Una de las instituciones más originales del presidencialismo argentino es una figura del parlamentarismo: el Jefe de Gabinete de Ministros (JGM). Y una de sus funciones más originales es ejercer la responsabilidad de algo que en realidad el JGM en los sistemas parlamentarios no es: un primer ministro. Rendir cuentas al Congreso sobre los actos de gobierno es una obligación que se impuso en la Constitución Nacional a partir de su reforma en 1994. Un poco mirando otros sistemas (Gran Bretaña, Australia, Canadá, Japón), un poco innovando, un poco por razones políticas, se definió que el JGM debía asistir una vez al mes a presentar explicaciones y responsabilizarse por la marcha del gobierno. Oscar Oszlak decía que algunos de los atributos de un Estado responsable solo se pueden pensar en inglés: ownership, responsiveness, delivery y (obvio) accountability. Para mencionarlos en castellano, para poder hablar de propiedad, capacidad de respuesta, entrega y (obvio) responsabilidad, según Oslak es necesario que tengan una contrapartida real y una experiencia material, en las conductas autóctonas.
Este 23 de agosto se cumplieron 26 años del primer informe del Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación al Senado y hasta hoy, independientemente de cuál fuera el partido gobernante, no vimos una instalación completa de la institución JGM como enlace parlamentario, ni del mecanismo rendición de cuentas ni de la tecnología “informe de gestión”. Solo se concretaron 1 de cada 2 informes escritos y 4 de cada 10 orales entre los requeridos. ¿Será que la rendición de cuentas no es parte de nuestra cultura? Evidentemente, no tenemos un gran desempeño en la materia “crear instituciones que funcionen”. Tampoco somos buenos en alcanzar consensos para mejorarlas. Después de más de un cuarto de siglo, los informes no cumplen con su propósito de control y participación ciudadana a través de las y los representantes. Sin reglas claras sobre cómo se acuerdan los informes al Congreso, sin estructura de presentación propia y sin continuidad de funcionamiento, hasta el momento nos muestran más potencialidades que logros de transparencia efectivos.
El informe que se redactó por primera vez en agosto de 1995 detalla la marcha del gobierno con relación a cuatro temas. El primero, la crisis financiera internacional y las medidas de emergencia adoptadas (plan) por el gobierno (como dijo Martín Rodríguez, en la Argentina no se soluciona la crisis, se la organiza). El segundo, el desempleo, una descripción profunda. El tercero, las principales acciones de los ministerios (programas), y el cuarto la ejecución presupuestaria (presupuesto) del primer semestre de ese año. El JGM respondió 19 preguntas escritas de cuatro bloques (Cruzada Renovadora, Autonomista, País y Unión Cívica Radical) y 25 preguntas orales durante la sesión informativa, todo documentado en una misma pieza. Así, el primer informe del Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación al Senado muestra estructura de gestión, orden y jerarquía de temas para explicar la gestión. ¿Y los que siguieron?
Por lo menos tres cosas cambiaron desde esos primeros informes: se abandonó la costumbre de presentar un “estado de situación” por escrito, la cantidad de preguntas aumentó significativamente desde 2015 (llegaron a ser 30.000 en una misma gestión) y las sesiones se televisan y alcanzar un público muy amplio por redes y plataformas virtuales. El informe de gestión se transformó. ¿Para mejor, en términos de lograr un Estado responsable?
Solidificar las funciones de la Jefatura de Gabinete de Ministros requiere fortalecer su rol en la orientación estratégica del gobierno, “el plan”; en la implementación, “las políticas públicas”; en la administración general del país, “el presupuesto”; y en la gestión política, “la explicación” de cómo hace todo lo anterior. Para dar el ejemplo, es necesario que la JGM y el Congreso acuerden un mecanismo previsible de presentación de informes. Así como el Primer Ministro Británico asiste una vez a la semana todos los miércoles a brindar informes de 30 minutos al Parlamento. Corto, conciso y al pie. También es fundamental ordenar el informe para que pueda ser leído; volviendo a Ozlak, “la gestión debe estar organizada por temas”. Los temas son los del plan de gobierno, agregamos desde CIPPEC. Y se necesita, además, hacer visibles y accesibles los datos que se presentan, a través de plataformas virtuales ágiles, interpretables y reutilizables. En definitiva, un Estado responsable, abierto e inteligente.
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