El derrumbe, el reñidero y un país en llanta

La quiebra del Gobierno tiene como fondo a los habitantes distribuidos por la Argentina que pasan una situación angustiosa en todos los órdenes

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Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Alberto Fernández y Cristina Kirchner

No puedo uno aburrirse aquí, piensa el observador curtido. Tampoco puede ser feliz porque cada día espera con su mensaje de inquietud y susto. Pero la felicidad es –piensa, tal vez- una aparición brusca, una racha interior y breve. En cambio tenemos estos días entretenidos, durante los cuales los resultados muy adversos para el Frente de Todos rajaron la gobernabilidad necesaria.

No es que el observador curtido haya pasado de largo ver qué pasaba al reunir los hechos desde su sillón con ventana de reflejo del Mar Dulce. La reiteración en socorro de los males adjudicados a Macri como argumento sobado hasta la exasperación. Era muy poquito para tanta insistencia y poco para ofrecer. El discurseo incansable del Presidente, a veces en calma, a veces a los gritos sin transición. El cumpleaños en Olivos -hay analistas que juzgaron poco importante a la hora de votar, pero influyó: en una semana, de fuente serie, bajó nueve puntos en su imagen-, la pandemia y su nebulosa para enfocarla de inmediato como un hecho, una herramienta política, el affaire Pfizer . Las vacunas de Putin que se quedaron a medio camino -una dosis- y los inventos apresurados para explicar que con una estaba muy bien. Piruetas que promovieron desamparo y vergüenza porque surgieron de científicos oficiales después de ir y venir al cuete en la ruta Buenos Aires-Moscú-Buenos Aires.

Se veía venir aún desde el fortín del Conurbano. Allí se reciben sin descanso imágenes de pobreza, inseguridad y miedo, cloacas a cielo abierto, yuyal, zanjas, chiquitas como la niña M, se acuerdan, que cantan una frecuencia tapada. Un mundo podrido detrás de cortinas. El peronismo y su joya histórica, la justicia social, empezó a entreverse en esta etapa como una técnica de convertir a los pobres -50%- en estrategia de un sistema rentable. ¿Qué justicia social, perdón? Se olía y se huele en el aire de la Argentina. El observador curtido juntó los pedazos de dos años, tomó distancia, comparó, miró lo ocurrido sin quejumbre: tendría que ser obligatorio ser extranjero alguna vez como formación integral de una educación, la posibilidad de la distancia. Unos seis meses, no menos, para ver las cosas con distancia y ver claro más tarde. Y, como tantos, estaba a la vista, estaba ahí. Se iba a marchar hacia un frenazo y un llamado severo de atención en el timón del Estado. Debe quizás agregar como algo más que la suma de las partes producidas. Algo inefable que sin embargo se siente.

Como factor esencial asomaba que una parte del Gobierno no es democrática sino un recurso burgués y “reformista”, que la libertad es según cómo se mire, que hay quienes se sienten mensajeros del pueblo encarnados, seguros de un destino elegido. Incómodos acompañantes de cama para sectores más realistas y con aceptación y con gradaciones democráticas, como un camino menos terrible que la persistencia de la “revolución”, diosa a la que puede sacrificarse contra los paredones ensangrentados a quienes se interponen. Y una gran cantidad de habitantes de nuestro país que quieren paz, no ser robados ni por motochorros ni por políticos, desarrollarse -¡ sobrevivir!-, volver al ascenso social aniquilado, ganar su alimento, incluso también su riqueza si se consigue con trabajo de manos limpias. Personas corrientes. Millones. De ellos partieron el sueño tranquilo de la noche de las PASO: no iremos a Venezuela, no iremos a Nicaragua.

Claro que no fue sin antes sortear los festejos gubernamentales de eyaculación precoz política y aclamaciones radiantes hasta mucho más tarde las caras y gestos del resultado final. Ese desfile de desprecios y rostros de abominación en general bajo los barbijos es digno de repasarse varias veces, se dice el observador curtido. Vale mucho más que cualquier teoría, que cualquier justificación y reconocimiento a medias del Presidente. A partir de ese momento, empezaba para él y sus fieles una operación de acoso. Fue in crescendo, mientras se presentó el mariposeo de renuncias a Alberto Fernández y poco a poco el Gobierno electo y herido por las internas que sería raro cambiara el itinerario hasta las próximas elecciones por realidades capaces de transformación en los poderes. Así miró el observador curtido, lo que se estaban produciendo no era otra cosa que una ruptura en el Gobierno, con la espada desenvainada al ataque de la diputada y economista Fernanda Vallejos. Una tremenda acometida y al unísono una declaración programática que va más lejos de las lamidas que produjeron las heridas del voto. Conceptos, ideas y alusiones como lápidas de las que no se puede volver. No había nada que agregar ni intentar las típicas disculpas del tipo “si a alguien hubiera ofendido”. Previsto o filtrado, dio en el blanco y todo saltó por los aires.

Al llegar a ese punto, el observador curtido -en la ventana veía oscurecer y el resplandor del río se había vuelto entre negro y azul a lo lejos- reparó en que la quiebra del Gobierno en pugna tiene como fondo a los habitantes distribuidos por la Argentina que pasan una situación angustiosa en todos los órdenes. Por eso es apremiante explicar, desanudar y exponerlo públicamente en cada minuto. Advirtió que es una actitud prescindente en la oposición -lo hicieron ellos, que lo arreglen ellos- es una metida de pata hasta la verija. Concierne a las instituciones, al futuro. Tiene que decir algo y pronto.

Lo que está arriba revela la derrota en las elecciones que enfilan al 14 de noviembre y a asegurarlas sin ninguna duda. El derrumbe, la riña, se produce en un país en llanta.

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