Alberto gritó, gritó, gritó, y dijo la palabra “desposeídos”. Eso lo antecedió con un “Gracias Cristina, gracias por tus palabras”. Vaya a saber qué le agradecía. Parece la prehistoria, ese tiempo en que el presidente salía a asegurar que no era un títere de la vice. Hoy ya nadie se lo pregunta. Y ella después del escándalo de la foto le aplica un correctivo delante de los compañeros y en un acto de campaña.
Menos mal que antes le dijo, “Alberto, tranquilo”, porque luego vino: “Poné orden en lo que tengas que poner orden, no te pongas nervioso, no te enojes y metéle para adelante”. Cuándo a una persona le importás y te quiere proteger, ¿no se cuida de darte ordenes en público, o de hacerte quedar como una persona que no contiene su temperamento o que no tiene las cosas bajo control? Rara la forma que tiene Cristina de bancar a Alberto. Pero son todos compañeros, eso sí. Cómo esperar mejor suerte para los que no son compañeros.
“De morondanga” es una expresión despectiva, para indicar que algo es despreciable o que no tiene valor. Difícilmente alguien que quiera entablar un debate político con respeto utilice ese adjetivo. Difícilmente alguien que valore la tolerancia y la convivencia política lo use. Si el otro es de morondanga, el otro merece ser suprimido. Y si eso pasa, seguro que no ocurre en una república.
A Cristina le gusta usar lenguaje popular, aunque lleve sus anillos de miles de dólares. Seguro en su entorno le festejan como un logro de la semiótica decir “de morondanga” para referirse a la república que ella eligió llamar macrista. “De morondanga”. En el barrio lo van a entender. Macrista. Hay que nombrar a Macri en todo lo que se diga.
Pero sobre todo en el Frente de Todos va a quedar claro que el presidente que no puede poner orden ni en su propia residencia no es quien está en comando.
Hoy vimos más que un acto de humillación como esos a los que Cristina exponía a Daniel Scioli en cadena nacional. Vimos un acto de portación de atributos por si la tropa se desmadra, por si alguien cree que al que desairan es a Alberto. Tenía que quedar claro que “bancar” a Alberto es defensa propia, aunque Alberto quede como un delegado obediente ante las cámaras. ¿Ahora se entiende que mostrar que la jefa es ella es ayudarlo?
Ahora sí pondrá orden, porque Cristina se lo dijo, ahora dejará de aparecer sacado en los discursos porque Cristina se lo dijo, ahora le meterá para adelante porque Cristina se lo dijo. Ya movió los hilos, tensó las cuerdas, y acomodó el escenario. El resto deberá alinearse y entender porque si hay desbande la que queda a la intemperie es ella, y el proyecto, y el poder, que es lo único que importa, aunque se hayan caído las máscaras y las caretas y aunque sólo quede algún que otro plan en cuotas para repartir porque después de las elecciones nadie sabe qué pasa con la economía.
Cristina salió a pasos largos para ubicarse en el centro del tablero de ajedrez, porque su Alberto moderado ya no le aporta lo que necesita, pero sin él tampoco puede. Dos años son mucho tiempo.
La otra cuestión importante es que quede bien en claro quién es el enemigo: la república de Morondanga de esos que no tienen símbolos, ni pueden invocar derechos ni garantías. Así llamó a quienes no votan al kirchnerismo. Gente que no tiene un porqué. Y decir eso implica dos cosas, que Cristina no escucha a los que hablan del otro lado o que Cristina no dice la verdad. Probablemente quienes no son sus votantes piden garantías y derechos de los que ella no tiene ganas de hablar, como la división de poderes o la libertad de expresión. Para zafar de sus causas la división de poderes es un obstáculo, y para zafar de la verdad, mejor descalificar al mensajero.
Se puede concluir en una regla: todo lo que Cristina descalifica es aquello a lo que le teme. Busca quitarle poder mediante el ninguneo y el agravio. Así, como influencer de su espacio logra que a esos que ella señala nadie les crea. No vaya ser que por la malaria también vayan a buscar república. Qué osadía.
Cristina volvió a jugar sus cartas de vendedora. Como un día vendió al Alberto moderado, que vendió a su vez la heladera llena y el asado. Las elecciones mostrarán si la gente compra o prefiere incluso una república de Morondanga, Morondanga Republic.
SEGUIR LEYENDO: