Berretas guapos de barrios estuvieron gritoneándose por semanas, tal vez meses, sobre quien tenía las mejores cualidades para conducir comarcas un poco más grandes que las que ellos ya estaban habitando y, en algunos casos, saqueando. Luego de pensarlo vanamente, llegué a la triste conclusión que daba exactamente lo mismo escribir estas líneas, antes de las elecciones o hacer correr a mis editores y entregarla luego de las mismas. Es viernes 10 de septiembre y arremeto mi teclado con la total convicción de que nada cambiará para cuando esta nota sea publicada y leída. Los problemas y angustias que acarreamos, seguirán cualesquiera haya sido los campeones de esta mínima contienda. Estamos en la llanura, sin cobijo y las tropas del acecho arrojan mentiras una tras otra sin freno ni recato. Nuestras armaduras, el estudio y el trabajo lucen ruinosas y deslucidas. Poco y mal se estudia y los trabajos existentes ya no agregan la plusvalía que nos permitirían crecer. Los del llano caminan la estepa sin hidalguía, “sin peto y sin espaldar, allí van cargados de amargura” (de León Felipe, en el Poema “Vencidos”). Da vuelta en mi cabeza una imagen perturbadora. Ellos, los guerreros de la nada y del vacío, guarecidos en sus fueros y detrás de sus pieles de amianto, se vomitan operaciones, acusaciones y eximiciones de juicios y prisiones. El pueblo agazapado en el llano, casi acostado y temeroso, ve pasar esas martingalas por sobre sus cabezas que tienen el destino de llegar a otras fortalezas y de otros reinados. Vuelan puntudas lanzas y envenenadas flechas sobre las testas de los comunes. Sobrevivir es la consigna. No es tiempo de sueños y menos de utopías. Como Quijotes tratamos de recorrer la llanura, con el desaliento a cuestas y sin fuerzas de batallar.
Pareciera que en el griterío nadie se ha percatado que el retroceso del país es brutal. En lo económico, viviendo en cepos imposibles de explicar a terceros, lo cual trae y traerá una serie de consecuencias inmediatas que pareciera que pocos se han dado cuenta. La carencia de divisas hará que no podremos importar maquinarias, repuestos, insumos para la salud. El “vivir con lo nuestro” será una cachetada en nuestras caras pues el aparato productivo no solo languidece, sino que también requiere de materias primas para tenerlo activo. “Vivir con lo nuestro”, antigua fantochada declamada en los setenta, cuando el mundo no tenía este grado de integración comercial. Hoy los países que más han crecido son aquellos que han tenido fronteras más abiertas para dar paso así a un mayor intercambio entre las naciones. Todos se preguntan a cuanto se irá el dólar y cuando ocurrirá, pregunta sin sentido si las hay. La pérdida de confianza en el peso no comenzó hace poco, ya que ha sido un proceso que se arrastra desde hace décadas. Nadie demanda pesos, nadie los quiere. Los pesos queman en nuestros bolsillos y en nuestras cuentas corrientes. “Fuera pesos, quiero productos o verdes billetes”, es parte ya de la sabiduría popular y no hace falta ser doctores en alta economía para darnos cuenta de la realidad. Tendremos un último trimestre del año tumultuoso, impredecible y la inflación se acelerará más, ya que la parva de pesos, disfrazados de LELIQ, ejercen una presión inmensa. ¿Es que tiene sentido pensar que el dólar se puede ir a $200, $300 o lo que fuera? El país se entierra en la pobreza y sigue cayendo día a día en cualquier índice que queramos analizar. En el plano educativo vivimos en estado de farsa permanente al decir de la investigadora Guillermina Tiramonti. Con inteligencia y dureza, la Profesora Tiramonti afirma de cómo es posible que al terminar trece años de escuela, los jóvenes no saben leer adecuadamente y menos interpretar un texto, concluyendo que tenemos montada “una gran farsa educativa”, donde los maestros “hacen que” enseñan y los alumnos “hacen que” aprenden. Es una suma de mentiras que da como resultado el cero mismo. Es un fenomenal simulacro donde el Estado solo trata de mantener tranquilos a los sindicatos y los padres dejan a sus hijos en las aulas, ya que deben correr a sus trabajos… y también para que puedan comer. ¿La educación? Bien gracias. Tiramonti asegura que “los docentes y los alumnos construyen acuerdos tácitos con los que van zafando unos y otros, y así pasa el tiempo y se aprueba el nivel”.
Fui docente en forma ininterrumpida por cuarenta años y debo ser franco que, en la segunda mitad de mi carrera por las aulas, trataba de guarecerme cada vez más en postgrados, dado que por lo menos allí encontraba algo de pensamiento crítico, interés por el progreso y donde yo mismo podía seguir mi curva de aprendizaje. ¿O acaso un maestro no es otra cosa que un alumno que decidió quedarse en un claustro para siempre? El conocimiento irremediablemente es una acumulación de experiencias, pero por sobre todo es un proceso continuo de lectura. Cuando unos pocos quieren imponer verdades únicas y hasta reescribir la historia es porque previamente han logrado anestesiar a los más jóvenes. Pobres aquellos que creen que siempre tienen razón, ya que la duda y el cuestionamiento son los más fuertes motores del crecimiento. No me avergüenza decir que la llama y la fuerza para enseñar a los más jóvenes se me fue extinguiendo lentamente.
Intenté en este espacio rendir tributo a escritores que usaron la “llanura” como parábola al desnudo y a los miedos a la intemperie. Hemos vuelto al enorme llano, lugar liso, chato y sin destinos visibles. Como dice Jorge Luis Borges (Poemas El Testigo y Coronel Suarez), los hombres en ciertas oportunidades se pierden en los confines de las llanuras y sus vidas naufragan sin sentido por la lucha, acorralados vagamente tristes quedando así en los confines del vasto sur. Estar en el llano es estar sin refugio y creo que ese es el sentimiento reinante en la mayoría de los argentinos. Si llegaron hasta aquí, les dejo una delicia de Antonio Machado (Poema El Loco): ”Es una tarde mustia y desabrida / de un otoño sin frutos, en la tierra estéril y raída / donde la sombra de un centauro yerra / Por un camino en la árida llanura / entre álamos marchitos a solas con su sombra y su locura / va el loco hablando a gritos”.
Los locos de Machado están entre nosotros. Es hora de no escucharlos y ponerlos simplemente a trabajar, estudiar, cuestionar, arremeter.
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