Game of Thrones (Capítulo 1)

El pueblo se agazapa mientras ellos se acribillan con putrefactas armas

La súper producción “Game of Thrones” tiene relación con las crueles batallas que estamos presenciando en la coalición gobernante

Dando espaldas a la gente, a sus votos y a sus necesidades, salieron en bandadas a destilar todos sus venenos arrojados dentro de flechas, dando forma a un “House Of Cards” versión local con impredecible final. Mientras, los espectadores, cada vez más empobrecidos, arrastran las penas de los normales: necesidad de trabajo, llegar a fin de mes, esquivarle al COVID y otros temas que parecen menores para los actores fulgurantes capaces de hacer cualquier papel.

En un ventoso atardecer de julio de 2007, junto a un grupo de altos ejecutivos de una de las máximas cadenas de televisión del mundo, íbamos caminando desde el Edificio Comega (Avenidas Corrientes y Leandro N. Alem) hacia la Casa de Gobierno (Balcarce 50). Dichos ejecutivos querían mostrar a las autoridades nacionales las inversiones que estaban realizando, la mano de obra calificada que venían sumando y el compromiso que tenían con la Argentina. Eran tiempos donde Gobierno y capital extranjero estaban muy alineados, ya que luego del estrepitoso default del 22 de diciembre del 2001, el país necesitaba divisas y recuperar la confianza perdida. Allá íbamos algo excitados, con muchas ansias y sin duda con la curiosidad de ver por dentro la famosa Casa Rosada. Las pocas cuadras que separaban las oficinas de esta empresa con el lugar destino, alimentaban nuestra efervescencia, ya que nos encontraríamos con la que sería la futura Presidenta de la Nación (en ese entonces Senadora) y con el Jefe de Gabinete (actual Presidente de la República). La reunión había sido conseguida por mi gran amigo y admirado Julio Bárbaro (en ese entonces Interventor del COMFER), con quien llegamos a escribir un libro en manera conjunta (Poder y Comunicación, Editorial Crujía, 2011), que hoy ostenta el lugar 17.040.063 entre los más vendidos, aunquem sin embargo, honrosamente ocupamos el puesto 869.786 de los libros en español (lapidaria data de Amazon). Por mi parte, al ser dueño de una empresa especializada en Estudios de Medios, no podía estar más que orgulloso de llevar a esa reunión a uno de mis máximos clientes.

Recuerdo cada instante vivido en ese encuentro protocolar, pero por sobre todo quiero marcar la apertura de los mandatarios y de sobre manera cuando la entonces senadora dijo ser fanática de las series y películas de la televisión a las cuales decía “dedicar horas y horas para su distracción”. Quizás esa frase, haya sido un comentario de buen ceremonial ante los ejecutivos visitantes, pero doblegando la apuesta se sinceró acerca que de las producciones de esta cadena de medios, su preferida era “Los Simpsons” (para lo cual mis amigos ya tenían preparada toda la colección de DVD para regalo a la futura presidenta). El CEO de la empresa le preguntó cual era su personaje preferido y ella respondió que sin dudarlo era Lisa Simpsons. Recordemos que en la serie en cuestión, esta figura se muestra como ambiciosa, de gran conocimiento intelectual, extremadamente competitiva pero también muy vanidosa, egoísta y creída “in extremis” de sí misma. Hay escenas desopilantes de Lisa donde con su actitud asocial es capaz de avergonzar a cualquier autoridad que se le ponga enfrente, ya que estará dispuesta a marcarle todos los errores que ha cometido. A veces la realidad y la fantasía van de la mano. Luego de una corta reunión con la senadora, pasamos a saludar al Jefe de Gabinete (hoy Presidente de la Nación) quién nos dispensó un rato más prolongado. Aún guardo las fotos de ese momento (después de todo son parte de la historia personal) e incluso atesoro la imagen del encuentro en New York del matrimonio Kirchner con Rupert Murdoch, entonces mandamás de esta cadena, junta también conseguida por el esfuerzo de los caminantes de esa fría tarde del 2007. Eran tiempos de amores con el capital.

