El PBI se recupera fuerte, pero continúa lejos aún de su pico histórico de una década atrás

La economía argentina era ya antes del coronavirus un caso excepcional crecimiento bajo y volátil, con récord mundial de años en recesión. Cuántos años se necesitan para recuperar el terreno perdido

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El sector automotor, de gran
El sector automotor, de gran peso para la industria del país, repuntó en junio, pero desaceleró en julio (EFE)

El jueves pasado el Indec informó que la actividad económica se expandió en junio 2,5% con relación a mayo. Una suba tan potente como sorprendente. Si la economía se planchara en ese nivel, el PBI ya habría crecido este año 6,9% con respecto al promedio de 2020 y quedaría solo 2,2% por debajo del nivel de enero-febrero 2020, previo a la pandemia.

Lo más probable, sin embargo, es que el tren no se detenga. A menos que la variante Delta del Covid-19 amenace las condiciones sanitarias y fuerce nuevas restricciones a la movilidad, la economía seguirá expandiéndose en lo que resta del año.

El Gobierno ha enfocado la política económica en estimular la demanda a través de varios mecanismos. La administración de los precios -contener el dólar oficial y congelar tarifas de servicios públicos, mientras se impulsan reajustes de paritarias al alza- mejorará el poder de compra de los ingresos de los trabajadores registrados. A eso sumemos el “push electoral” fiscal que, además de ejecutar obra pública, ofrecerá bonos especiales a jubilados y perceptores de asignaciones familiares durante el tránsito a las elecciones generales.

El “push electoral” fiscal que, además de ejecutar obra pública, ofrecerá bonos especiales a jubilados y perceptores de asignaciones familiares

Desde que lanzamos nuestro primer informe a fines de mayo, en Equilibra preveíamos un crecimiento del 7% para este año. Nuestra proyección lucía inicialmente optimista, pero con el dato reciente, todo indica que nos hemos quedado cortos. Por eso, estamos revisando nuestro pronóstico al alza, acercándolo a la zona del 7,5 por ciento.

Viento de cola

Es reconfortante ver que la recuperación de la economía está siendo tan vigorosa. Un año atrás me costaba imaginar un escenario como este. Es cierto que una porción importante de lo que vemos se debe a factores externos. La rápida y contundente respuesta de los países avanzados, volcando recursos a las empresas y familias ha facilitado un rebote muy fuerte de sus economías. Más importante aún para la nuestra es que la inyección de liquidez de los bancos centrales de esos países ha empujado al alza los precios internacionales de las materias primas que exportamos. Con precios tan altos, las exportaciones sumaron USD 10.000 millones adicionales que -en ausencia de crédito externo- permitieron ensanchar el margen de crecimiento compatible con la disponibilidad de divisas.

Con precios internacionales altos, las
Con precios internacionales altos, las exportaciones sumaron USD 10.000 millones adicionales que -en ausencia de crédito externo- permitieron ensanchar el margen de crecimiento compatible con la disponibilidad de divisas (EFE)

Pero aún con ese mayor margen, me sigue sorprendiendo que la demanda haya mostrado este vigor. Creía que las pérdidas patrimoniales y el endeudamiento de empresas y familias junto a la baja del empleo le quitarían nafta a la recuperación del gasto privado. Probablemente deba correr más agua para saber si estos factores tornarán más anémica la demanda en unos meses o no.

Pero aún si mi preocupación llegara a ser injustificada, quedarán elementos estructurales por resolver para que la economía pueda seguir su marcha e ingresar finalmente en un sendero de crecimiento alto y sostenido. Cansa repetirlo, pero vale la pena insistir. La economía argentina era ya antes del coronavirus un caso excepcional crecimiento bajo y volátil.

Episodios repetidos de crisis

Desde los acuerdos de Bretton Woods, a mediados de la década de 1940, nuestro país atravesó 17 episodios recesivos que suman un total de 27 años de contracción de la actividad; un promedio de una recesión cada tres años.

Encabezaba, además, el ranking de países con mayor número de años recesivos -seguida por la República del Congo, Burundí y Chad- y formaba parte del 25% de países que menos crecieron en los últimos 60 años.

Desde los acuerdos de Bretton Woods, a mediados de la década de 1940, nuestro país atravesó 17 episodios recesivos que suman un total de 27 años de contracción de la actividad

A esa deslucida performance se le sumó el devastador efecto del Covid-19, que en 2020 arrastró al ingreso por habitante (en pesos constantes) a un nivel similar al de 1974. La fuerte recuperación de este año revertirá parte de la caída, pero el PBI per cápita permanecerá todavía 5,5% por debajo de 2019 (pre-pandemia).

Volver a 2019 puede no sonar tan desafiante, pero debemos considerar que ese mojón no es sino un escalón más de nuestra espiral descendente. Ese año, el ingreso por habitante era 8,7% menor al de 2015, que se situaba, a su vez, un 3,4% por debajo del pico histórico de 2011, allá lejos, cuando empezaba a agotarse el espectacular ciclo de altos precios internacionales de las materias primas.

Fuente: Equilibra
Fuente: Equilibra

De esta maraña de números -que puede digerirse mejor observando el gráfico que acompaña a esta columna- me gustaría que se quedaran con este: en 2021, nuestro ingreso por habitante será casi 17% inferior al de una década atrás.

A un ritmo de crecimiento sostenido acumulativo de 4,4% anual en los próximos seis años, en 2027 la Argentina podría volver a recuperar el PBI por habitante de 2011

¿Cuánto tiempo nos llevará volver al nivel de ingreso por habitante de 2011? Nadie sabe la respuesta. Sólo para dar cuenta del desafío ofrezco un simple cálculo. Si tomáramos como horizonte los dos años restantes del mandato presidencial vigente más los cuatro del próximo, la economía necesitaría crecer a un ritmo anual promedio de 4,4%. No será sencillo, pero sí imprescindible.

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