La frivolidad del Presidente tal vez nos sirva para asumir que tocamos fondo

La democracia real es aquella donde su dirigencia no utiliza el poder para su ascenso personal sino para mejorar la situación colectiva

Alberto Fernández y Fabiola Yañez

La religión de los adoradores del becerro de oro se ofrece en dos versiones, una elitista y otras, populista. Tienen diferentes ritos, pero los mismos mitos. El banco es el templo, gerentes y ministros son sus obispos y el Estado su soldadesca. Es la acumulación de riquezas su manera de orar y la convivencia encerrada en la tribu resulta ser la defensa de su buen pasar.

El siglo pasado había dado fin a las estructuras coloniales sin embargo algunos dirigentes buscaron revivir aquellas mieles donde el imperio piensa su destino y los gerentes solo se ocupan de obedecer. Generaron a la par la pobreza y el barrio privado, eso desnuda la perversión de sus planes. Y ambos partidos participan del placer de la exclusión porque para ellos enriquecerse es la única manera de pertenecer. Para el populismo los necesitados son una excusa, para los neoliberales un obstáculo. Europa logró el sueño de todos, Estados Unidos le recordó el plan Marshall, su ayuda coyuntural y su placer por humillar al caído propio. Que de eso se trata. O vencemos a la codicia o derrotamos al necesitado, dos maneras de transitar la vida. Los sajones son eso, el comercio y no perder el tiempo en el sabor de las comidas. Ellos acumulan riquezas ajenas y nos venden como una victoria esa miserable tarea.

El triunfo de la pequeñez engendra una tribu de miserables que se auto conciben como mentores del relato. Así, la codicia es expresión del talento, aquí no hay Mecenas ya que no existe siquiera la pretensión de trascender. Los pobres saben que la causa de su miseria está en el saqueo de los ricos y estos se excusan en que los pobres no trabajan lo suficiente.

Un amigo radical me explicaba haber aprendido que aquello que sirve a los pueblos suele lastimar a los mercados y viceversa. En este marco está prohibido reflexionar, cosa de ignorar o al menos negar o disimular la esencia del problema sin siquiera definir el punto final de destrucción al que inexorablemente marchamos.

El gobierno exagera en su propensión al ridículo entonces nombra Ministro de Defensa a un ex guerrillero perteneciente al grupo que Perón expulsó de la Plaza, fue de los “imberbes” cuyos herederos eligieron nombrarse como el principal responsable del fracaso del gobierno, el pobre Héctor Cámpora que asume como presidente democrático elegido por estar proscripto el General y se convierte en representante de la guerrilla que en ese tiempo recibió un enorme poder institucional solo para que ceje en su ejercicio de la violencia.

Si la razón de la violencia era enfrentar a la dictadura debió disolverse con el triunfo electoral del gobierno del que formaban parte con una enorme cuota de poder, salvo que su enemigo fuera la misma democracia en cuyo caso nada tenían que ver con el peronismo. Digo esto cuando este señor Gioja que preside el peronismo les dijo a los chinos que éramos un partido similar, ambos de base popular y con objetivos comunes.

China, país que el canciller Taiana admira y conoce bien, vive una dictadura muy productiva, deberíamos imitar el trabajo, no el autoritarismo. Estados Unidos vive una democracia, también deberíamos aprender de su sistema productivo, no de la injusticia social que veneran. Europa es otra cosa, un mundo donde la salud y la educación integran a la totalidad de su población. La democracia real es aquella donde su dirigencia no utiliza el poder para su ascenso personal sino para mejorar la situación colectiva.

La grieta -o como queramos llamarle a esta absurda confrontación donde los golpes bajos sustituyen a la propuesta, donde se impone la ausencia del destino común- es precisamente lo contrario. Se trata de un enfrentamiento entre hermanos y un camino sin salida, lo sabemos pero somos incapaces de asumir que solo superar esa mediocridad nos permitirá salir de semejante trampa.

Quizás el Señor Presidente esté dando un paso definitivo para terminar con nuestra decadencia, la frivolidad de su mensaje y el sin límite de su conducta nos sirvan para asumir que hemos tocado fondo, que este momento nos obliga, nos convoca a un gesto de grandeza, a construir una opción que no deje a nuestros jóvenes obligados al exilio. Un presidente tan débil que esperamos que obligue a los actores sociales a fortalecer la sociedad como alternativa a la ausencia del Estado. Triste caída de un personaje que esencialmente careció de humildad, de esa virtud que permite escuchar y también perdonar.

Claro que su fragilidad expresa al mismo kirchnerismo, esa fuerza armada sobre el oportunismo, que intentó ocultar en dignos pasados ajenos las miserias de sus propias historias.

Tocamos fondo, es toda una etapa la que se derrumba, un sistema que destruyó al Estado para terminar luego degradando a la sociedad. Los economistas y los encuestadores sustituyeron a la política, a ese espacio desde el cual se proyecta y ejecuta el rumbo colectivo. Tocamos fondo, el presidente, el kirchnerismo y buena parte de la oposición. Los abogados proponen juicios, los economistas ajustes, la política, esa que se ocupa del destino colectivo, no encuentra vocaciones. De las guerras se sale solo con patriotismo. Los daños están a la vista, la grandeza de los estadistas ocupa todavía la lista de espera. La Historia tiene esas rarezas, suele engendrar soluciones en los peores momentos. Apostemos a lograrlo pronto, castiguemos con el voto, premiemos con la reflexión pero sin perder nunca la esperanza. El egoísmo nos trajo a esa miseria, que la solidaridad nos devuelva al espacio de un digno mañana.

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