Argentina flota en discusiones de otro tiempo, mientras el presente y el futuro nos llevan puestos

El Gobierno responde a cualquier cuestión práctica con dogmas y no tiene respuesta a planteos de la modernidad. Y la oposición parece sentirse culposa de salir a explicar algún atisbo de idea de progreso

En 2019, Cristina entendió a la perfección que no se podía ganar sin votos del centro. Un centro que sólo parece volverse gravitacional en los momentos electorales, mientras en el resto del tiempo el sustento viene de, y se retroalimenta con, los núcleos duros. A menos que la economía haga llover su maná de bienestar y amnesias. Cosa que hace tiempo no pasa.

Las principales coaliciones de poder en la Argentina buscan una vez más no quedar atrapados en su base identitaria para no espantar a los independientes o centristas que terminan definiendo los comicios. El marketing del Alberto moderado entró como piña en 2019 ante la decepción de sectores medios con el gobierno de Macri, que incluso pudieron olvidar oportunamente los escándalos de corrupción K o la economía con inflación insoportable que había dejado Cristina. Hoy, por efecto de las malas decisiones tomadas en pandemia, las elecciones de medio término encuentran al Gobierno con ese mismo sector decepcionado. Un centro que aún no olvidó del todo las penurias con Macri, pero que tiene más a flor de piel las miserias presentes y que acumula desilusiones. Ni Macri, ni Cristina, ni Alberto les inspiran ya confianza. Pero además, ya descubrió el truco y mira con dudas los nuevos disfraces. ¿Qué mensaje “centrista” -ni ultra k ni ultra anti k- puede resultarles creíble?

“Hay que implementar las ideas de los halcones con los métodos de las palomas”, me dijo hace unos días una precandidata. En un punto algunos políticos siguen creyendo que sólo se trata de modos. Y en sus fotos con filtro, en sus discursos con épicas gastadas o en su reticencia a llamar a las cosas por su nombre, viven un mundo selfie que los divorcia más y más de la realidad. De tanto en tanto, la verdad se les escapa. Fue el Presidente el que dejó ver una de las reales intenciones de su coalición al explicitar que les gustaría terminar con la inamovilidad de los jueces -clave para la división de poderes-, que según los expertos requeriría además, una reforma constitucional. Al mismo tiempo, en la oposición a la que el 41% votó para que Cristina no se cargara la República, deberían al menos recordar ese mandato para no dar vergüenza con peleas mezquinas y recuperar el norte. Es interesante que por momentos el votante de la hoy oposición tiene más en claro que los candidatos su rol existencial. O es que quieren disimularlo.

Es entendible que todos quieran atraer el voto de centro, pero quién dijo que eso implica subestimar a la gente escapando a los problemas reales.

¿Hace cuánto no escuchamos hablar de cómo resolver alguno de nuestros problemas de fondo? Y es porque la política parece vivir sólo para surfearlos y lograr lo que les importa: no perder el poder aunque el país esté en caída libre de decadencia.

Argentina flota en discusiones de otro tiempo, mientras el presente y el futuro nos llevan puestos. A cualquier cuestión práctica se responde con dogmas. Hace pocos días le dije a un alto miembro del Gobierno por qué además de proteger sectores o poner trabas no pensaban en la nueva economía. Le di el ejemplo de preparar a chicos de barrios vulnerables para ser programadores, un sector al que nunca le alcanza la mano de obra disponible y que implica un sueldo que puede cambiar la vida de un joven y su familia. Pero la mentalidad que nos gobierna se quedó en los años 50. No tienen respuesta a planteos de la modernidad. Y la oposición parece sentirse culposa de salir a explicar algún atisbo de idea de progreso.

Pero no voy a cargar las tintas sólo en los políticos. ¿Cómo somos todos nosotros para que nos traten como chicos malcriados? Si todos sabemos ya que no damos más. Que todo lo que supuestamente hicieron para proteger a los más débiles sólo multiplicó los débiles. Que necesitamos un plan, una explicación de cómo y por qué. El actual Gobierno cumplirá dos años de poder simulando su plan pacman que igual queda clarísimo. Y la oposición que aprendió que sin unidad no se le gana al peronismo cree que incluso ahora, puede ser desabrida como un fideo sin salsa y que eso basta. Al final todos somos parte de la simulación si no demandamos otra cosa que no sea la mentira de que se puede todo fácil. ¿O la campaña nos borra el disco rígido y nos olvidamos que eso no funcionó nunca?

Dicen que en las crisis todos nos volvemos conservadores. ¿Pero qué pasa cuando se vive en crisis? ¿Qué conservamos? ¿La crisis? Si al menos el centrismo que se vende en campaña luego se reflejara en un puente de acuerdos. Pero eso misma parece en disputa en Argentina: las reglas que hacen a nuestra vida compartida. Y es ahí donde el humo de la campaña no debe nublar lo que está en juego.

En el mundo, los países en vías de desarrollo o mercados emergentes son los que más están sufriendo la pandemia que ya desde el encarecimiento del dinero los había puesto en aprietos y después del COVID-19 directamente los sumió en porcentajes de muerte y empobrecimiento que ponen en riesgo lo conseguido en años anteriores, boom de commodities y dinero barato mediante, y que encima los asoma a crisis políticas que sacuden sus democracias.

¿Cuánto tiempo más podemos perder el no solucionar nuestros problemas? Ni el dogma ni el marketing nos van a llevar en ese camino. Pueden servir para ganar una elección pero terminan siendo una estafa.

* Editorial de Cristina Pérez en “Confesiones en la noche” - Radio Mitre

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