Ha de haber una gran alegría y no poca emoción entre los revolucionarios del mundo al cantar: “Arriba , patrias de la Tierra. En pie, famélica legión”. Justificada: el “Gordo Mortero”, Sebastián Romero, ha ganado fama por su valentía en el ardor de la lucha de clases durante las heroicas jornadas de 2017, cuando el Congreso argentino fue sometido a una pedrea sin pausa y gran furor para evitar que se tratara una ley previsional.
Los representantes de los opresores disfrazados de legisladores quedaron atónitos y algo preocupados por la marea popular iluminada por la vanguardia destinada a terminar con la opresión que Mortero encarna. Fueron 14 toneladas de piedras. A punto de invadir el edificio, mientras se atacaba a policías, periodistas y transeúntes tan despavoridos como faltos de conciencia política que corrieron en lugar de sumarse con alma ardiente a los héroes apedreadores, vanguardia de una batalla luminosa.
El más magnético y arrojado fuiste vos, Mortero (permitime llamarte Mortero y no Sebastián Romero, tan distante y burocrático: lo digo con afecto), cuando accionaste con el arma fabricada para redimir a los pueblos de la Tierra. Un avance, un tiro, retroceso con aire tan grácil y eficiente que evocó y evoca las enseñanzas de señor Miyagi mientras transformaba al Karate Kid.
Te tienen miedo, estoy seguro. Vos, tranquilo. Ahora que aspirás a ser senador de Santa Fe por el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado –qué buen título te mandaste, Mortero- podrías usarlo como spot de la campaña. Así se llama a los hombres explotados, despojados y alienados por la secta de patrones que rigen un sistema pérfido. Si hasta te has cortado las rastas, Mortero, para engañarlos con una apariencia menos perturbadora. Ahora que tenemos una amistad, puedo decirte que me gustaba con rastas, qué sé yo. Te quedaban bien mientras volaban en cada carrera. De todos modos son cosas personales. Decisiones de cada uno.
No es fácil que los trabajadores sigan detrás de tus banderas y tu convicción. Tus límpidas, inflexibles exigencias terminan siempre en rupturas, cierres y otros inconvenientes. Que no baje tu ánimo por ello, Mortero querido. Que tu fortaleza sea como tu mortero, el de 2017: cargar, ponerse en 45 grados, percutor y pum. Así.
Es admirable el modo en que has elegido el camino del Senado. A falta de lucha armada, buenas son las poltronas. Es de una inteligencia enorme. No es aquello tan citado de Marx, Groucho, no de Karl (que no habrás tenido tiempo para leer y lo comprendo): “Estos son mis principios. Si nos les gustan, tengo otros”. No, nada que ver. Es la astucia estratégica del militante, por aquí, por allá, hasta derrotar y hacer retroceder al chancho burgués. Se verá si habrá de concretarse la postulación y, en ese caso, si alcanzarás un número más consistente que unos votos melancólicos.
Lo importante es no bajar los brazos -perdón por la insolencia de aconsejarte-, sobre todo cuando toca avanzar y retroceder tanto a morterazos como, sin marcha atrás, encender discursos llegado el momento. ¡Suerte, titán proletario!
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