Cómo crecen los países en desarrollo

Entre la narración partidaria y la verdad de los hechos

El contexto global real previo a la pandemia era el de un mundo que estaba transitando un pleno proceso de convergencia del desarrollo, se estaba verificando un histórico anhelo de las teorías del crecimiento económico (Reuters)

Una porción de la actual dirigencia política de la Argentina, de una relativamente relevante cuantía electoral agregada e incluso integrada por una cierta diversidad partidaria, está tratando de instalar, en el llamado “colectivo imaginario” de la opinión pública, la construcción de una narración que la aparición de la pandemia del virus Covid-19 es una especie de colofón de un período de importantes desatinos macroeconómicos globales, adjudicados genéricamente a las democracias del capitalismo occidental, con el resultado de una inequidad mundial y que, en ese marco general, el virus surgiría como un “gran ordenador global” e iniciador de una nueva era, “más justa”.

El argumento es el crecimiento de la brecha entre el conjunto de las naciones ya desarrolladas y el de los países en vías de desarrollo, pero incluyendo, erróneamente, en estos últimos a todas las naciones subdesarrolladas, estén o no en efectivas vías de desarrollo. La objetiva y detallada evidencia empírica, siempre trabajosa y por ello menos explorada, no avala esa hipótesis teórica, resultando así una más de estos tiempos de los muy creativos relatos, que se inscriben en la llamada “post verdad”. Resulta entonces interesante recordar la situación mundial existente en la década previa al impacto de la pandemia y de las diversas cuarentenas iniciales derivadas de ella.

Durante la década que transcurrió desde la post crisis bursátil global de 2008/9 hasta 2019 inclusive, el mundo institucional en su conjunto, casi unas 200 naciones, había acumulado un crecimiento económico promedio del 32%; esto es una muy meritoria tasa media global de expansión del 2,5% acumulativo anual. Los países ya desarrollados, aproximadamente una treintena, habían crecido en ese período un promedio del 16% acumulado y los países que efectivamente estaban transitando por las “vías de desarrollo”, menos de un centenar de naciones, habían acumulado un crecimiento económico medio de 45%, unas 3 veces superior a la de los países ya desarrollados.

Durante la década que transcurrió desde la post crisis bursátil global de 2008/9 hasta 2019, el mundo institucional en su conjunto, casi unas 200 naciones, había acumulado un crecimiento promedio del 32 por ciento

Por lo tanto, el contexto global real previo a la pandemia era el de un mundo que estaba transitando un pleno proceso de convergencia del desarrollo, se estaba verificando un histórico anhelo de las teorías del crecimiento económico, la que ocurre cuando los países de menor desarrollo relativo, pero solo aquellos que adoptan voluntariamente los probados instrumentos conducentes al progreso, crecen más rápido que las naciones ya desarrolladas. Y lo hacen porque, entre muchas otras cuestiones, se organizan y absorben el conocimiento moderno y la innovación tecnología e incrementan su productividad a un ritmo mayor que el de los países líderes, ya consolidados.

Solo aquellos países que adoptan voluntariamente los probados instrumentos conducentes al progreso, crecen más rápido que las naciones ya desarrolladas (EFE)

Es el fenómeno llamado “catch up”, generando una convergencia “hacia arriba”, basada en una inteligente interactuación comercial con el mundo, en un generalizado y “amable clima interno” de paz y de trabajo productivo y formal, receptivo de las inversiones, tanto propias como foráneas, en un marco de reglas modernas, racionales, claras de interpretar y válidas en el largo plazo. La innovación tecnológica de la comunicación y el transporte y las libertades comerciales juegan un rol preponderante.

Sendero de desarrollo

Muchas, pero no todas, de las numerosas economías denominadas “emergentes” lo son realmente, y están efectivamente transitando el referido catch up, derivado de las transferencias del conocimiento aplicado y de las habilidades productivas modernas.

La verificación de la efectiva convergencia es, finalmente, el test empírico de estar realmente transitando un sendero de desarrollo, con la cantidad y la calidad del crecimiento económico necesario, sustentado en la inversión y el consumo. Existe un subconjunto de naciones que crecen sostenidamente a una tasa superior que la de los países ya desarrollados, si bien algunos lo hacen a un mayor ritmo que otros, pero, todos van “hacia arriba”. Así era aquel mundo y su proceso real, al que la pandemia interrumpió.

La innovación tecnológica de la comunicación y el transporte y las libertades comerciales juegan un rol preponderante

Incluso, si observamos dentro de las naciones ya desarrolladas, eran los EEUU los que las lideraba, pero con una acumulación de crecimiento económico en aquella década de solo el 20%, superando por el doble al promedio de los países de la Europa occidental y a Japón.

En las economías realmente “emergentes” el líder era, y aún lo es, China, con un exuberante crecimiento económico acumulado del 67% entre 2009 y 2019, también casi duplicando al crecimiento del 35% de la Europa del Este. También muchas jóvenes naciones de África crecían. Sería “demasiada post verdad doméstica” ver en aquel marco a un fracaso global.

