¿Implosión controlada?

Fumata blanca. Pasadas las 22 del viernes y luego de afiebrantes reuniones el Gobierno logró presentar un Gabinete y conjurar, al menos por el momento, la crisis que detonó la debacle electoral

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Cristina Kirchner y Alberto Fernández
Cristina Kirchner y Alberto Fernández

El berrinche cristinista que se expresó con una renuncia masiva de funcionarios K y posterior latigazo literario funcionó. Ganó Cristina.

CFK impuso su rigor. No hubo canje de rehenes. Santiago Cafiero dejó la Jefatura de Gabinete y Wado de Pedro fue reconfirmado como Ministro del Interior.

Todos los funcionarios que renunciaron en abierta rebeldía a a la autoridad presidencial permanecen en sus cargos. Nadie se va.

Martín Guzmán salvó la piel. Pero su permanencia en la cartera aparece objetada y condicionada.

Políticamente astuta, CFK logró presentar a las cosas de manera tal que su sobrevida al frente de Economía no sonara a concesión. Más temprano que tarde mandó a decir que ella no pedía su renuncia y atribuyó a operaciones de prensa la confusión.

En el caso de Juan Manzur, también ejerció a tiempo un preciso control de daños. En la furiosa carta abierta del jueves dedicó un curioso párrafo a presentar su eventual ingreso al Gabinete como una sugerencia suya a AF. Cuando la misiva se hizo pública, el gobernador tucumano estaba reunido en Olivos con el Presidente. Verdad o consecuencia.

La primera baja reportada corresponde al albertismo. Juan Pablo Biondi, Secretario de Comunicación y hombre del círculo íntimo del Presidente, presentó en mano su renuncia indeclinable. Vapuleado por CFK, se fue lamentando las ofensas recibidas. Está claro que el Jefe de Estado saldrá absolutamente dañado tras la implacable golpiza a la que fue sometido por el kirchnerismo.

La semana corrió desconcertante dejando a la intemperie la fractura expuesta que sufre la coalición en el gobierno.

El Frente de Todos implosionó. El detonante partió del corazón mismo del oficialismo. Ni las corporaciones, ni los medios hegemónicos, ni el poder concentrado, ni los capitales especulativos. Cristina lo hizo. La feroz carta pública que la vice descerrajó sobre el Presidente en las últimas horas del jueves, no sólo desnudó las irreconciliables diferencias que perturban la gobernabilidad, sino quién y desde donde se ejerce el poder.

En el núcleo germinal de la coalición anida el agente de su autodestrucción. La falla está en su génesis: la fórmula contra natura que ideó CFK para recuperar el Gobierno. Inspirada en un convencimiento -sin ella no se llega y con ella no alcanza-, sirvió para ganar, pero resultó absolutamente ruinosa para gobernar.

El audio en el que la diputada Fernanda Vallejos describe, sin remilgos ni decoro, la mirada que el espacio kirchnerista tiene acerca de la figura del Presidente, su gabinete y el rumbo de la economía, sólo fue un anticipo de lo que se conocería más tarde. La filtración de esa pieza antológica funcionó como una advertencia desde el núcleo más duro de los K. Una descripción brutal y descarnada acerca de cómo se califica en La Cámpora y en el Instituto Patria al Jefe de Estado.

El último audio que viralizó Vallejos, ya en la mañana del viernes, de 14 minutos de duración y en el que solo habla ella dirigiéndose a un tal Marcelo, confirma que la estrategia de demolición fue tan exitosa como deliberada. “Qué parezca un accidente”.

Desde ese sector de la militancia Alberto Fernández es percibido no sólo como “un enfermo… un mequetrefe”. Es, por sobre todas las cosas, un okupa, alguien que en las palabras de Vallejos “pusimos ahí” y que carece de legitimidad para el ejercicio de su función.

CFK redobló la apuesta. Lo suyo fue una declaración de guerra. En su literatura, que espeja de manera lineal los conceptos de la legisladora, sale a escalar la crisis dejando a cielo abierto el desprecio que le inspira el Presidente de la Nación. Un mensaje ilevantable y devastador. Ella no anda con vueltas. Es cruda. O mata o muere. El mensaje que le destina a Alberto Fernández es claro: o se subordina absolutamente o se enfrentará a un infierno.

