Nuestra maravillosa Patagonia está sufriendo usurpaciones seriales de tierras. Los responsables son grupos de delincuentes autodenominados mapuches, pero que no tienen nada que ver con ese pueblo noble, pacífico e integrado. La metodología que utilizan es sumamente violenta. Producen incendios, vandalizan todo lo que encuentran y atacan con palizas y guerra de piedras y palos a aquellos que se resisten.
En algunos casos, también utilizaron armas de fuego. Se disfrazan de justicieros ideológicos y por eso desconocen la ley y la bandera argentina. Quieren fundar una Nación Mapuche dentro de nuestro territorio. Aunque parezca mentira, tienen el apoyo incondicional de las autoridades cristinistas. Siempre del lado de los victimarios. Los vecinos viven con miedo a las represalias y a que espanten al turismo que es una de las principales fuentes de ingresos para esa región.
Insisto con esta definición: se dicen representantes mapuches, pero la inmensa mayoría de los auténticos mapuches los repudia.
Diego Frutos, uno de los habitantes que fue atacado con mayor crueldad, denunció la destrucción total de lo que fue la Escuela de Guardaparques. En las paredes, pintaron con aerosol su consigna mentirosa: “Las tierras robadas serán recuperadas”. En realidad, los ladrones son ellos.
La abogada Florencia Arietto pudo registrar lo que hicieron en el campamento Ruca Lauquen del Colegio San José. Ese lugar, alguna vez sirvió para que se alojaran los alumnos pero también para que chicos humildes conocieran la nieve. Hoy lo han convertido en una montaña de chapas y ladrillos. Parece que lo hubieran bombardeado.
Cristina y su militancia más fiel, los consideran poco menos que revolucionarios y por eso, los asisten legalmente y los ayudan a que ocupen tierras, incluso las del Parque Nacional Nahuel Huapi, donde los verdaderos mapuches de la comunidad Wiritray hacen un trabajo maravilloso, porque construyen todo y no destruyen nada.
Esta verdadera pandemia de usurpaciones y destrucción se está produciendo en la zona cordillerana que va desde Villa Pehuenia hasta Esquel y afecta a tres provincias: Neuquén, Rio Negro y Chubut.
La sociedad democrática debería estar alerta y exigir a las autoridades que apliquen todo el peso de la ley a los que la violan. Es cierto que estamos ocupados con la hecatombe de la economía, el fracaso sanitario, la inseguridad galopante y las elecciones que se vienen. Pero acá está ocurriendo algo de extrema gravedad institucional y no podemos mirar para otro lado.
Estamos hablando de los soldados de Jones Huala. Hace unos meses, la Corte Suprema de Chile le negó la libertad condicional. Después que Argentina lo extraditó por pedido de la presidenta socialista Michelle Bachellet, la justicia de ese país lo condenó a 9 años de prisión por los incendios que produjo y por posesión ilegal de armas caseras.
Cuando estuvo en la cárcel de Esquel definió sus objetivos. Su arenga extremista desnuda la calaña de este personaje. Identificó al “huinca capitalista y su poder” como “nuestro enemigo” al que hay que “destruir”. Le recuerdo que Huinca significa “hombre blanco” o extranjero o “no mapuche”.
Mientras un grupo de sus seguidores reventaba a pedradas y palazos a las fuerzas de seguridad que solo ponían sus escudos para defenderse, Huala los incitaba a la violencia colectiva. Les gritó que “por la dignidad de nuestros antepasados hagan lo que tienen que hacer porque no vamos a dialogar más con esta basura asesina, con estos racistas opresores, que les chupan las medias a los gringos y a las multinacionales, a la Sociedad Rural, a esa manga de asesinos”.
Usa palabras mapuches para darles ánimo. “Nehuen” que significa firmeza y energía y le habla a sus Peñis (hermanos) desde el lugar de Lonko, jefe o cabeza.
¿Y qué es lo que tienen que hacer además de lapidar y apalear policías y gendarmes? Lo dijo él mismo sin ningún tipo de disimulo. Les exige “piedra y fuego contra la opresión” y que se defiendan “con todo lo que tengan a mano”. Pero lo más sustancioso, llegó al final: gritó desaforado, “Viva La RAM, viva la CAM, viva la autodefensa y el sabotaje, hasta la victoria, hasta vencer o morir”.
Frente a la confesión de partes, relevo de pruebas. Solito, con sus palabras, se muestra fuera del sistema y de las leyes de la paz y la convivencia. La táctica foquista de estos grupos tiene el apoyo de cierta izquierda delirante, del kirchnerismo lumpen y de la iglesia de Juan Grabois. Entre los dirigentes que más le hacen el aguante hay que anotar a Carlos Zannini, Horacio Piegragalla y Magdalena Odarda, entre otros.
De hecho en su momento, la actual ministra Elizabeth Gómez Alcorta, fue una de las abogadas de Jones Huala. También lo fue de Milagro Sala y de Quebracho. Más claro, imposible. Más delincuentes violentos que mapuches. Más usurpadores que revolucionarios.
*Editorial de Alfredo Leuco en el programa Le doy mi palabra
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