En una nota publicada hace unos días en un diario económico, el vicepresidente 2 del BCRA Jorge Carrera analizó la Posición de Inversión Internacional (PII) argentina, una estadística elaborada por el Indec cuya evolución nos permite aportar evidencia sobre algunas discusiones de política económica que dominan la escena pública.
En la PII, el Indec estima el monto de los activos y pasivos externos de los residentes en determinado momento del tiempo, consistente con los flujos de ingresos y egresos con el exterior medidos en el balance de pagos. La PII es presentada abierta por categoría funcional y por sector institucional, clasificación que permite, entre otras cosas, distinguir la situación del sector público de la del sector privado.
Al observar los datos de diciembre de 2020 vemos que, como desde hace muchos años, la economía argentina es acreedora neta con el exterior, es decir, el monto de los activos externos supera con creces al de los pasivos. Para decirlo de otro modo, con el stock de casi USD 400 mil millones de activos externos que teníamos a fines del 2020 se podrían cancelar los USD 278 mil millones de la deuda y otros pasivos externos, y todavía nos quedaría una posición neta positiva de USD 122 mil millones, suficientes para pagar casi tres años de nuestras importaciones de bienes.
La PII es presentada abierta por categoría funcional y por sector institucional, clasificación que permite, entre otras cosas, distinguir la situación del sector público de la del sector privado
Pero entonces, ¿en Argentina sobran dólares? Y si fuera así; ¿cómo es posible que desde hace años convivamos con crisis tan dañinas y recurrentes en el mercado cambiario? Esta aparente contradicción, que Carrera califica de “paradojal”, empieza a entenderse cuando analizamos los datos por sector institucional: mientras que la PII del sector privado es ampliamente positiva, el Gobierno (en donde se consolidan activos y pasivos del Tesoro y del BCRA) muestra una posición neta deudora de gran magnitud. En Argentina, al sector privado le sobran los dólares, mientras que al Gobierno le faltan.
Carrera destaca esta asimetría pero la asocia a un “problema distributivo”: el inconveniente sería que los activos están en manos de una “parte mínima del sector privado”, que estima en el 5% de la población. No hay estadísticas que permitan determinar la distribución por estrato de ingresos de los activos privados en el exterior, aunque podemos presumir que probablemente reproduzcan un patrón de concentración similar al de los ahorros locales, y al de los ingresos de la población. En cualquier caso, el 5% estimado por Carrera es un valor a todas luces muy bajo. De acuerdo a los datos del BCRA, en 2020 hubo más de 4 millones de personas que compraron dólares por los canales formales, el 13% de la población mayor de 19 años. Sumemos además a todos quienes compraron dólares en el mercado informal, y a quienes ya los tenían pero no compraron en ese período, y llegaremos a un porcentaje mucho mayor.
Es importante recordar que cerca de la mitad de los activos externos privados considerados en las estadísticas de la PII son dólares billete, la mayoría de ellos guardados en el país en cajas de seguridad bancarias y en los hogares de millones de personas. En la metodología oficial no importa que los dólares estén físicamente dentro o fuera del país: en todos los casos se trata de activos externos, fondos que para el relato kirchnerista son parte de la “fuga”, ese término malicioso y falto de rigurosidad que lamentablemente el BCRA ha incluido en informes oficiales recientes.
Se estima que el total de dólares en billetes que poseen los argentinos ronda los USD 200 mil millones. Es un dato sorprendente, ya que implica que los argentinos tenemos cerca del 10% del total de los dólares en circulación en el mundo (USD 2.040 mil millones según fuentes oficiales) y el 20% de los dólares que están fuera los Estados Unidos. Si hacemos las cuentas en términos per cápita llegamos a un dato que parece inverosímil: los argentinos tenemos en promedio más dólares en efectivo que los propios estadounidenses: 4.400 dólares por habitante en Argentina, versus 3.081 dólares por habitante en Estados Unidos. Los dólares billete no solamente no nos faltan: somos seguramente el país que más dólares por habitante tiene en el mundo.
Se estima que el total de dólares en billetes que poseen los argentinos ronda los USD 200 mil millones. Es un dato sorprendente, ya que implica que los argentinos tenemos cerca del 10% del total de los dólares en circulación en el mundo
Por su impacto macroeconómico, el problema relevante de nuestra PII es el rojo del Gobierno, no la distribución de los activos netos privados. Todos quisiéramos una mejor distribución del ingreso y la riqueza, pero aunque la tuviéramos -en particular en el ahorro en activos externos-, el problema seguiría siendo el mismo: el sector privado tendría una sólida posición de activos netos con el exterior (mejor distribuida), mientras que el Estado seguiría como deudor frente al resto del mundo.
Imaginemos por un momento la situación inversa: el sector privado con una posición neta externa negativa, y el Gobierno con activos en dólares -por ejemplo reservas en el BCRA- muy superiores al monto de su deuda en moneda extranjera. ¿Alguien puede creer que si esa fuera la situación enfrentaríamos la zozobra cambiaria que vivimos en la actualidad?
