Este 29 de Julio, se cumplen 55 años de la ”Noche de los Bastones Largo“. No es del caso extenderme sobre un tópico abordado de manera prolífica. Solo se impone compactar que, por orden del dictador Juan Carlos Onganía, se delineó el decreto ley 16.912, por el cual se intervinieron todas las Universidades del país. Al generarse resistencia en su seno, se desató una represión salvaje que, con detalles de matiz, permitió equiparar esa jornada a la “Noche de los Cristales Rotos”, por la cual el 9 de Noviembre de 1938 las hordas nazis, de manera procaz y reprobable desde cualquier enfoque, organizaron ataques y linchamiento contra la población judía, anticipando una aniquilación que se gestaba en las entrañas mismas del aparato estatal.
Pero otro costado lamentable fue el sudario colocado en la formación académica dando pie a períodos infaustos. La calidad cultural de nuestra enseñanza universitaria, esa noche, comenzó un declive que no se ha podido revertir.
Se condujo al sarcófago un proyecto cuyo futuro transitaba por la larga ruta de la educación y de la formación cultural sostenida. Desde los albores de la organización institucional, la educación, en toda su amplitud, ha tenido algunas fronteras difusas, contornos opacos, pero el verdadero desarrollo sostenido de una nación posee como vigía la inversión pedagógica.
Sarmiento recalcaba la relación simbiótica que existía entre el progreso de una República y la capacidad de sus habitantes. El “Padre del Aula” propuso que la educación debía estar por encima de cualquier otra política de Estado. Los maestros serían los soldados en esta Cruzada. Los caracteres de la escuela popular de Sarmiento -más allá de la verba inflamada en las discusiones que, sobre el particular, sostuvo con Alberdi- sentaron las bases para la creación de una arquitectura de aprendizaje que fue la sólida roca de su época e imitada por otras naciones las cuales, también, observaron en la educación una suerte de poder redentor.-
Esas máximas de Sarmiento -dirigidas prioritaria pero no exclusivamente a la educación primaria- deben sin el menor atisbo de duda proyectarse hacia los ambientes Universitarios y, la “Noche de los Bastones Largos“ significó un retroceso pergeñado por un régimen brutal para el cual, la elevación cultural de una sociedad, concurría en oposición respecto de un proyecto en el cual la desinversión educativa respondía a un esquema de poder.
Este apotegma es propio de los sistemas autocráticos: se pergeña un sistema que le coloca un valladar a la educación en aras de propiciar un sistema feudal. Ha llegado la hora de “colocarse la patria al hombro”, retomando el sendero de la cultura, del esfuerzo, del sacrificio, de ganarse el pan con el sudor de la frente (Génesis 3:19) con una formación educativa ensanchada.
La cultura debe crear, no repetir; debe investigar, no solo confirmar; debe criticar, no catequizar. En los países donde no hay políticas destinadas a construir, financiar y dar apoyo al segmento educativo es inevitable generar, en el mediano y en el largo plazo, una opacidad donde los integrantes de una sociedad han de tener inconvenientes para acceder a los mercados laborales, entregándose a una relación de empleo o un subsidio estatal a fin de satisfacer sus necesidades básicas.
Al ser interrogada sobre el motivo por el cual Alemania destina tantos recursos a la educación, su canciller, Angela Merkel, respondió que los ignorantes le cuesta mucho dinero a esa próspera nación.
La ausencia de inversión educativa viene de la mano con el mantenimiento de la población -o parte de ella- en estado de pobreza o indigencia; una misérrima política educativa genera, necesariamente, una suerte de clientelismo -que transforma al necesitado en un palafrenero, en un vasallo del caudillo o puntero local, quien le fía la comida a cambio del sufragio- transformándose en un rehén de las prácticas corruptas, germinando una aceptación ulterior de ellas como forma de supervivencia e inserción en el sistema.
Por ello, en una nación que mucho antes que viera la luz el COVID-19, poseía la gran mayoría de sus cuentas nacionales en condiciones paupérrimas, a la cual le es negado el crédito o financiamiento por parte de la mayoría de los organismos multilaterales y donde las tasas de inflación y de pobreza sumergen a la nación en la bruma oscura que se asemeja a un cortejo fúnebre -donde se consuela al deudo, pero no se levanta al muerto- es necesario hacer esfuerzos hercúleos atándonos, como Ulises, al mástil de la inversión educativa en aras de retornar al lugar de vanguardia que alguna vez tuvimos y que no debimos abandonar.
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