Siempre estamos en constante retroceso

Hace unas cuatro décadas que Argentina intenta agrandar el Estado, incrementar el asistencialismo y cree que quitándole el dinero con impuestos a un puñado de personas para usarlo a discreción, se solucionará todo

El presidente de Argentina, Alberto Fernández. EFE/ Tono Gil/Archivo

Intentar solucionar los problemas del país con recetas que ya han fracasado en el pasado es ya un clásico argentino. Hace prácticamente cuatro décadas que intentamos agrandar el Estado, incrementar el asistencialismo y creemos que quitándole el dinero con impuestos a un puñado de personas para usarlo a discreción, podremos solucionarlo todo. El resultado está a la vista: el absoluto pobrismo.

Los gobiernos suelen (al menos en estas latitudes) aplicar fórmulas que jamás han funcionado, esperando sin embargo que el resultado en cada nuevo intento sea diferente. En la ingenua creencia de que pueden dominar la realidad a través de decretos presidenciales, hoy intentan hacer todo lo posible por tropezar una vez más con la misma piedra: el gobierno evalúa esta vez extender la prohibición de despidos y el esquema de doble indemnización hasta fines del año 2022.

Hasta que no entendamos que los países con menores niveles de desempleo son aquellos donde la flexibilización laboral es elevada, el país seguirá hundido en su crónico estancamiento

Para este gobierno todas las ideas innovadoras son aquellas que uno las encuentra aplicadas de manera idéntica en el pasado (que generalmente no es muy lejano) siempre con el sello del fracaso. La prohibición de despedir personal y la obligatoriedad de pagar dobles indemnizaciones (todo dentro de un contexto donde las relaciones laborales están acompañadas por leyes laborales absolutamente desatendidas), tienen un antecedente cercano: luego de la crisis del 2001 y con flamante Presidente, Argentina se embarcaba en un intervencionismo que nos terminó trayendo hasta el pobrismo más absoluto de estos tiempos. En aquel momento se da comienzo con aquellas prohibiciones y castigos adicionales para quienes pretendían culminar con una relación laboral. Esto nace como un intento de paliar la crisis desatada por el fin de la Convertibilidad. Como toda restricción o prohibición, nacen con un tiempo de vida definido y terminan muriendo, con mucha suerte, bastante tiempo después: lo que en el año 2002 se impuso por 180 días, terminó estando vigente hasta el 17 de agosto del año 2007, cinco años más de lo previsto originalmente.

No conformes con esto hubo un nuevo intento de implementar prohibiciones y castigos indemnizatorios en el año 2016: la llamaron la “Ley Antidespidos” que fue sancionada por el Congreso Nacional. Por suerte el Presidente de turno la vetó y no dio paso a este acto populista sin sentido.

En Argentina hace más de 15 años que no se crean empresas (EFE /Juan Ignacio Roncoroni /Archivo)

Desde el 13 de diciembre de 2019 rige en el país el Decreto presidencial que impone la doble indemnización (si, bastante antes que el coronavirus se haga presente en nuestras tierras, lo que ya divisaba un estilo de dirigir los destinos de la patria) y tiempo después (desde el 31 de marzo) la prohibición de despidos en respuesta a los empleos que se entendía que se perderían por el inicio de las restricciones por cuestiones sanitarias.

En Argentina hace más de una década que no se crean empleos en el sector privado. Además hace más de 15 años que no se crean empresas. Lo único que verdaderamente se ha incrementado en estos períodos fueron el empleo público y los planes sociales. Las razones con claras: cada vez más presión impositiva, recesión, inexistencia de utilidades pero por sobre todo, la falta de inversión debido al constante cambio en las reglas del juego, los nefastos sindicatos destructores de empresas y las leyes laborales que aún no se deciden adaptarse a los tiempos que corren. Si a estos problemas el gobierno le adiciona la prohibición de despedir personal (más allá que la reglamentación indica que es para todos aquellos empleados contratados antes de la entrada en vigencia de la norma) teniendo en cuenta el nivel de conflictividad laboral que impera en el mercado de trabajo, transformará definitivamente al país en una máquina de destruir empleo (donde el 11% de las personas con intenciones de trabajar se encuentran desempleadas).

Para este gobierno todas las ideas innovadoras son aquellas que uno las encuentra aplicadas de manera idéntica en el pasado (que generalmente no es muy lejano) siempre con el sello del fracaso

El nivel de empleo es una especie de puerta giratoria, donde se tiene que intentar siempre flexibilizar la salida, para que quién tenga una de ellas sepa a ciencia cierta que quién pueda entrar por esa puerta, luego podrá salir sin inconvenientes. Esta es la Argentina donde uno no emplea a una persona, sino que la adopta por el resto de su vida comercial. Somos un Titanic buscando permanentemente nuestro iceberg.

Hasta que no entendamos que los países con menores niveles de desempleo son aquellos donde la flexibilización laboral es elevada, el país seguirá hundido en su crónico estancamiento. Por supuesto que el flexibilizar las contrataciones es necesario pero no suficiente, ya que debe acompañarse de condiciones para que quien quiera invertir y contratar personal, lo haga sin el miedo a perderlo todo por una disposición política.