Pero Macri. Sin duda que, escarbando, el gobierno de Mauricio Macri fue peor … hasta que llegó el presente. Las cosas no mejoraron. No. Es que, día que pasa, el pasado es más propiedad de los que hoy actúan que de aquellos cuyos males, los de hoy, acaban de heredar.
En esta política argentina, la devaluación de la palabra no tiene piso. Borrar el pasado propio devalúa. Borocotización. Florencio Randazzo habla como si no hubiera pasado por todas las etapas de adhesión en 12 años de kirchnerismo explícito.
Hoy Alberto Fernández -fracasos en el combate a la pobreza, espectáculo de terror narco e inseguridad- ejerce un discurso militante para romper cualquier puente que trate de aproximar territorios engrietados. ¿Lo hace en defensa propia? La profesora, más allá del contenido, ¿está bien abusar de una posición dominante que reduce a polvo el supuesto cuidado del discurso de todos y todas, albañiles y albañilas? Fernández es docente autorizado, aunque no profesor designado por la Facultad, y no puede avalar esa conducta profundamente antipedagógica. ¿Acaso algo más lejos de la paideia, de la humanitas o de la areté que ese espantoso video? ¿Cómo avalarlo?
Por todo eso hay un apetito de pasado que consiste en ansiar que lo que ocurrió no haya ocurrido. Un apetito que nos lleva cada vez más atrás.
Hubo alguna vez los tiempos en que la pobreza era mínima y un estado de tránsito, porque rápidamente se salía al ritmo que las fábricas crecían, empleaban y los asalariados en blanco eran inmensa mayoría.
Hubo alguna vez los tiempos en que la pobreza era mínima y un estado de tránsito, porque rápidamente se salía al ritmo que las fábricas crecían, empleaban
Hubo alguna vez la seguridad en las calles, las puertas abiertas en la Ciudad, los chicos en las escuelas, ni abundancia de porro, paco, coca, ni narco dueño de territorios. La grieta existía, tal vez distinta, pero no tenía, al menos, estas consecuencias sociales y se miraba al futuro con la idea de que la inclusión creciente, la aproximación al progreso colectivo, iría construyendo el ideal de la Nación que era un ideal. No apropiarse de “la Nación” para excluir a los otros.
Hasta en los números viajamos con el apetito del pasado. ¿Por qué? Es que en 2022, finalmente, el PBI habrá superado el nivel de 2010. No es una mala noticia. Habremos “recuperado” - según las palabras del ministro Martín Guzmán - el nivel de hace 12 años.
Optimismo retrospectivo o apetito del pasado. Consciencia de la decadencia que nos embarga el futuro.
Peor sería “no darse cuenta”. Mejor sería “dar cuenta”. Darse cuenta es dejar de mentirse. Guzmán no habló de crecer, ni de desarrollo. Estaría mintiéndose. Apenas dijo “recuperando”. Siempre gerundio. El pasado era mejor. Cierto.
“Dar cuenta” implica reconocer la causa del estancamiento que hizo que hayamos perdido, no sólo el futuro, sino los niveles del pasado; es responder a las preguntas ¿Por qué perdimos el rumbo y el ritmo del desarrollo? ¿Cuáles fueron las causas eficientes de que así haya sido?
Todos coinciden: las cosas se desbarrancaron a partir de 1975. Algunos insisten en olvidar que entonces ocurrieron cosas, por ejemplo, el rodrigazo que no fue una reacción sino un programa. Un programa pergeñado, qué casualidad, por quién luego sería el autor de la frase “los argentinos somos derechos y humanos” cuando el mundo se sorprendía del salvajismo genocida que transitaba nuestro país.
¿Por qué perdimos el rumbo y el ritmo del desarrollo? ¿Cuáles fueron las causas eficientes de que así haya sido?
Detrás de la represión estaba la vocación de un programa de “a por las joyas de la corona” y el juego previo de los “estúpidos e imberbes” Perón dixit, que desencadenaron la tragedia.
Todo ocurrió sin catástrofes naturales. Las causas fueron políticas: “las políticas económicas aplicadas”. ¿Cuáles? Las que intentaron e intentan, remediar las consecuencias sin asomarse a las causas que las provocan. Causas que los sostienen y garantizan la continuidad del daño. Y va casi medio siglo sin que gran parte de la profesión tuerza el cuello. ¿Cuándo? Sistemática y coincidentemente, desde que las decisiones de dirigentes políticos, que olvidaron la idea central de qué cosa es “hacer política”, se sometieron al recitado de la profesión de los economistas que influyeron excluyentemente. Es decir “tomando el rábano por las hojas”: mala práctica y peor cosecha.
