Tolosa Paz, su sexómetro, su carta natal y su desprecio por los viejos

Las intervenciones de la candidata oficialista son, cuanto menos, llamativas

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Los candidatos del Frente de Todos, Tolosa Paz y Gollan, junto a Cristina Kirchner y Alberto Fernández en campaña
Los candidatos del Frente de Todos, Tolosa Paz y Gollan, junto a Cristina Kirchner y Alberto Fernández en campaña

La verborrágica Victoria Tolosa Paz se encamina a quedar en la historia electoral de la Argentina como la intérprete de la calidad y cantidad de sexo que tienen los dirigentes y por su explicaciones astrológicas a la hora de ver las crisis económico sociales.

No se sabe si la cabeza de lista del kirchnerismo provincial aspira a recortarse como una pensadora peronista. Sus intervenciones de “peso” en esta campaña son, cuanto menos, llamativas.

Algunos estadistas de su partido prefirieron citar las 20 verdades peronistas, hablar de terceras posiciones (en el alineamiento mundial, se aclara por las dudas) o se inclinaron por recordar que donde hay una necesidad hay un derecho. Tolosa, vaya a saberse si en puro arranque de originalidad, acuñó su termómetro de la contingencia económico social con un “no hay felicidad de un pueblo sin garchar” y, a la hora de entender la geopolítica de las naciones, su ya célebre “hay movimientos en el mundo (sic) que estudian las cartas astrológicas de los países y ver cómo son”. Sexo y horóscopo.

Es verdad que cierto sector del periodismo -me inscribo a la cabeza de ese lote- actuó con cierta liviandad a la hora de interpretar el “sexómetro” de Tolosa. El problema no es que la dirigente elegida para ser la máxima representante del Presidente en ese país llamado provincia de Buenos Aires diga, por sentido contrario, que los no peronistas tenemos poco sexo (ni hablar de los gorilas que, se supone, deben ser partidarios a lo sumo del “rapidito” una vez cada muerte de obispo). El tema es que Victoria vino a dinamitar la principal política de Alberto Fernández para enfrentar el COVID: la cuarentena dura, eterna y rigurosa, salvo, es verdad, para la república de la quinta de Olivos en donde no rigió la ley argentina.

Tolosa Paz es secundada por Daniel Gollán, ex ministro de salud que andaba con marcador rojo en mano, pintarrajeando a los porteños acusados de contagiadores seriales y ordenando en qué paraje bonaerense se podía tomar un café en la vereda en el patio de un bar. Ella reclamaba el derecho al toqueteo inverecundo obturado por las normas de cuarentena defendidas por su Presidente y amigo y ¡por su compañero de fórmula! Raro, al menos.

De la astrología, poco para decir. Desde el ágora de Grecia se sabe de la consulta y pedidos que se hacían a los dioses, planetas y demás yerbas. Quizá en el siglo XXI, a la natural curiosidad por lo desconocido interpretado por Martes, Júpiter, las casas astrales y el ascendente, sea oportuno analizar desde la cámara de Diputados las políticas erráticas de apertura y cierre de exportaciones, los alineamientos con países que descreen de las democracias como Venezuela, Irán o El Salvador y otros pequeños detalles.

Es, por fin, francamente injusto que retengamos de esta líder del pensamiento K sus recientes dichos del garche o la astrología. Injusto e inadmisible. Porque en el mismo momento que Tolosa resbalaba en estos caminos, descalificó a Beatriz Sarlo por su edad. Por vieja. Quizá lo otro sea singular. Esto es abominable.

La escritora Beatriz Sarlo
La escritora Beatriz Sarlo

La autora de “La máquina cultural” y de “Borges, un escritor de las orillas” había calificado a la cabeza de lista del PJ provincial como una “cheta que dice malas palabra”, caracterizándola en su recuerdo como las épocas de la escuela de niños y las “libertades que nos tomábamos. Entonces, tuve como un especie de ramalazo de que ahí había un suelo educativo común que se trasgredía”.

Victoria Tolosa Paz atropelló todo límite de la simpática interpretación de sus dichos. Se puede poner sentido del humor a su sexómetro e, incluso, a su herencia paterna por la astrología. Pero decirle vieja a una persona como modo de argumentar en su contra es espantoso y discriminatorio. “Evidentemente son mujeres de una determinada edad”, soltó sin el menor decoro o respeto personal, cuando le preguntaron por Beatriz Sarlo. Ser viejo, para ella, ¿implica la desconsideración inmediata por lo que se dice? Aparte de la partida de nacimiento, ¿tiene algún argumento de fondo para debatir con Sarlo?

Tolosa agregó: “Vamos a tener que trabajar para que las próximas mujeres que tengan plumas y escriban puedan no negar la existencia de otras haciendo otras cosas, claramente”. ¿Perdón? Primero, traducción al castellano básico de ese párrafo. Luego: ¿Trabajar sería impedir que opinen?

Podría recordársele a Tolosa que Sarlo es una de las mujeres más brillantes del pensamiento contemporáneo. Su sola condición de médium (uso este término para acercarme al vocabulario de la candidata) entre la obra de Borges y nosotros, los meros mortales, la transforma en irrepetible. Podría también repasarse la fecha de nacimiento de seres que rodean a Victoria, coetáneos de Sarlo, y consultarle si ella también va a a “trabajar” (sic) para que ellos escriban como “debe ser” (sic).

Sin embargo, alcanza con reproducir las palabras de la ensayista cuando la consultaron sobre si se sentía ofendida por la descalificación de “vieja”: “No tiene ninguna importancia, ni que (Tolosa Paz) abra la boca diciendo malas palabras. Estoy acostumbrada a que me digan vieja y pedante. Les falta decirme petisa pero es que en la tele no me enfocan las piernas. Tampoco Tolosa dijo nada demasiado interesante como para que tenga importancia lo que diga. Veremos lo que hace en el Congreso”. Gracias, Beatriz, otra vez.

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