Del estancamiento estructural de 40 años se sale creciendo vigorosamente y eso no está en la agenda

Por ahora la campaña electoral de medio término no augura abundancia de pensamiento y planes. Nadie aspira a ser elegido por su trayectoria, lo que piensa o propone

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Todos los candidatos a ocupar un cargo legislativo señalan errores, inconductas o ignorancias de aquellos con los que compiten. Nos están armando el tinglado para votar por el menos malo (EFE)
Todos los candidatos a ocupar un cargo legislativo señalan errores, inconductas o ignorancias de aquellos con los que compiten. Nos están armando el tinglado para votar por el menos malo (EFE)

Todos los candidatos a ocupar un cargo legislativo señalan errores, inconductas o ignorancias de aquellos con los que compiten. Nos están armando el tinglado para votar por el menos malo. Una campaña negativa para impedir el acceso del otro. Juntar voluntades para que lo peor no ocurra.

Todos reconocen que estamos “ante el colapso”. Todos coinciden en que quien nos ha enterrado en el colapso es “el otro”. La propuesta electoral es “no vote al que nos enterró en el colapso”. No se escuchan propuestas para salir.

Sin embargo, todos esperamos un contrapunto esclarecedor de propuestas diferentes para encaminarnos hacia la salida. No están en oferta. La vocación de responsabilizar al otro por los errores ha llegado a la familia presidencial. En nuestros políticos activos el “arte” es patear la pelota.

Una foto puso en evidencia que en la Residencia Presidencial de Olivos se celebró, en plena cuarentena estricta, una reunión social de una decena de personas jóvenes amigas de la Primera Dama. No familiares. No intelectuales, no científicos. Jóvenes de la moda y de la belleza femenina. Una fiesta sin barbijo y sin distancia social. La realidad negada se presentó como un error que no se volverá a repetir. Pero el “error” fue de “otro”.

Los Fernández, todos, sostienen la curiosa tesis que, las alternativas son o continuidad del error o métodos de la Edad Media. ¿Será la síntesis cultural de estos hombres prácticos? Una virtud pedagógica de este desastre es que nos revela que el “feminismo”, para los mencionados, no es una “convicción”. Es un método de captura electoral de las minorías intensas. Lo mismo hizo Mauricio Macri.

Las “minorías intensas” tienen la enorme capacidad de distraer los conflictos principales.

Repase en qué temas, políticamente correctos, está metido el gobierno, el parlamento, la oposición, los medios; y contraste con el abandono de los problemas reales, que se acumulan desde hace años, y que han ido conformando el colapso que se cierne sobre nosotros.

Repase en qué temas, políticamente correctos, está metido el gobierno, el parlamento, la oposición, los medios; y contraste con el abandono de los problemas reales que se acumulan

El último ejemplo a la búsqueda de minorías intensas es la hipocresía de la política en busca de votos juveniles. Promueve la legalización de la marihuana (y otras drogas) en el contexto de pobreza e indigencia que viven cientos de miles de adolescentes y jóvenes que no pueden aspirar a una vida y buscan escapar de ella. Hablan del uso recreativo del cannabis como sustituto electoral del compromiso de crear trabajo.

El Episcopado -que vive la pobreza en el territorio- se pregunta “¿Acaso hay algún otro negocio que debamos conocer los argentinos y que se esconde en esta especie de búsqueda de votos juveniles con promesas auspiciadas por el merchandising del cannabis? Ahí si que hay celeridad legislativa y política.

Hace unos años, una profesora argentina de visita en España, fue interrogada por un hombre muy humilde, personal de maestranza del edificio. “Ud. es profesora, verdad”. Sí. Le preguntó ¿Es verdad que la tierra es redonda? Luego de la explicación, el hombre agradeció y dijo, “sabe Ud. que de tanto obedecer, no he sentido la necesidad de aprender”.