“Cuando tomé la decisión, y lo hago en la primera persona del singular porque fue realmente así, de proponer a Alberto Fernández como candidato a Presidente de todos los argentinos y argentinas lo hice con la convicción de que era lo mejor para mi Patria. Solo le pido que honre aquella decisión”, escribió.

La apuesta dejó a Alberto Fernandez sin aire. La mención de Juan Manzur no hizo más que sumar degradación a la figura del Presidente, pero puede que haya terminado de convencer al tucumano de aceptar el desafío. Hasta ese momento varios gobernadores se negaban a aceptar. Sergio Uñac, el primero. El sanjuanino se preserva para el futuro.

A partir de allí a Alberto Fernández no le quedaron muchas opciones. O rompía o se subordinaba. La misiva arruinó la estrategia de un honorable intercambio de ministros. La idea de un canje 2X2 o 3X3 pasó a ser registrada como una señal de arrugue albertista camuflado de negociación. Puro make-up. Un regreso a la sumisión lisa y llana.

No es se trata solo de una cuestión de nombres. Tampoco una crisis de identidad política. “Es la economía, estúpidos”. Lo dijo Vallejos es su cloacal exposición mediática. “Fue una derrota catastrófica. Por mí se pueden ir bien a la ‘c de su m’...le estamos regalando la vuelta a la derecha…y esto va a ser una catástrofe... Este es un gobierno que fracasó...este Frankenstein nos está devorando…hay que levantar este muerto...mamita…”

“El primero que se tendría que ir es Guzmán...es uno de los principales paladines de la derrota...Estos tipos están rifando un capital político que es ajeno. No es de Alberto ni de Massa...acá si no dinamitamos este Gobierno y armamos un Gobierno nuevo, de esta no salimos…”

Cristina dice no querer que, al menos por el momento, Martín Guzmán se vaya. Ella sólo quiere que él también acate sus decisiones. “No estoy proponiendo nada alocado ni radicalizado” asegura.

CFK quiere que Guzmán lleve el déficit fiscal de 2,1% del PBI al 4,5% previsto en el presupuesto del 2021. O sea que destine el 2,4% pendiente a bajar plata a la calle.

Considerando que cada punto del PBI es equivalente a $420.000 millones es fácil calcular de qué estamos hablando. En síntesis: que se deje de pisar plata, que pare con el ajuste. Al menos hasta noviembre. Ya se sabe: sin plata en los bolsillos de la gente no se ganan elecciones. Después vemos.

Basta leer para entender. En la carta abierta de CFK están explicitadas las razones que desataron esta tempestad. Cristina Kirchner jugó a despegarse y despegar a los suyos del resultado electoral. No está dispuesta a hacerse cargo del costo de la derrota. En el trayecto embistió contra el mismísimo Presidente de la Nación.

“No lo dije una vez, me cansé de decirlo y no solo al Presidente de la Nación... Fui, soy y seré peronista. Por eso sabía que así no podíamos ganar”.

De confirmarse en noviembre el resultado electoral del pasado domingo, CFK no solo verá evaporarse su capital simbólico, sino que ella y su prole terminarán expuestos al trabajo de la justicia. Sin mecanismos que garanticen impunidad quedarán a merced de la tarea de los jueces.

Es intensa pero no come vidrio. Ninguno de los funcionarios que integran el compacto dispositivo político del kirchnerismo en el área de la Justicia presentó su renuncia. Siguen firmes, abulonados, pegados con cemento a sus poltronas.

Su irrupción literaria, no solo la hizo recuperar centralidad sino que también produjo el efecto de gas paralizante sobre el peronismo no K, que comenzaba a ensayar gestos de autonomía y respaldo al vapuleado Presidente.

“Aquí decido yo” salió a decir escalando hasta lo impensable el conflicto.

La seguidilla de tweets de Alberto Fernández cuando en la primera hora del jueves aseveró que “la altisonancia y la prepotencia no anidan en mí... La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente” merecían un correctivo. No tardó en llegar.

Cristina sale en principio fortalecida, pero su arremetida aceleró el proceso de descomposición que afecta al Frente oficialista y a su núcleo gestante: el cristicamporismo.

“Es una pena tanto daño auto infligido” señala la vicepresidente en ejercicio del poder. La única frase que puede admitir una doble lectura. ¿Quién dañó a quién en esta diabólica seguidilla de acontecimientos?

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