Hacer política
“Hacer política” es tener ideas claras de cómo, desde el Estado, contribuir a construir la Nación. Lo elemental de esa construcción es incluir a todos los habitantes dentro de la frontera social e incluir a todo el territorio en la soberanía del Estado, de modo que no haya, bajo la misma Bandera, el nivel de Bélgica y la pobreza de India: “Belindia”, el país imaginario que, en este territorio, es realidad.
La economía puede brindar instrumentos. Pero “la política” traza el camino. ¿Qué ha generado la dirigencia política en los últimos 46 años? Exclusión de la mitad de los habitantes y desintegración territorial “Belindia”.
En esta campaña o en el discurso político habitual, de las causas no se habla. Se simplifican “los problemas” hablando de sus síntomas o se ocultan o se miente descaradamente con la táctica de asignar la culpa al otro. Vamos mal. La hipocresía, en la política cotidiana, es el pantano donde se hunden -si las hay- las mejores intenciones.
Pasar de la verificación del concepto “rebote de recuperación” a “superación del pasado” implica, necesariamente, un cambio en la concepción y en la acción, de las políticas económicas respecto de las dominantes en los últimos 46 años que son las responsables del estancamiento.
La hipocresía, en la política cotidiana, es el pantano donde se hunden -si las hay- las mejores intenciones
El ministro de Economía propuso (o pronosticó) una tasa de crecimiento de 3% anual para los próximos diez años. ¿Saldríamos de Belindia?, pero no propuso un cambio de rumbo. Y tampoco de ritmo. Para duplicar el PBI por habitante en 10 años se necesita crecer a la tasa del 7,5% anual todos los años y con una política de desarrollo regional convergente.
El pasivo social, la demografía de la pobreza, es explosiva y su administración, privatizados los recursos estatales para generar control, no le abre puertas de entrada a la inclusión.
Es una manera ¿ingenua? de extraviar el sentido de compensación del daño que las políticas económicas les han inferido y que requieren que esa política se revierta para que no seguir martirizando. ¿Lo están haciendo? No. Siempre dude de la lógica de un Ministerio Social que repara lo que el de Economía destruye.
El pasivo externo: la dependencia de todas las cadenas de valor de la manufactura de los insumos importados hace que cada movimiento interno hacia arriba se enfrente a la restricción externa, mientras - al mismo tiempo - la fuga del excedente demanda dólares y la política acude al “endeudamiento externo” de mil maneras. Ese pasivo es consecuencia de la política y mientras no se revierta la que lo produce, se profundizará. ¿Están tratando? No.
Siempre dude de la lógica de un Ministerio Social que repara lo que el de Economía destruye
Siempre dudé de la lógica de un ministro de Finanzas que financia lo que el de Economía destruye.
Décadas sin estrategias de desarrollo
Pasivo social y externo son la dominante concepción de la política económica que nos gobierna desde Isabel, sin exclusiones, hasta Alberto.
Cada uno de esos gobiernos hizo cosas diferentes. Pero todos renunciaron a la estrategia de desarrollo, a la política industrial, a la promoción exportadora y a los incentivos a la inversión. La suma de esas ausencias generó el pasivo social (desempleo, informalidad y pobreza) y el externo (restricción externa, fuga y endeudamiento).
La única medicina sin yatrogenia es la inversión reproductiva. Requiere clima y confianza y enorme cantidad de zanahorias como en todas las praderas del Planeta.
De no mediar una catástrofe nuestro PBI para 2022 será superior al del desastre de 2020. De no mediar un milagro será inferior al de todos los años de la década pasada. El PBI por habitante de 2022 igualará al de 2006.
La única medicina sin yatrogenia es la inversión reproductiva. Requiere clima y confianza
En el último año de Alberto Fernández el Producto Bruto Interno por habitante será inferior al del último año de Mauricio Macri; y muy inferior al último año de Cristina Fernández de Kirchner. ¿Habrá algún trofeo para exhibir? No.
No pudieron exhibirlo Mauricio en 2019 y tampoco Cristina en 2015. En ambos casos el final de la gestión fue peor, en términos por habitante, que el año en que comenzó esa presidencia.
Todos los problemas heredados y los nuevos, serán más difíciles de resolver. Quien crea que puede sólo está perdido. Esto no depende del resultado de estas elecciones sino de los límites de la actual política y la previsible.
Todos los países que han tenido éxito social y político encontraron los recursos cuando fueron capaces de formular proyectos. Eso es el liderazgo del que hace tanto carecemos. Y que por ahora no asoma.
El optimismo posible es retrospectivo e insólitamente hay que despertar el apetito del pasado porque nuestro país fue mejor. Y puede volver a serlo. Para hacerlo necesitamos ser honestos con la memoria. La palabra esta devaluada. Pero si se devalúa la memoria no hay manera de volver al futuro.
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