En las economías realmente “emergentes” el líder era, y aún lo es, China, con un exuberante crecimiento económico acumulado del 67% entre 2009 y 2019, también casi duplicando al crecimiento del 35% de la Europa del Este (AFP)

Ahora bien, sí la muy corta visión periférica del citado sector de nuestra dirigencia política local se dirige sólo hacia la región de la América latina, ésta sí que presentaba una muy magra acumulación de crecimiento económico promedio durante 2009/19, de solo 12%, claramente divergente, ya no sólo del mundo desarrollado sino también del mundo de las naciones en efectivas vías de desarrollo.

Únicamente México creció por entonces un 22%; pero, los 2 grandes países de Sudamérica ya mostraban gruesas fallas de desarrollo. En Brasil, un muy débil crecimiento económico de sólo un 3% acumulado en aquella década y, en el caso de Argentina, se trata incluso de una reversión, de un decrecimiento económico de más del 2% en el período reseñado. Este indudable fracaso, tanto de la ausencia de crecimiento económico como también de equidad, esta última muy narrada pero casi inexistente, no puede proyectarse culpando a los países ya desarrollados. Casi un centenar de naciones, varios de ellos de la propia región de Latinoamérica, transitando diversos senderos de convergencia, nos dejan en la evidencia de nuestras graves falencias.

Causas del atraso económico

Se trata de una aguda y prolongada crisis de ausencia de crecimiento económico, producto de, entre muchas otras causas, un muy escaso intercambio comercial exterior y excesivas restricciones y regulaciones económicas internas. Latinoamérica es así, la única región del mundo cuya mayoría de países son aún muy divergentes del crecimiento económico global. En realidad, está transitando por las “vías del subdesarrollo”, según la preclara expresión acuñada por el profesor Paul Levy de la Universidad de Lovaina, como atinadamente lo refiere recientemente Vicente Massot en su última obra, la muy recomendable “La excepcionalidad argentina”.

Brasil registró entre 2009 y 2019 un muy débil crecimiento económico de sólo 3% acumulado. Argentina, se trata incluso de una reversión, de un decrecimiento económico de más del 2 por ciento

De persistir en el error, sus destinos solo pueden ser el de países “subdesarrollados sostenibles”, que puede resultar funcional a una práctica electoral doméstica redituable, pero de una política de muy baja calidad, la de la “administración de una creciente pobreza”. O peor aún, el de ingresar al muy penoso conjunto de los denominados “países fallidos”, ya directamente bajo “narco estados”, casi sin gobernanza pública alguna. Él siempre muy lúcido pensador egipcio Nassim Nicolas Taleb, autor del memorable clásico “El cisne negro”, es muy afecto a plantear a los escenarios de las ciencias políticas y sociales utilizando los conceptos provenientes de las llamadas “ciencias duras”, más precisamente de los derivados de los principios físicos fundamentales de la misma ingeniería.

Así, ante una muy inesperada e impactante circunstancia exógena de graves consecuencias negativas, como lo es la sorpresiva aparición del virus, los países solo podrían reaccionar de unas 4 grandes maneras posibles:

1 - Quizás reservada solo para las naciones ya desarrolladas, es la de disponer de la capacidad denominada “anti fragilidad”, que otorgan las instituciones sólidas, los poderes públicos legítimos, divididos, limitados, capaces y transparentes, la moneda sana, etc; que los hace estar preparados para reaccionar rápidamente ante la contingencia y continuar operando casi inmediatamente. A modo de un ejemplo, tal como lo hacen los cinturones retráctiles y los “airbag” en los vehículos, ante una brusca frenada o una colisión;

2 - Otro fenómeno físico, ya más conocido, como el de la resiliencia. Probablemente sea esta la reacción de los países en conducentes vías de desarrollo, que se deforman ante la fuerte e imprevisible solicitación externa pero, al cabo de un tiempo, logran retornar a sus formas originales;

3 -) Acusar el duro golpe externo, no romperse, pero quedar el país con “deformaciones permanentes” y diversas secuelas graves, que impiden na posterior recuperación completa; sería el símil físico de la reacción de las naciones persistentemente declinantes, que en realidad transitan “vías de subdesarrollo”; y

4 - Cuando la grave contingencia externa negativa supera largamente a una muy precaria resistencia interna, se provoca la llamada “rotura frágil” y casi inmediata. Allí la Nación y el Estado “se quiebran” y queda ya en la muy penosa situación de un “país fallido”. Actualmente, el mundo ya está presentando a los diversos casos de las reacciones de las diferentes naciones. Todas ellas están comenzando a experimentar alguna de las 4 grandes tipologías descriptas. Seguramente ellas quedarán aún más visibles dentro de un par de años pero, sin dudas, el más penoso de los casos sería el de no reconocerse y el continuar adjudicando las culpas del fracaso al mundo, ingresando ya a los, más complejos aún, casos de la ciencia de la psicología social.

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