Hacia fin de la década de los 80, mientras caía el muro de Berlín, se unificaban las dos Alemanias y desaparecía la Unión Soviética, Francis Fukuyama hablaba de “el fin de la historia” y el triunfo del capitalismo.
El escenario no parece tan claro unas pocas décadas después. O, al menos, el triunfo unívoco del modelo de capitalismo norteamericano basado en la libertad económica sustentado en libertades políticas y civiles. El inesperado fenómeno del COVID lo ha puesto de manifiesto de forma más evidente.
En el presente, al menos dos grandes actores políticos desafían el otrora liderazgo unívoco de los Estados Unidos. El mundo bipolar posterior a la Segunda Guerra Mundial (en el que prevalecieron los EEUU y Unión Soviética), fue –en los años siguientes- sustituido por un liderazgo unipolar y –no tan lentamente- ha ido mutando hacia uno multipolar, integrado siempre por Estados Unidos, pero sumando a dos países. Ambos con bajo PBI por habitante, pero con “poder de fuego” estratégico: la ex líder de la URSS, Rusia, y el gigante chino. Ambos países son parte de los BRICS, técnicamente no desarrollados, pero con capacidad de quitar el sueño a los países más avanzados, aunque menos poderosos.
A diferencia de lo sucedido luego de la Segunda Guerra Mundial, tanto la “China comunista” como Rusia no desafían abiertamente el sistema de mercado en materia económica, como sucedió otrora con la URSS
Por un lado, China, con más de 5.800 años de historia, es un país al que actualmente pertenece 1 de cada 5 humanos y que crece económicamente desde la década de los 80. Por el otro, Rusia, el país más extenso del planeta, con 160 millones de habitantes, y con una riqueza en recursos hidrocarburíferos que hace que Europa hoy dependa de su gas –en primer lugar- y su petróleo.
¿Economías de mercado sin libertad política ni civil?
Estas potencias emergentes están lejos de poder ser consideradas países desarrollados. Tampoco de los puede calificar como repúblicas con división de poderes, transparencia institucional, etc. Es bien claro en el caso de China, país al que el informe “Freedom in the World 2021” de Freedom House, califica como país “no libre”. Señala este informe que el régimen autoritario chino se ha vuelto crecientemente represivo en los años recientes y que el gobierno del Partido Comunista Chino está fortaleciendo su control sobre la burocracia estatal, los medios de comunicación, los grupos religiosos, las universidades, los negocios y las asociaciones de la sociedad civil. Asimismo, que el presidente Xi Jinping ha consolidado su poder personal en un nivel no visto por décadas en China. El mismo informe de Freedom House califica a Rusia también como país “no libre”, señalando que el poder está concentrado en manos del presidente Vladimir Putin, que cuenta con fuerzas de seguridad leales, un poder judicial subordinado, medios de comunicación controlados. En este marco el Kremlin es capaz de manipular elecciones y suprimir el disenso genuino.
El doble standard de la Argentina
Hoy, económicamente, Argentina es un país sin un amplio margen de maniobra y un bajo poder de negociación. En este marco, desarrolla una política exterior que combina la serial necesidad crediticia con la vocación antinorteamericana, intentando diversificar vínculos estratégicos con naciones que parecen contradictorios entre sí. Mientras, por un lado, pide apoyo a los Estados Unidos en la renegociación de su deuda con FMI y Club de París, a la vez desarrolla una activa política de cooperación con China (segundo destino de exportaciones del país), país que le ha prestado un SWAP, y al que le posibilita la instalación de una base en Patagonia. Algo similar (aunque con un nivel de interacción menor) sucede con Rusia, manifestado en la provisión de su vacuna (al menos en una primera dosis) así como la producción de la misma en territorio argentino. El fluido diálogo público entre los primeros mandatarios de Argentina y Rusia es también un indicador del fluido relacionamiento entre nuestro país y un Putin firmemente arraigado a su cargo.
Lo interesante –a diferencia de lo sucedido luego de la Segunda Guerra Mundial– es que tanto la “China comunista” como Rusia no desafían abiertamente el sistema de mercado en materia económica, como sucedió otrora con la URSS. Los mercados son intervenidos, manipulados, pero no cuestionados en sus fundamentos
Recordemos que también en el caso de Venezuela, tanto China como Rusia, se han acercado al régimen de Nicolás Maduro, complejizando una actitud más definida de los Estados Unidos en esa temática. Lo paradójico es que el partido populista de centro izquierda que gobierna argentina no manifieste ninguna posición crítica respecto del no respecto de los derechos humanos en Venezuela y China.
El aún no clarificado origen de la pandemia en China –al que Donald Trump hiciera referencia oportunamente– fue no tenido en cuenta en su momento, pero recientemente la administración Biden retomó el análisis de la temática. Por su parte, las diferentes vacunas rusas Sputnik, cuyo significado es “compañero de viaje”, recuerda al primer satélite que pusiera la URSS en el espacio mostrando su apetito espacial en la “guerra de las galaxias” del entonces mundo bipolar. China también desarrolló diversas vacunas (la más conocida la Sinofarm). ¿A qué apunto con estos datos? Que tanto China como Rusia muestran sin temor su vocación de jugar más allá de sus fronteras.
Estos dos actores, parte de los otrora nacientes y aún débiles BRICS, hoy ya desafían –de forma abierta y sin temor– el juego monopólico del adalid de la Libertad y la República: Estados Unidos. Debemos seguir monitoreando a la evolución de estos actores para visualizar posibles escenarios futuros.
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