Causas y consecuencias de la viralización de fake news

Un estudio reciente reveló que 5 de cada 10 personas recibió noticias falsas sobre la pandemia. Los adultos mayores son los más propensos a compartir contenido no chequeado

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Existe un vínculo entre las personas que comparten información continuamente, con comportamientos asociados a reacciones de emergencia y emoción
Existe un vínculo entre las personas que comparten información continuamente, con comportamientos asociados a reacciones de emergencia y emoción

En el último tiempo hemos visto que el fenómeno de las noticias falsas en el mundo digital se ha convertido en una realidad. Las fake news no son un fenómeno nuevo, pero sí un problema cada vez más frecuente teniendo en cuenta la hiperconectividad a Internet y las redes sociales.

Hemos comprobado en estudios realizados en nuestros laboratorios que 5 de cada 10 personas reciben fake news sobre la COVID-19 en las redes sociales, especialmente a través de mensajería instantánea como WhatsApp. Es por ello que cabe preguntarse: ¿cuáles son los motores para este tipo de fraude?

Existe un vínculo entre las personas que comparten información continuamente, con comportamientos asociados a reacciones de emergencia y emoción. El anonimato, la suplantación de identidad y el empleo de las plataformas tecnológicas y bots son herramientas que los ciberdelincuentes explotan en su favor para engañarnos de forma más efectiva. Más de la mitad de la información que circula en diferentes plataformas proviene de fuentes no tradicionales, y dado que el chequeo de datos requiere mucho tiempo y esfuerzo para investigar la veracidad de las afirmaciones, muchas (si no la mayoría) de las “noticias” nunca se verifican.

El coronavirus y el aislamiento de las personas fueron el escenario ideal para la difusión de noticias falsas. Muchas de ellas en el 2020 giraron en torno al origen del virus, personalidades afectadas y métodos para prevenir o combatir el contagio. Este fenómeno dio lugar al término “INFODEMIA” que utilizamos para describir al conjunto de información que rodea a la COVID-19 y que se refiere no solo a una avalancha de información, sino al hecho de que no está verificada y de ser poco precisa.

Las fake news tienen un 70% más de probabilidad de ser replicadas que las noticias verdaderas, pero el problema no son los bots o las plataformas, sino las personas. ¿Quiénes son más susceptibles a caer en ellas? Hemos comprobado que los adultos mayores tienen muchas más probabilidades de visitar sitios web de fake news o compartir artículos de este tipo de noticias. Las personas que difunden información errónea, a menudo creen en ella. Por el contrario, la desinformación se elabora y difunde con la intención de engañar a los demás. Todo depende de quién lo comparta y por qué; por ejemplo, si un político difunde estratégicamente información que sabe que es falsa en forma de artículos, fotos, audios e incluso memes, etc., eso es fake news.

Los efectos de la desinformación son peligrosos porque estas campañas desvían la atención de otros temas importantes y alimentan conflictos, y en ese sentido cabe mencionar tres principales efectos de este tipo de fraudes. El primero de ellos, que la desinformación perturba y perjudica. Esto se debe a que las noticias falsas son diseñadas para alterar la vida y distraer a los ciudadanos de temas más importantes; así, estas campañas son utilizadas para alimentar teorías de conspiración después de grandes tragedias como: tiroteos masivos, atentados o la pandemia. Otro efecto es la ampliación de conflictos. Las campañas de fake news que tienen motivaciones políticas se pueden difundir a través de gobiernos extranjeros, grupos políticos y teóricos de la conspiración. Aunque cada uno de estos grupos puede tener diferentes motivaciones, el resultado es el mismo: intensificar los conflictos sociales. Por último, identificamos una amenaza contra el proceso democrático como tercer efecto. Esto se atribuye teniendo como ejemplo a las granjas de trolls rusas, que difundieron fake news que favorecieron a Donald Trump durante las elecciones presidenciales del 2016 en los Estados Unidos. El uso de anuncios pagos en Facebook para difundir desinformación hizo que los estadounidenses se enfrentaran entre sí. Las fake news socavan la confianza en las noticias reales y los gobiernos, y las implicaciones de esto para la democracia son enormes.

Un ejemplo más reciente es el caso de las elecciones en Alemania, donde varios legisladores de los partidos de la coalición gobernante se vieron afectados por ciberataques, antes de las elecciones federales del próximo 26 de septiembre. Hubo intentos orquestados por el grupo de ciberdelincuentes Ghostwriter para obtener los datos personales de inicio de sesión y login de legisladores federales y estatales, con el objetivo de apropiar su identidad. Este grupo, conformado por una red de personajes ficticios, identidades falsas y autores fantasmas, distribuyen contenido falso, a través de posteos y técnicas de viralización en redes sociales y servicios de mensajería instantánea, como WhatsApp y Telegram. Estos ataques podrían servir como preparativos para operaciones de manipulación de contenidos, influencia y fake news así como campañas de desinformación relacionadas con las elecciones parlamentarias.

Está claro que la industria del ciberdelito con fines económicos hace uso intensivo de la magia que conlleva la posibilidad fáctica de preservar anonimato y persistir en operaciones subrepticias. Las técnicas y el conocimiento son definitivamente aplicados a este nuevo segmento de la industria, el que posibilitaría manipular una opinión, por no decir “la cabeza” de los seres humanos, sin límite de fronteras y las 24 horas del día.

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