan a nuestros intereses soberanos de defensa nacional”, explicó.
En tanto, desde Londres el Primer Ministro Boris Johnson aseguró que Francia “nada tiene que temer” a partir de la firma del acuerdo trilateral. Y la flamante titular del Foreign Office Liz Truss también justificó la firma del AUKUS como un medio para contrarrestar la influencia de Beijing en el Indo-Pacífico. Truss explicó en un artículo publicado en el periódico Sunday Telegraph que “se trata de algo más que de política exterior en abstracto, sino de (...) asociarse con países de ideas afines para construir coaliciones basadas en valores e intereses compartidos”. Por el contrario, el ex líder laborista Jeremy Corbyn criticó el AUKUS afirmando que el mismo parecía diseñado a la medida de iniciar una nueva guerra fría.
Un observador indicó que Francia no solamente se molestó por la anulación del contrato sino por asistir a la sensación de experimentar una disminución de su estatus internacional toda vez que ha sido excluida de la alianza AUKUS. Otro explicó que los franceses tendrán que componerse tras esta humillación mediante un ejercicio de sangre fría y aceptación de la cruel realidad geopolítica. Y recordaron que los esfuerzos de Macron por colaborar con sus socios norteamericanos en Afganistán no rindieron frutos y que hemos sido tratados “como perros”. Al punto que algunos sostienen que Francia deberá reevaluar su rol en la OTAN, evocando que su participación militar en la alianza fue suspendida en 1966 por el general Charles de Gaulle para ser reanudada recién cuatro décadas más tarde por Nicolás Sarkozy.
Lo cierto es que el disgusto por el AUKUS se sumó al que el ejecutivo francés tuvo que soportar días atrás al comprobar que el gobierno de la Confederación Helvética prefirió los cazas F-35 de EEUU para su Ejército, en detrimento de la oferta francesa de cazas Dassault Rafale, un hecho que motivó a que Macron cancelara su pautado viaje a Berna.
Los hechos también generaron reacciones en Nueva Zelanda donde las declaraciones del premier australiano fueron interpretadas como excesivamente complacientes con Washington. Desde el Observatorio Sino-Argentino, su director ejecutivo Patricio Giusto explicó que “aparentemente, de un modo similar a lo que sucedió con Francia, se habrían enterado de este acuerdo recién cuando fue oficializado”. Sostuvo que Wellington “no coincide con escalar la retórica y confrontación con China, a través de esta nueva alianza”. Giusto recordó que “la exclusión de Nueva Zelanda, que es parte de la comunidad de inteligencia Five Eyes junto los países del AUKUS, representa una clara debilidad de origen para este pacto promovido por los EEUU”.
Desde luego, el acuerdo AUKUS generó enconos en Beijing. El viernes 17, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores chino Zhao Lijian calificó al mismo como “extremadamente irresponsable” al sostener que el programa de submarinos nucleares australianos despertará una carrera armamentística en la región. En tanto, un editorial en el Global Times advirtió que la medida “legalizará la adquisición de submarinos de propulsión nuclear por parte de todas las naciones”.
Otros advirtieron que los hechos conducirán inevitablemente a una profundización del proceso de acercamiento de China con Rusia, Pakistán e Irán. país éste último que será admitido próximamente en la Shanghai Cooperation Organisation. Al respecto, el mismo Global Times -que suele reflejar las políticas e intenciones del Politburó- indicó que Beijing, Moscú, Islamabad y Teherán deben fortalecer su coordinación de comunicaciones en búsqueda de una voz común para ejercer una influencia positiva en la transición afgana.
A su vez, cínicamente el régimen norcoreano advirtió a través de un vocero que el AUKUS despertará “una carrera nuclear de peligrosas consecuencias”. Y reafirmó la voluntad de Pyongyang de “no alterar el balance estratégico en Asia”.
Hablando durante un seminario en el think tank australiano Center for Independent Studies el reconocido analista norteamericano John Mearsheimer adelantó en 2019 que Washington haría todo lo que estuviera a su alcance para prevenir el ascenso de China y su conversión en el hegemón regional en Asia. Y recomendó que Australia debía alinearse con los norteamericanos dado que el dato estructural de la época era la ambición china de dominar su región del mismo modo que los Estados Unidos habían logrado controlar el hemisferio occidental.
Los hechos confirmaron la tendencia fundamental del presente, en el que las relaciones de fuerza entre las potencias están crecientemente delineadas por las consecuencias de la inevitable rivalidad geoestratégica entre los dos principales actores del sistema, los Estados Unidos y la República Popular China.
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