Este colapso, hecho de errores continuados de una dirigencia dispuesta a echarle la culpa a “los otros” y decidida a no indagar la causa de los males, es la consecuencia de “obedecer a los hechos” (Reuters)
Este colapso, hecho de errores continuados de una dirigencia dispuesta a echarle la culpa a “los otros” y decidida a no indagar la causa de los males, es la consecuencia de “obedecer a los hechos” (Reuters)

Justamente de eso se trata. Este colapso, hecho de errores continuados de una dirigencia dispuesta a echarle la culpa a “los otros” y decidida a no indagar la causa de los males, es la consecuencia de “obedecer a los hechos”. Es decir, repetir el canon instalado y “no pensar” que es “lo grave, de nuestra época grave”. (Martín Heidegger)

Pensar es aprender y -aquí y ahora- es aprehender la realidad. Pensar situado en el aquí y ahora. Hacer las preguntas correctas y buscar, indagar, las soluciones posibles. Eso es la política. La culpa no fue de Fabiola. El pescado se pudre por la cabeza. ¿La cuarentena en Olivos cuánto de derrumbe moral suma al colapso?

La estanflación

Cómo debe tratar la política económica a una enfermedad que denominamos “estanflación”. Los síntomas son económicos. Su etiología dice que las causas son “políticas”. Estancamiento e inflación al mismo tiempo; cada uno tiene aislado, tratamientos eficaces.

Lo que “la economía” no puede resolver es cuando las dos enfermedades se presentan juntas.

Económicamente “estanflación” es un oximoron. Es que la “inflación” persistente -en general- supone un exceso de demanda. Todo lo contrario al “estancamiento”. Y el “estancamiento” persistente supone una suerte de depresión.

Inflación y estancamiento, aquí conviven, con muy pocos casos excepcionales, los últimos 45 años.

Inflación y estancamiento, aquí conviven, con muy pocos casos excepcionales, los últimos 45 años

La inflación ha sido una constante, con pocas excepciones, y la ausencia de crecimiento ha hecho que el PBI por habitante en 2020 sea igual al de 1974 (Martín Rapetti) y que desde 1974 hasta 2020, en promedio, el PBI por habitante haya crecido al 0,2% anual acumulativo (Miguel Broda) y que en esos 45 años el número de personas pobres haya crecido al 7% anual acumulativo.

Es decir, el “colapso productivo que convive con un descalabro monetario y fiscal” es de larga duración y explica que la mitad de la población urbana viva debajo de la línea de pobreza. La mayor parte de la profesión, hay excepciones, piensa esta cuestión como problema de “la macroeconomía”. En ella no está la solución. La deriva de ese “saber” es que “la política”, los formadores de opinión están atrapados en el mismo paréntesis.

Dejando de lado los accidentes, el estancamiento es -en principio- una enfermedad manifestada previamente en la caída de la demanda, una fuerza en la que convergen tres voluntades de origen distinto, consumo, exportaciones e inversión.

La voluntad de consumir se materializa si disponemos de empleo, salarios y expectativas positivas. Cuando el clima de ocupación, de ingresos y de futuro torna negativo, la “recesión” se repite y se conforma estancamiento.

La segunda fuerza es la voluntad del “exterior”. Las exportaciones. Cuando se retrae la demanda por nuestras exportaciones o cuando imponemos frenos a ella, la “demanda interna” sufre el impacto de la reducción de lo que las exportaciones movilizan.

La tercera fuerza es la inversión. La condicionan el consumo y las exportaciones. Pero además dependen de las expectativas. La inversión - que es elástica al consumo y las exportaciones- cuanto más largo es el período de maduración de esas asignaciones, depende fundamentalmente de las expectativas, de las señales de crecimiento futuro. Y, en el capitalismo, de las zanahorias y la confianza en el sistema.

De los tres componentes de la Demanda Global, la que mayor elasticidad tiene acerca de la idea de futuro que transmite el Estado, es la inversión en activos reproductivos que es la que genera el entusiasmo en el consumo de las familias y el “estado de productividad” que califica a las exportaciones. El “colapso productivo” es el derrumbe del consumo, de las exportaciones y de la inversión.

