Cuba: el modelo fallido

Después de 60 años, el país no pudo resolver el problema del subdesarrollo, convirtiéndolo en dependiente de remesas, turismo, exportación de mano de obra y dádivas internacionales

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(REUTERS/Eduardo Munoz)
(REUTERS/Eduardo Munoz)

El progresismo latinoamericano desechó las protestas en Cuba como una maniobra del imperialismo para desacreditar al gobierno de la isla y defendió el derecho de cada pueblo de elegir su sistema de gobierno. En su lugar reclamó el levantamiento de las sanciones impuestas por los Estados Unidos reforzadas durante los últimos meses de Donald Trump con la prohibición de utilizar la empresa Fincimex para el envío de remesas, por integrar el complejo económico de los militares cubanos denominado GAESA.

La economía cubana enfrentó durante 2020 los efectos de la pandemia como en el resto del mundo, pero también por cambios en su política económica. La eliminación del peso convertible (CUC) implicó una fuerte devaluación, la primera desde 1959, que fue compensada en parte por incrementos de salarios; el tipo de cambio fue fijado en 24 pesos 1 dólar. El nuevo régimen blanqueó la dolarización de la economía. Los cubanos con dólares obtenidos por remesas o turismo pueden efectuar compras en los supermercados autorizados a recibir pagos con tarjetas sobre cuentas en dólares abiertas en bancos oficiales o también recurrir al mercado negro donde los precios están fijados en esa moneda. El resto continúa utilizando el peso cubano abasteciéndose en las tiendas oficiales donde escasean los productos. El dólar en el mercado negro triplica el precio oficial.

El envío de remesas, el turismo y la exportación de servicios médicos constituyen los principales ingresos de divisas. Se estima que Cuba recibía 3.000 millones por remesas, 4.000 millones por turismo y 10.000 millones por servicios médicos. Estas dos últimas han sido afectadas por las restricciones de traslados por la pandemia. Las exportaciones fueron 1.683 millones y las importaciones 5.429 millones en 2019, cuando en 2018 llegaron a 11.484 millones. La balanza comercial muestra exportaciones mínimas producto del escaso desarrollo y un déficit que quintuplica las ventas al exterior.

El PBI per cápita fue de 9.100 dólares en 2019, que según el Banco Mundial, corresponde a un país intermedio alto. Sin embargo, esos datos fueron elaborados con estadísticas y tipo de cambio oficiales de 1 peso-1 dólar. Con la devaluación del 2.300%, el PBI per cápita caerá al tercio del 2019 aproximándose a El Salvador y Guatemala y lejos de los 12.076 de Costa Rica y 12.269 de Panamá o de los 32.200 de Puerto Rico.

Está claro que el modelo de planificación no pudo resolver después de 60 años el problema del subdesarrollo, convirtiéndolo en dependiente de remesas, turismo, exportación de mano de obra y dádivas internacionales. Todo esto es ratificado por las constantes idas y vueltas para introducir modificaciones que no alteren el régimen político y por las reiteradas críticas a la ineficiencia de los trabajadores y los llamados para aumentar la productividad que pueden encontrarse en los discursos de los líderes.

Pero la gravedad del respaldo del progresismo es la aceptación del sistema político de partido único. El artículo 5° de la Constitución dice que el PCC “único, fidelista, marxista y leninista es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”. El artículo 4° establece que los ciudadanos tienen “el derecho de combatir por todos los medios, incluyendo la lucha armada, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido en esta Constitución”. La “democracia” rige solo dentro del partido y se legaliza la represión de quien manifieste una opinión discordante sobre el régimen.

Las posiciones sobre Nicaragua, Venezuela y ahora Cuba como lo fueran los homenajes a los 100 años del partido marxista, leninista y maoísta de China indican dónde se posesiona el progresismo latinoamericano cuando se refiere a los sistemas políticos. Décadas pasadas el progresismo despreciaba la democracia por considerarla un régimen de opresión burguesa siguiendo las enseñanzas del leninismo. Los crímenes cometidos por las dictaduras y las revelaciones sobre la Unión Soviética y Europa Oriental sirvieron para despertar una nueva conciencia y valorizar la democracia, los partidos políticos y los derechos humanos. Pareciera que América Latina está presenciando un retroceso político y con la excusa de la pobreza vuelve la nostalgia por una vanguardia iluminada.

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