Al empezar a escribir estas líneas mi foco era encontrar parábolas entre la súper producción “Game of Thrones” (GOT) y las crueles batallas que estamos presenciando. Pero desde el cajón de mis recuerdos aterrizó ese invierno del 2007, en el que por espacio de no más de una hora, estuvimos con los Pimpinela de estos atormentados días. La ficción se me hizo realidad y me ayudó a poner marco y relación entre lo supuestamente irreal y lo real. Hoy, catorce años después, nos están haciendo vivir un reality de locura y perversión. Si algo no me pasó por alto, es que en la inconmensurable producción de HBO, no se muestran tan claramente los sufrimientos de los pueblos de cada uno de los siete reinos. Esa desdicha y pobreza aparece marginalmente, ya que el centro de la temática es la lucha de poder entre las diversas coronas. La plebe no es protagonista, ni aún con mínimas historias, solo los Señores de los Castillos apabullan con sus intrigas y traiciones. Intentaré deambular un tiempo tratando de encontrar paralelismos entre GOT y la patética realidad que estamos viviendo. Siempre me pregunté cual era la razón para que esa miniserie fuera la preferida de nuestra “vicepresidenta”, en ese entonces en ejercicio de la presidencia. Curiosa evolución desde “Los Simpsons” hacia “Game of Thrones”. Si usted no la ha visto, me permito sugerirle que lo haga, ya que rápido entenderá porque la Doctora de la Patagonia siente enorme atracción hacia la creación de David Benioff y D.B Weiss. GOT fue estrenada en abril de 2011 y en su octava temporada pareciera que se la ha dado por terminada. Recogí por allí algunas frases sueltas, maravillosamente escritas por George R.R. Martin, quien dio inspiración inicial a esta superlativa zaga. En este espacio tomaré algunos semblantes de los maravillosos personajes de GOT.

Syrio Forel, primera espada de Braavos, afirma que “el hombre que teme a la derrota, ya ha sido derrotado”. Agregaría por mi parte que nunca un cobarde puede liderar un ejército y que si alguien sufre porque le han sacado un simple vocero de prensa, jamás podrá escalar cimas. El ser humano se mide por los desafíos que enfrenta y más insignificante es cuanto más pequeñas son sus batallas.

Lord Petyr Baelish, es un increíble personaje escondido detrás de un disfraz de servicial articulador supuestamente preocupado por el bienestar de todos, es en realidad un Maquiavelo de alta escuela con la capacidad de poder cambiar de bandos, posiciones y pensamientos con la facilidad de un camaleón. Baelish entiende que el caos es la oportunidad para su crecimiento personal y por lo tanto su vida está llena de intrigas, mentiras y negociaciones espurias. Y si bien Baelish nunca fue Intendente de ningún condado, logra con sus fríos cálculos mostrarse como imprescindible a la hora de las revueltas. En el clímax de su cinismo nos dice: “El caos no es un foso, es una escalera. Muchos intentan subirla y fracasan y nunca podrán hacerlo de nuevo, pues la caída los destroza. Pero otros, si se les deja subir, se aferrarán al reino para siempre”.

En el bando de los campeones y campeonas del “garche”, tenemos a Cersei Lannister, quien entiendo que jamás vivió en Puerto Madero ni anduvo de recorrida por la provincia de Buenos Aires. Ella es capaz de cualquier estrategia en pos de su victoria, pero a la vez no siempre puede lograr sus máximas ambiciones, ya que no tiene la prudencia e inteligencia necesaria para llegar a tal fin. Cersei no puede aceptar opiniones dispares por lo que solo se sabe rodear de mequetrefes zalameros. A ella le debemos: “Las lágrimas no son la única arma de las mujeres. Lo mejor está entre las piernas”. Quizás el personaje puede ser un poco más amplio si incluimos a otros actores de las batallas de las Pampas, ya que Cersei es enormemente narcisista y ambiciosa al punto en que solo puede amar a sus hijos y, obvio, a ella misma. Entiende que el amor es solo para los débiles.

Al estribo hablemos de Tywin Lannister, hombre frío, rígido e implacable casi sin emociones visibles. Desconfía de absolutamente todo, en nadie cree y abraza el lema que “el fin justifica los medios”, su frase de cabecera es: “Cualquier hombre que deba decir ‘soy el Rey’, no es un verdadero Rey”. Le ruego que me exima de hacer comparaciones o asignarle nombre propio a estos personajes. La seguimos en unos días.

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