Nuestro peso no cumple con todas las funciones de la moneda (atesoramos -desde el punto de vista de nuestro sistema financiero- en dólares), lo que evidencia que los procesos inflacionarios persistentes son desordenadores que erosionan las expectativas económicas favorables allí dónde se presentaren.

Nuestro peso no cumple con todas las funciones de la moneda: unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor

Atravesada la etapa de “estanflación”, en los países desarrollados, sobrevino un período de creciente estabilidad de precios. En las últimas décadas esa “estabilización” llegó también a los países vecinos. Argentina ha quedado al margen.

Fenómeno transitorio

Se puede señalar como distinto, en ese sentido, el período en que Domingo Cavallo impuso la caja de conversión, en que la emisión de pesos quedó restringida a la generada por la compra de dólares por parte del BCRA. En ese período los dólares que ingresaban a las reservas y que daban lugar a la emisión monetaria, provenían del endeudamiento externo que financiaba el comercio deficitario y el déficit fiscal que generaban “reformas” como la del régimen previsional.

Naturalmente las importaciones de bienes finales produjeron una “estabilización” (con rebaja de precios como los aparatos de TV) al tiempo que se destruían puestos de trabajo. No haré el inventario de desgracias. Pero cuando “la confianza” en el 1 a 1 estalló, la sociedad observó que el Rey Peso estaba desnudo y no quedó un dólar.

Durante la convertibilidad, en los 90, los dólares que ingresaban a las reservas y que daban lugar a la emisión monetaria, provenían del endeudamiento externo que financiaba el comercio deficitario y el déficit fiscal que generaban “reformas” como la del régimen previsional (Stringer)
Durante la convertibilidad, en los 90, los dólares que ingresaban a las reservas y que daban lugar a la emisión monetaria, provenían del endeudamiento externo que financiaba el comercio deficitario y el déficit fiscal que generaban “reformas” como la del régimen previsional (Stringer)

Fin de la fantasía y surgimiento de la hiper recesión y conciencia colectiva del “colapso” que ya había ocurrido pero que el fin del SXX reveló: esos barros venían de viejas lluvias.

Esta inflación, la de Cristina, la de Mauricio y la de Alberto viene de lejos. Pero ¿alguien puede imaginar que deriva de un exceso de demanda sobre lo que podríamos producir? ¿Qué presión de demanda puede haber con un 50% de la población urbana bajo la línea de pobreza? O ¿acaso los precios internacionales de las materias primas, parte mínima de los costos, presionan precios hasta llevarlos al 50% anual?

¿Descalabro monetario y fiscal? En esas condiciones, sin duda, la emisión monetaria – cualquiera sea el origen, déficit fiscal, compra dólares, intereses de las Letras del BCRA – empuja un proceso inflacionario preexistente.

No podemos dejar de exportar para reducir la inflación. Explotaría por el efecto “rajemos”. Tampoco un freno abrupto al gasto público o un “Pagadiós” a los instrumentos de astringencia monetaria. Nada de eso apaga el fuego. Arma otro foco más lejano y voraz. ¿Y entonces? Cuesta aceptarlo. La “estanflación” es una enfermedad de nuevo tipo que -en su momento- hicimos todo lo necesario para acelerarla y profundizarla.

No podemos dejar de exportar para reducir la inflación. Explotaría por el efecto “rajemos”

Gran parte de la profesión (y la política detrás) decretó que la “industrialización era genéticamente perversa” y había que destruirla. Una continuidad asombrosa que va de Martínez de Hoz, a Alfonsín, de ahí a Menem, a los Kirchner y a Fernández, forjó una estrategia, basada en ese gigantesco error de la genética industrial, de: 1) sostener el consumo, poner “platita en el bolsillo” sin crear empleo; 2) erradicar todo incentivo a la inversión; 3) anclar el tipo de cambio y destruir la cultura exportadora; y 4) endeudarse en dólares para paliar el presente generando la gangrena del futuro, etc.

