La salida a la crisis

El año viejo no acaba de morir, pero nos deja la sabiduría de la cepa y la raíz del tiempo. El año nuevo aún no ha nacido, pero nos invita a caminar en calma por una nueva viña

Los días que van desde Rosh Hashaná (el Año Nuevo judío) y el Iom Kipur (el Día del Perdón), son llamados: “Iamim Noraim” - “Los Días Terribles” (Nicolás Stulberg)

El poeta alemán Bertolt Brecht fue perseguido por el nazismo y condenado al exilio por sus ideas políticas. Testigo de los tiempos más oscuros de su sociedad y de la fragilidad del alma humana, escribió: “La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”.

Los días que van desde Rosh Hashaná (el Año Nuevo judío) y el Iom Kipur (el Día del Perdón), son llamados: “Iamim Noraim” - “Los Días Terribles”. Son días donde nos enfrentamos a la crisis de mirar a los ojos, al tiempo. La crisis existencial de lo que todavía no se fue, y de lo que aún no ha llegado. De todo aquello que no logramos dejar atrás, y de lo que todavía no somos.

Es una gran definición para los sentimientos que sobrevuelan estos días. Un año envejecido, cansado, que no termina de morir. Un año joven, esperado, que no se anima a comenzar. Y la crisis interior que genera el vivir entre los tiempos. Por un lado la crisis de la angustia: la que pide dejar en el año que aún no muere todo lo que nos cambió la vida este tiempo, y todo lo que no logramos cambiar. Por el otro, la crisis de las expectativas: la que espera que el año que aún no nace nos devuelva algo de lo que esta nueva normalidad nos quitó. La que ruega por un año un poco más dulce.

La palabra “crisis” viene del verbo, en griego antiguo, “krinein” que significa “juzgar para tomar una decisión”, y de su sustantivo “krisis” que significa justamente “juicio” o “decisión”. Rosh Hashaná también lleva el nombre de “Iom Hadin – El Día del Juicio”. Por lo que esa noche nos llama a enfrentar nuestras crisis, llevarlas a juicio, para entonces tomar decisiones. Decisiones que logren cerrar los tiempos viejos, para hacer nacer los tiempos nuevos.

La lista de las crisis del año es variada y extensa. El virus y la pandemia nos arrastró a la peor crisis, la humanitaria, con la dramática pérdida de más de 100.000 vidas. En paralelo llegó la crisis sanitaria por la falta de vacunas, que antepuso lo ideológico a la prioridad de salvar tantas de esas vidas. Luego llegó la crisis de la vergüenza: la política se vacunaba de manera VIP antes que nuestros abuelos, y se encontraba en celebraciones prohibidas por los protocolos que había prescripto esa misma política, mientras esos mismos abuelos no podían abrazar a sus nietos en sus últimos cumpleaños. La acompañó la crisis educativa, con nuestros chicos sin escuelas abiertas y ninguna noción aún de la proporción de sus consecuencias. El agravamiento de la crisis económica y social, que nos deja como saldo un 50% de inflación y otro 50% de pobres. La crisis de los miles de misiles caídos en todo Israel, con la inmediata reacción antisemita global y la crítica a su defensa, incluso desde nuestro país. La crisis de la soledad y la distancia dentro de cada casa, dentro de cada familia. Distancia social, distancia afectiva, distancia de lo que conocíamos. Distancia de aquello que tanto disfrutábamos o de lo que dábamos por sentado.

La palabra “crisis” en hebreo se dice: “MASHBER”. Y dentro de nuestros textos sagrados toma al menos 3 significados:

