La Iglesia Católica: fábrica de pobres de América Latina

La milenaria institución que hoy conduce el papa Francisco todavía ejerce una potente influencia en el campo de la moral y de la filosofía política en la región. Cuáles son las consecuencias lógicas de sus condenas al capitalismo, al derecho de propiedad y a la modernidad

“Il existe une chose plus puissante que toutes les armées du monde, c’est une idée dont l’heure est venue”

Victor Hugo

“Ideas rule the world”

Sam Adeyemi

Existe en Latinoamérica una institución que ha ejercido sobre sus habitantes una influencia extraordinaria especialmente en el campo de la moral y de la filosofía política. Esa institución ha sido y continúa siendo la Iglesia católica. Difunde sus ideas a través de escuelas, universidades, círculos empresariales y todos los domingos en misas a las que asiste la feligresía católica que constituye la mayoría en esta parte del planeta. Las ideas que se transmiten en dichos encuentros contienen juicios morales sobre la vida en sociedad y sugieren comportamientos a seguir que han marcado a fuego la suerte de nuestras sociedades latinoamericanas.

Analizaremos a continuación algunas de las principales ideas y principios que allí se enseñan:

1. ”Volviendo su vista hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios”. (Lucas 6:20)

“Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”. (San Mateo 5:3-11)

“Los pobres heredarán la Tierra”, “vendan todas sus propiedades y sus bienes y compártanlos con todos, según la necesidad de cada uno” o ”el corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que él mismo se hizo pobre”.

La pobreza está en el centro del Evangelio. Si se elogia al pobre, ¿es de extrañar que en estas tierras abunden favelas y villas miseria?

2. “No a un dinero que gobierna” (Evangelii Gaudium: Exhortación Apostólica)

“El dinero es el estiércol del diablo”, expresada por el Papa Francisco, quien también solicitó que “los hombres manden al capital y no el capital a los hombres”.

Dado que el dinero sirve para comerciar o para ahorrar, ¿es imposible deducir que juicios como los anteriores tenderán a desalentar tanto el comercio como el ahorro? E incluso, ¿opiniones de ese tipo no contribuirán a tratar el dinero desaprensivamente, envileciéndolo con emisión para que los políticos puedan atender a los más necesitados, generando inflación?

3. “La propiedad privada es un derecho de segundo orden”. Afirmaciones de este tipo, ¿no conducen irremediablemente a la pérdida de respeto por el derecho de propiedad? ¿Es casualidad la aparición de los Movimientos de los “sin tierra” ocupadores de campos y de okupas que invaden casas y departamento bajo la mirada indiferente e ineficaz de la Justicia que se vuelve no-operativa? ¿Cómo reaccionará un político que desea hacer “el bien” con plata ajena sin el límite claro que establecen las leyes en defensa de la propiedad privada?

El Papa Francisco en aundiencia general, en El Vaticano.

4. “Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos”.

¿Acaso no se relacionará esta tesis con el estribillo “Combatiendo al capital” que consagra una popular marcha política? ¿Será un hecho extraño que empresarios y empresas abandonen nuestros países, llevando sus capitales a otros destinos, luego de escuchar una marcha que estimula a los políticos a planificar nuevas formas de saquear a los contribuyentes?

5. “El hombre es el lobo del hombre” (o en latín “Homo homini lupus”), frase difundida por Thomas Hobbes y usada por la Iglesia en numerosas ocasiones para sustentar la tesis de que “la libertad absoluta debe ser regulada y puesta al servicio del bien común”.

¿Sería acaso impropio pensar que la aceptación de esta idea traerá consigo la aparición de miles de regulaciones, de burócratas y de inspectores encargados de vigilar el comportamiento desaprensivo de hombres de negocios y de comerciantes inescrupulosos? Serán ellos los encargados de “cuidar” y de “proteger a la población de los avatares de la insensibilidad capitalista.

6. “En donde hay una necesidad hay un derecho” o “nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social”.

Luego de que estos conceptos han sido debidamente asimilados, ¿es de extrañar que a continuación los “necesitados " se multiplicarán geométricamente junto a políticos que promoverán el “salario universal” y los “planes sociales”?

7. “Debemos influenciar la vida social y nacional; inmiscuirnos en política, buscar el bien común”. Si aceptamos estas tesis, ¿será extraño el deseo de imponer aun por la fuerza o la coerción nuestra religión, nuestros puntos de vista o el modelo de sociedad ideal que pregonamos? ¿Acaso disidentes y herejes tendrán cabida en dichos contextos? ¿O correrán la suerte de Copérnico y Galileo, ambos condenados o la de los perseguidos por la Inquisición? ¿Se relaciona esto con la evidente tolerancia y acercamiento de la Iglesia hacia lideres autoritarios y populistas? (Mussolini, Franco, Perón, los hermanos Castro, Chávez, Maduro)

8. “La avaricia empresarial y capitalista por parte de los empresarios lleva al abuso y explotación del trabajador”. ¿Es raro que después de aceptar estas tesis aparezcan a continuación e inmediatamente sindicatos y sindicalistas poderosos y de características mafiosas a quienes hay que pedir permiso para producir so pena de extorsión?

9. “El capitalismo conlleva el germen de una sociedad materialista, egoísta y avariciosa”. ¿Acaso el aceptar esta idea no llevará al empresario a sentirse culpable y querer disimular sus éxitos o intentar justificarse por el delito de ganar dinero?

