Según las Escrituras, Jesús fue detenido un jueves a la noche en el huerto de Getsemaní. De allí lo condujeron a la casa de Anás para que primero éste lo interrogue y de inmediato lo llevaron al palacio de Caifás, para ser cuestionado por todo el Sanedrín.
Acto seguido, lo enviaron donde Pilato, quien, luego de una primera sesión lo derivó al gobernador de Galilea, Herodes. Debido a que el reo era galileo, jurisdiccionalmente le correspondía a éste juzgarlo.
Herodes, sin embargo, lo devolvió al gobernador de Judea para que sea éste quien continúe con el trámite judicial.
Al término de ésta segunda comparecencia ante él, Poncio Pilato lo sentenció a muerte. Lo llevaron al pretorio, lo azotaron, jugaron con él y, por último, en medio de una hostil multitud y cargando él mismo su cruz, lo llevaron a la cima del Gólgota.
A las 9 de la mañana del día siguiente, viernes, Jesús ya estaba crucificado. Por lo menos eso es lo que dicen las Sagradas Escrituras, cuyas fidelidades a la verdad no se pone en duda, hasta el punto de que son consideradas palabras de Dios.
Pero, ¿realmente todas esas etapas o fases de aquel episodio judicial sucedieron en el perentorio término de la noche de un jueves y las primeras horas del día siguiente?
¿Acaso todo cuanto ocurrió desde que lo detuvieron hasta que lo crucificaron sucedió en menos de diez horas?
¿Los sumos sacerdotes, los ancianos, los escribas, los setenta miembros del Sanedrín, los falsos testigos, el tribunal presidido por Pilato, el gobernador Herodes, la multitud de agitadores que pedía su muerte, y hasta Barrabás, se movilizaron todos atropelladamente en plena madrugada para atender el caso de un predicador preso?
Como presidente de un tribunal, la tarea de Pilato era: examinar, discutir y reunir las diligencias y pruebas necesarias para poder resolver ese caso que tenía en sus manos. ¿Todo esto lo hizo en sólo unas horas?
La verdad es que tener por ciertas que las cosas sucedieron como se lo relata en la Biblia es un insulto a la inteligencia y un atentado contra la lógica y el sentido común.
Habiendo sido Jesús juzgado según el derecho romano, que las cosas hayan ocurrido como se cuenta en los evangelios es material y técnicamente imposible.
Jesús, preso político
Desde hacía por lo menos sesenta años que los judíos no tenían potestad para detener, enjuiciar y ejecutar a alguien, por lo que resulta que eso de que esa gente mató a Jesús es otra aberración histórica.
En realidad, a Roma le interesaba un bledo las creencias de la gente en sus colonias. Mientras le dieran al César lo que es del César y no se sublevaran contra el Imperio, podían creer en lo que se les antojara.
El problema con Jesús fue que algunos imprudentes seguidores suyos lo proclamaron “Rey de los Judíos”, y eso sí, a los ojos de Roma, era un delito, porque no podía haber más rey que el César.
Consecuentemente, Jesús era un preso político, no religioso. Pilato no ponía en tela de juicio las cosas espirituales que él enseñaba.
Como juez, lo que Pilato debía determinar era si esa persona conllevaba peligro para Roma.
Pero durante el juicio no surgieron evidencias de que Jesús fuese un subversivo, de esos que de tanto en tanto se levantaban contra Roma y terminaban clavados en la cruz.
Así que su resolución, o veredicto, fue: “No encuentro ninguna culpa en éste hombre” (Lucas 23: 4). Concluyó que “no ha hecho nada que merezca la muerte” (Lucas 23:15).
¿Por qué, no encontrando culpa alguna en Jesús y que a su criterio no había hecho nada que mereciera la muerte, terminó sin embargo accediendo a su crucifixión? ¿Fue solamente “para contentar a la multitud” como pretende se Marcos 15:15?
Que lo hizo solamente para “contentar a la multitud” tampoco tiene asidero alguno.
Roma podía mostrar crueldad, pero no barbarie. Dentro de los usos y costumbres de su derecho, un tribunal romano no hacía cosas como eso de limitarse a hacerle dos o tres preguntas a un preso político y después tirarlo a los lobos.
El inmortal derecho romano, del cual desciende nuestra actual jurisprudencia y todavía se enseña en las universidades, no funcionaba como lo presentan los evangelios.
Ya entonces existían los “advocatus” (abogados), la “cautio” (fianza), figuras jurídicas como la apelación, y recursos como el de que ante la duda se debe favorecer al preso.
Como indica Hechos 25: 16, los romanos “no tenían la costumbre de entregar a un hombre antes de enfrentarlo con sus acusadores, y darle la oportunidad de defenderse”.
A Jesús se le dio esa oportunidad de defenderse. Y así se hizo. El problema es que los evangelios, que no son libros de historia, no lo cuentan.
La verdad es que el juicio contra Jesús en realidad duró como mínimo una semana.
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