El resultado de esta acumulación de errores generó “un colapso productivo que convive con un descalabro monetario y fiscal”. Lo que no se entiende es que el descalabro monetario y fiscal es la consecuencia del colapso productivo. Y no al revés.

El resultado de la acumulación de errores generó “un colapso productivo que convive con un descalabro monetario y fiscal”. Lo que no se entiende es que el descalabro monetario y fiscal es la consecuencia del colapso productivo. Y no al revés
El resultado de la acumulación de errores generó “un colapso productivo que convive con un descalabro monetario y fiscal”. Lo que no se entiende es que el descalabro monetario y fiscal es la consecuencia del colapso productivo. Y no al revés

El “no sé” responde a que el keynesianismo sirve para salir de la recesión cuando no hay inflación; y la ortodoxia para salir de la inflación cuando no hay recesión.

Superpuestos los dos males, la política económica necesita más de política que de economía.

Nuestra enfermedad no la cura “la economía”. El método ante este colapso es la “concertación”, el “acuerdo”, el “pacto”.

El keynesianismo sirve para salir de la recesión cuando no hay inflación; y la ortodoxia para salir de la inflación cuando no hay recesión

¿Qué se necesita para ponerlo en marcha?

Lo primero un “menú” que el Gobierno tiene la responsabilidad de elaborar.

El objetivo es concertar intereses y formular un pacto con objetivos e instrumentos pautados.

La materia prima “grandeza”, espíritu de Patria: ¡qué lejos estamos!

La convocatoria debe apuntar a todos los intereses que puedan ser representados con un mínimo de coherencia. Los que pacten, tienen que realmente representar intereses fundamentales y capacidad de comprometer a quienes dicen representar.

Se necesitará información y tiempo, para poder conciliar lo posible, apuntando a avanzar sobre lo esencial.

Acordar qué hacer para reducir el costado inútil, la burocracia fofa y cara, que impide cumplir con las funciones que necesitamos del Estado.

Consensuar cómo revertir la bajísima tasa de productividad de una economía en que el 80% se ocupa en los servicios, lo que implica que no producimos suficientes bienes transables.

Luchar contra la evasión fiscal y el desaguisado de una estructura tributaria que cae sobre un mínimo de los habitantes, mientras las cajas negras se multiplican a ojos vista, en las calles o en escándalos como La Salada.

A todos estos temas “la política” les escapa. Inclusive la profesión hace lo mismo.

Muchos colegas (incluido el ministro Guzmán) barajan tasas de crecimiento del orden del 3%. No ven que la India, que tuvo casi cuarenta años de estancamiento -como la Argentina- crece hace décadas al 7%. Del estancamiento estructural, 40 años, sólo se sale creciendo vigorosamente. No está en la Agenda.

Se necesita la definición de qué queremos del Estado. Y de proyectar qué recursos asignaremos a esas tareas. De esto no hablamos

Además, se necesita la definición de qué queremos del Estado. Y de proyectar qué recursos asignaremos a esas tareas. De esto no hablamos.

La “modernidad” le ha puesto énfasis a la “economía de los servicios”, a la economía 3.0, 4.0, y a la economía del conocimiento. Está muy bien. Pero qué escalón es ese partiendo del barro del 50% en la pobreza y el 60% en el caso de los jóvenes, habilidades y capacidades aparte.

¿Será necesario redescubrir que necesitamos producir bienes transables y asignar nuestra fuerza de trabajo y sus habilidades a trabajos posibles que incrementen la productividad media? ¿Es necesario aclarar que el destino no debe ser “repartidor o delivery”?

Entonces, cuidado: lo que se escucha de la política en campaña, la ausencia de pensamiento situado y de propuestas coherentes, es “aumentemos el colapso”. Y eso genera miedo que es lo que se siente ante de una nueva crisis.

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