Cuando uno mira el stock de una variable en un determinado momento del tiempo, ese stock es el resultado de la evolución de los flujos de los períodos anteriores. En este caso, la asimetría entre la posición actual de activos netos del sector público y privado es consecuencia de dos comportamientos opuestos: los privados han ahorrado sistemáticamente en los últimos años, mientras que el sector público se ha endeudado en forma neta para financiar su déficit. Lejos de la cuestión distributiva, el endeudamiento externo neto del Gobierno es un reflejo del déficit fiscal casi permanente del Estado argentino.
Todos quisiéramos una mejor distribución del ingreso y la riqueza, pero aunque la tuviéramos el problema seguiría siendo el mismo: el sector privado tendría una sólida posición de activos netos con el exterior, mientras que el Estado seguiría como deudor frente al resto del mundo
Ante estos datos aparecen las recomendaciones, las expresiones de deseos que en muchos casos no son cumplidas ni por quienes las manifiestan: “los argentinos deberían ahorrar en pesos”. Suelen ser los mismos que defienden enfáticamente el endeudamiento público en pesos con el argumento de que la deuda en moneda local se puede licuar y se puede reestructurar. Para ellos no hay restricción presupuestaria del Estado en pesos, porque siempre imaginan formas compulsivas para financiar los desequilibrios en perjuicio de los ahorristas argentinos: tasas reales negativas, financiamiento del Banco Central al Tesoro, apropiación del crédito bancario. El problema es que los ahorristas también lo saben, porque lo han sufrido una y otra vez. Por eso rechazan ahorrar en activos locales y eligen otras monedas, especialmente los dólares. Sin ahorro en pesos no hay financiamiento relevante en esa moneda para el Estado, que siempre deficitario, debe recurrir al financiamiento externo o a la emisión monetaria.
Un segundo aspecto importante tratado en la nota de Carrera es la evolución en el tiempo de los activos y pasivos externos, en particular los del sector público. El vicepresidente del Central se concentra en el período de la presidencia de Mauricio Macri, poniendo el foco en el aumento de la deuda, el préstamo con el FMI y la formación de activos externos. En un nuevo capítulo de “Ah pero Macri”, pone el acento en la variación de los pasivos públicos externos per cápita entre 2015 y 2019, que según los datos de la PII del Indec crecen un 64% entre 2015 y 2019, para llegar a USD 3.332.
La idea de que la “falta de dólares” es la fuente principal de nuestros problemas económicos se ha instalado en el imaginario económico del gobierno, y de buena parte de nuestra sociedad
Compartiendo la validez de utilizar la información en términos per cápita, los números de merecen dos cálculos complementarios para reflejar adecuadamente el panorama de la evolución reciente de la PII pública. El primero es construir el indicador por habitante no solamente con la deuda pública externa, sino con los saldos netos, es decir, con la diferencia entre activos y pasivos públicos que publica el Indec. Desde el punto de vista de la riqueza, endeudarse o liquidar activos genera el mismo efecto.
En 2019, la PII por habitante del sector público fue negativa en USD 2.055, un rojo USD 841 mayor al que recibió Cambiemos en el 2015. Es interesante analizar lo que sucedió con ese mismo indicador en los cuatro años anteriores, es decir, bajo la segunda presidencia de CFK. Los datos muestran que la PII neta pública por habitante también se deterioró, y a un ritmo mayor al del período Macri: en los cuatro años de CFK el rojo por habitante creció USD 861, al pasar de un saldo negativo de USD 353 en 2011, a USD 1.213 en 2015. Mientras que en el período CFK el deterioro fue mas pronunciado en los activos (por la caída en las reservas del BCRA), en 2015 – 2019 las reservas crecieron, pero la deuda creció a un ritmo mayor.
La idea de que la “falta de dólares” es la fuente principal de nuestros problemas económicos se ha instalado en el imaginario económico del gobierno, y de buena parte de nuestra sociedad. Los datos oficiales, sin embargo, desmienten esta hipótesis. Nuestro “balance” frente al resto del mundo es positivo gracias a que el saldo negativo del sector público, que viene empeorando desde hace muchos años, es más que compensado por una robusta posición acreedora del sector privado.
Nuestro “balance” frente al resto del mundo es positivo gracias a que el saldo negativo del sector público, que viene empeorando desde hace muchos años
“El Estado se tiene que apropiar de esos dólares”, reaccionan algunos al ver estos datos. Por momentos parecen olvidar que en nuestro marco legal y constitucional, la única forma legítima en la que el Estado puede “apropiarse” de fondos del sector privado es cobrando impuestos. Si pretendiera incrementar su PII, el Tesoro debería gastar menos de lo que recauda, y con ese superávit comprar activos externos y/o cancelar su deuda con el exterior.
La fragilidad de la PII del sector gobierno es el reflejo de sus permanentes desequilibrios fiscales. En la medida en que el Estado ordene sus cuentas no solamente podrá revertir la tendencia negativa de la deuda neta externa pública, sino que seguramente contribuirá para que, en un marco de mayor estabilidad y confianza en la marcha de la economía, gran parte de ese ahorro externo de los argentinos se vuelque al consumo y a la inversión, contribuyendo a la recuperación y al crecimiento.
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