10. “La globalización y las compañías multinacionales son las culpables de la destrucción de la cultura y de las industrias locales y también de la desaparición de las fuentes de trabajo”. El estímulo al proteccionismo económico que emana de estas tesis, ¿no contribuirá a la aparición de los “empresaurios” o empresarios prebendarios más interesados de llegar a acuerdos con los secretarios de comercio que en producir bienes baratos y de buena calidad?

11. “Los derechos sociales deben tener preminencia sobre los llamados derechos individuales pues los primeros respaldan el bien común en lugar de intereses individuales”.

¿Acaso no queda claro que esta tesis conduce derecho al artículo 14 bis de la Constitución Argentina, al abandono de los ideales de las Revoluciones del siglo XIX y de las Constituciones protectoras de derechos?

12. El ideal social debe ser el de justicia social, igualdad y fraternidad”. ¿Es difícil comprender la relación entre esta tesis y el desvirtuamiento del concepto de igualdad ante la ley, la desconfianza en la justicia y la corrupción de los jueces? ¿Es raro ver que el ideal de justicia social hace que la gente pierda confianza en la justicia y en su eficacia?

13. “Los Planes sociales son un derecho y no una dádiva” o “hagan lío” en justificación al reclamo de derechos. ¿Es acaso difícil ver la conexión entre estas ideas y las marchas, cortes y piquetes en reclamo del cumplimiento de supuestos derechos?

La influencia de estas ideas se traslada a la educación a la política, a las academias militares y a todas las instituciones de América Latina. Combatida en Europa y en retirada después de la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia católica se refugió en España, Portugal y en América Latina para seguir luchando desde allí y hasta nuestros días contra las ideas del Renacimiento y del iluminismo.

Las Encíclicas ratifican este compromiso: la “Rerum Novarum”, la “Centesimus Annus” y la “Fratelli Tutti” ratifican la condena al capitalismo, a la vida burguesa, al consumismo y a la modernidad. También los discursos papales indefectiblemente siguen este rumbo en las figuras de Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Aun cuando manifiestan preocupación por la pobreza, sus soluciones pasan por la relativización del derecho de propiedad, que al decir de Armando Ribas se asemeja a la recomendación de “amamantar con alcohol”; la prosperidad es vista con desconfianza ya que contamina el alma volviéndola materialista y lleva al olvido a la “piedad cristiana” (la vuelve innecesaria), corrompiendo el alma del nuevo burgués que se incorpora a la nueva “mundaneidad”.

El gran éxito de la Iglesia católica en América Latina ha sido el haber logrado unificar el discurso de la moralidad. Solo es moral aquello que aprueba y santifica la Iglesia. Aquellos que se alejan del redil son anametizados y no consiguen aprobación social. Iglesia es sinónimo de pueblo, de protección de pobres y descamisados, de justicia social, de derechos sociales. Políticos, sindicalistas, empresarios, deportistas famosos, periodistas y dueños de medios de comunicación deben pasar por Roma y conseguir la correspondiente bendición si desean ejercer alguna influencia en sus respectivos países. El Papa se convierte así en juez y árbitro de los destinos latinoamericanos. El progresismo eclesiástico llega al extremo de ver con más simpatías a regímenes totalitarios de izquierda o derecha que violan los derechos humanos pero que defienden al Estado grande (Mussolini, Franco, Perón, los hermanos Castro, Chávez, Maduro) que a gobiernos democráticos que intentan realizar una apertura hacia la economía de mercado y el capitalismo.

La idea de culpa (pecado original), la condena a la riqueza y al comercio, la búsqueda de obediencia a un código moral basado en órdenes (“mandamientos”) y no en pensamiento crítico, y una epistemología apoyada en el misticismo, los milagros y la fe y no en la rigurosidad científica, ha llevado a muchos intelectuales a alertar sobre el tremendo corset que condena a Latinoamérica al ostracismo: Juan José Sebrelli (“Critica de las Ideas políticas argentinas”), José Ignacio García Hamilton (“El autoritarismo y la Improductividad”), Guillermo Yeatts (“Las perversas reglas de Juego en América Latina”), Armando Ribas (”La Falacia de la Civilización occidental”), el abogado Alejandro Cowes, nos han alertado sobre el camino de servidumbre y decadencia a que conducen estas ideas.

Más conciliatorios, brillantes liberales católicos han intentado justificar a la Iglesia argumentando ignorancia de principios económicos y lo que ellos consideran una mala interpretación de los evangelios. Gabriel Zanotti, Gustavo Hasperué, Enrique Del carril, Alberto Benegas Lynch, Jesús Huerta de Soto, Juan Ramon Rallo, Manuel Ayau, Armando de la Torre, Alejandro Chafuen, el Padre Sirico desde el Acton Institute han persistido en sus intentos de ser escuchados por la alta jerarquía católica recibiendo por toda respuesta silencio y nuevos ataques.

La última batalla se libra en el campo de la moral, entre la defensa religiosa del altruismo (sacrificio por el prójimo) y la defensa liberal del auto interés racional y en el campo de la epistemología (misticismo versus razón).

La batalla por la prosperidad latinoamericana y la erradicación de la pobreza requiere el poder emanciparse del abrazo fraternal propuesto por Bergoglio (Fratelli Tutti) e independizar leyes y justicia de los obstáculos que se han montado en nuestros países (gracias al apoyo de este código moral) sobre la productividad, el comercio, la creación de riqueza y el conocimiento científico.

Ya es hora que autoricemos a nuestros ciudadanos a que abandonen las teorías de los sacrificios humanos (con premio en el más allá) y la reemplacemos por la autorización moral a la búsqueda de la propia felicidad (en el más acá, en esta tierra)

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