El primer “MASHBER” es un verbo, y lo encontramos en el Libro del Éxodo (32:19). En el momento de mayor crisis del relato bíblico, Moisés baja con las Tablas de la Ley en sus manos y ve al pueblo adorando un becerro de oro. El profeta, quebrado por la desilusión, arroja las Tablas de sus manos. El texto dice: “VAISHABER otam tajat haar” – “Y las quebró a los pies del monte”. La palabra “MASHBER – crisis” aquí, es utilizada para describir el quiebre de un pacto. El pacto entre el cielo y la tierra estaba roto. Cuando el pacto que une un vínculo se quiebra, sea un pacto social, de amor, de confianza o de amistad, pareciera que ya no queda margen para ningún futuro. Sin embargo en el texto, las Tablas rotas son apenas el preludio de la escritura de las nuevas Tablas. Lo que genera el quiebre, es un nuevo pacto. Un pacto que permanecerá eterno desde los milenios hasta hoy. Las Tablas nuevas serán escritas con el conocimiento de lo que se quebró. Desde esta perspectiva, la crisis que vivamos es la oportunidad de escribir un pacto nuevo, más sólido, más fuerte, más real. Un nuevo pacto, pero con el sello del recorrido de nuestra sabiduría.

El segundo MASHBER es descrito como un estado emocional, y se encuentra en el Libro del profeta Ioná. Según el relato, Ioná quiere escapar de su misión en el mundo y parte en un barco hacia cualquier lugar. Una tempestad lo arroja al fondo del mar y es tragado por una ballena. Aislado, solo, distanciado del mundo que alguna vez conoció, se pone a rezar: “Naar isobebeni, kol MISHBAREJA vegaleja alai abaru” - “Me rodearon las aguas, todas las ondas y las olas cayeron sobre mi” (Ioná 2:4). La imagen de la crisis aquí es la del agobio, la del peso de lo que nos hunde. La carga de lo cotidiano, el estrés de lo urgente, ese estado de abatimiento donde falta el aire. Cuando en silencio notamos que lentamente, la realidad nos arrastra hacia abajo. Conocemos como Ioná el peso y las consecuencias del aislamiento y la soledad. Es desde las profundidades, donde Ioná inspira profundo y se conecta con la Fuente, con el Origen de Todo. Renace, sale otra vez al mundo y se transforma en un agente de cambio para su sociedad. Allí en la crisis de las profundidades y la soledad, descubre el sentido de su vida. Se hace la voz que llama al cambio, desde la raíz de los conflictos. En esta lectura, una crisis es el origen de la renovación y el re-descubrimiento de la misión.

El último MASHBER es un lugar. En el libro del profeta Isaías encontramos: “Ki bahu banim ad MASHBER” – “Los hijos han llegado hasta el lugar en donde nacen” (Isaías 37:3) . Según este texto, MASHBER es el nombre que tenía en la antigüedad la piedra donde las mujeres daban a luz. La imagen de la crisis aquí es ese lugar donde todo nace. Cada nacimiento es sin dudas, un milagro único. Pero sabemos también, que llega rodeado de piedras, de nuevos temores, problemáticas, incertidumbres y desafíos. La crisis que estemos atravesando aparece aquí, como el lugar desde donde volver a nacer. Que sea una piedra nos enseña, que no será desde la frágil inocencia de creer que entonces a partir de este nuevo comienzo todo será perfecto. Si hemos llegado al MASHBER, a la crisis, es para dar a luz. Conscientes de lo complejo del año que aún no ha nacido pero asumiendo a la vez, que sólo nosotros estamos llamados a darle vida.

Amigos queridos. Amigos todos.

Bertolt Brecht también dijo: “Tal vez sea un error mezclar vinos distintos, pero el viejo saber y el nuevo bien se mezclan”.

El año viejo no acaba de morir, pero nos deja la sabiduría de la cepa y la raíz del tiempo. El año nuevo aún no ha nacido, pero nos invita a caminar en calma por una nueva viña. Donde la siembra haga de nuestras crisis, semilla para nuevos pactos. Donde la fragancia de las uvas nos haga inspirar profundo, para volver a salir al mundo con una misión y un proyecto de cambio. Donde podamos descubrir que el campo más verde es el refugio que queda en el alma de los nuestros. Ese lugar desde donde volver a nacer.

Entonces, sabios del año viejo, y hacedores del año nuevo, con una copa de vino al cielo, decirnos a los ojos en estos días donde nace el tiempo: ¡Lejaim! ¡Por la vida!

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