Sabemos que una cantidad sombría de empresas se ha ido en busca de mejores vientos, síntoma preocupante aunque se finja que no tiene importancia, y que vendrán tiempos edénicos. Esta es la primera vez que el reino de Dinamarca dejará de tener embajadas en la Argentina y en Tanzania. La información se colocó en un plano de segunda línea, como para que la evidencia humillante de que a la monarquía parlamentaria y democrática, con un PBI per cápita de 53. 600 euros y algo menos de seis millones ha a dejado de interesarle el sitio en que habitamos como se pueda.
Ni economistas ni estudiosos en asuntos geopolíticos ni politólogos de mirada respetable (pensadores lucidos no hay ) ni ensayistas ni augures con los ojos en el hígado de las palomas al amanecer han podido encontrar algo mínimamente positivo en el anuncio. Sería absurdo. Es que, no hay modo de verlo, no se cierra una embajada por un tiempito: se trata de una decisión de tiro largo.
El ministro de Exteriores danés, Kofod, lo dije cortés pero sin rollos: siente mucho tomar la decisión porque, en un mundo que ve amenazados los derechos humanos, la justicia y aumenta la violencia terrorista, tiene que concentrarse en las necesidades del pueblo danés. Y ¡qué macana!, se hace necesario a la vez cortar gastos, reformar en ese sentido su diplomacia, designar en lugar de una embajada cónsules honorarios para la tarea de compatriotas o descendientes terminados en “sen” como Nielsen o Mortensen, pongamos.
Hay intercambio comercial entre las naciones en cuestión – sin relevancia: unos 100 millones de dólares desfavorables a la Argentina- y no supone para nada una ruptura. Solo que la decisión no es intrascendente y suena más política que económica. El intercambio no se dañará, en particular el de la harina de soja, productor mayor mundial , y bienes suntuarios de gran calidad por parte de Dinamarca. Son campos distintos, pragmáticos. Las relaciones serán buenas. Pero sin embajada. La diferencia no es chica.
Aunque la Cancillería argentina no ha publicado al respecto, la embajada argentina en Dinamarca seguirá abierta al frente de Conrado Solario Yrigoyen . También los daneses se tomarán un tiempo hasta agosto del año que viene. Como quiera que sea, la retirada de una embajada, aún en buenos términos, no puede entenderse sino en la dirección de que la Argentina de estos días interesa mucho menos: tachame la doble en la generala del planeta.
Quienes vieron la serie “Borgen”, muchos, quizás hayan tenido indicios sobre el país escandinavo. Borgen es la manera coloquial de referiste a Christiansborg , el palacio que reúne los poderes democráticos y el despacho del primer ministro, en este caso la primera mujer en ser electa, Brigitte Nyborg. La interpreta con mucha solvencia la actriz Sidse Babett Knudsen, cuyo personaje – y ella consigo- advierte y aprende el oficio duro del poder que, aún en un lugar tan ordenado, reglado, con mínimos hechos de corrupción , con el índice de felicidad más alta según parámetros de las Naciones Unidas entre 156 naciones seguida de Suiza , no resulta nada sencillo.
Habrá de decirse que esos tipos de mediciones son relativos. Sucede que se miden el ingreso, el ocio, el ánimo, la confianza en las instituciones, en la democracia, en el modo de sentir con respecto al futuro. También se analiza el afecto por la reina Margarita ll- no interviene en política, une y simboliza-, se miden el ocho por ciento de pobres, de otra pobreza si se jugara a las comparaciones, se mide que los legisladores y aún ministros viajen en sus autos particulares y de billetera propia, que paguen las comidas, usen el transporte público.
Con algo siempre opinable, el meneado asunto de la otra cultura, se trata de sondeos eficaces y de hechos, no de sensaciones. El personaje principal de Borgen -una mujer que empieza a dejar la juventud pero no una inmanente sensualidad: el fruto maduro- nos lleva de la mano en el cargo mientras trata de conciliar los conflictos familiares, los celos, la relación con la prensa, las trampas, los intereses, endureciéndose con la responsabilidad de haber sida elegida por el voto y la aprobación formal de la reina.
Casi en susurros se ha dejado dejado caer la noticia . Sin manera de enmascararlo , el cierre de la embajada de Dinamarca en el país es otro campanazo para despertar de tanto en tanto del sueño narcoléptico de nuestra “barranco abajo”. Podremos vivir sin embajada , bueno, está bien. Sería bueno entrever que el retiro sea un camino directo a llevarnos - y quedarnos- como un país en reducción y estima. Apenas un lugar.
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