Como decíamos ayer...

Hay maestros y profesores que creen que sus alumnos fueron puestos “en pausa” hace 18 meses y que cuando retomaron las clases, hace algunos días, solo era cuestión de apretar ENTER para que todo recomenzara desde donde quedó

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Un aula vacía, una de
Un aula vacía, una de las imágenes más repetidas durante la cuarentena (REUTERS/Agustin Marcarian)

Luego de padecer cárcel por varios años (3 a 5 en Valladolid ) el fraile agustino Fray Luis de León retomó su cátedra en Salamanca y cuando lo hizo (cuenta la leyenda) comenzó del siguiente modo: “Como decíamos ayer…”.

Poeta, teólogo, astrónomo, humanista, filósofo del Renacimiento español del siglo XVI época en las que se podía ser de todo un poco, ya que poco se conocía de todo, el fraile fue preso por la Inquisición, por traducir a lengua vulgar (Vulgata) el Cantar de los Cantares, que solo se podía leer en hebreo.

Hecha esta introducción, quisiera utilizarla como metáfora, para contar qué ocurre en la educación primaria en la Provincia de Buenos Aires, en el ámbito privado, en particular.

Hay maestros y profesores (no todos por cierto) que creen que sus alumnos fueron puestos “en pausa” hace 18 meses y que cuando retomaron las clases, hace algunos días, solo era cuestión de apretar ENTER para que todo recomenzara desde donde quedó, en el momento de la suspensión de las clases por la cuarentena infinita impuesta en este país por la pandemia de COVID 19.

No voy a criticar las medidas sanitarias tomadas por el Presidente por consejo y sugerencia del ministerio de Salud, ya que lo hice infinita cantidad de veces y no quiero aburrirlos con la misma cantinela. De todos modos, aprovecho la ocasión para reiterar que fueron un desastre desde todo punto de vista. Nada quedó exento de daño provocado por la llamada, literalmente, cuarentena eterna, sumada a la eterna ineptitud e impericia de quienes la promovieron de ese modo. Hoy “investigadores” estrella de protocolos de vacunas, que luego compra el Estado Nacional. Ellos las prueban, las recomiendan y las mandan comprar. Sin remordimientos, mucho menos duda ética alguna.

Vuelvo a “como decíamos ayer…”.

Repito conceptos que escuché en boca de los mas prestigiosos pediatras y pedagogos del país, la cuarentena y las actividades online fueron un golpe muy duro para el aparato psíquico de los niños de toda edad, en especial los alumnos que estaban terminando la primaria, como se llame ahora esta etapa de la educación básica.

“No entiendo” y “lo puede volver a explicar porfa, seño” son las frases mas frecuentes en un aula, hoy por hoy. Algunas maestras se irritan y enojan, ya que sospechan que los chicos no hacen el esfuerzo suficiente para entender, que son lentos, perezosos y que no ponen todo el empeño que hace falta para aprender.

¡Error! No es casi nunca así. Los niños están desmotivados, confusos, tratando de volver a insertarse en una realidad que les cambió por completo en un par de semanas.

Sin adaptación alguna pasaron de una pantalla en su casa a un aula que funciona con: distanciamiento, ventilación, tapabocas, alcohol gel y con escuelas que hacen que los alumnos lleven tapabocas hasta en la hora de educación física.

¿Les parece fácil la adaptación a estas circunstancias? ¿Creen que los chicos no recuerdan, no sufrieron estrés postraumático, son de plástico reciclable?

Paciencia, paciencia y comprensión, dejen de enojarse con los chicos que no son otra cosa que las víctimas propiciatorias de medidas tomadas por adultos, que nunca los tuvieron en cuenta, en aras de evitar un mal mayor que llegó de todos modos.

Creen que no se sienten inseguros, amenazados por un enemigo invisible que los “grandes” no pueden manejar, controlar. Si a nosotros nos causa terror lo que ocurre con esta pandemia y en cada mesa de cada lugar de Argentina hoy la gente no habla de otra cosa que la marca de vacuna que le tocó o el tiempo que falta para la segunda dosis que no llega, cuando ya se habla de una tercera.

La incertidumbre de los adultos es una catástrofe para los niños.

No soy un experto en pedagogía ni pediatra, solo tengo ojos y oídos, algo de sentido común, por momentos solo por momentos, que me permite ser el vocero de los locos bajitos.

Dejen de presionar, dejen de protestar, abran mas el corazón y presten el oído al murmullo que viene desde el metro cuarenta de altura y les pide que tengan consideración. Que si no entiendo es porque no entiendo, no para molestar.

Gracias.

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