Seguramente aquellos que defienden la disciplina fiscal dirán que es un error pensar que la inestabilidad Argentina proviene principalmente por una causa monetaria y pondrán al enorme gasto del Estado como el principal factor.
Sin embargo, analicemos qué sucede en el resto de los países del mundo en cuanto al déficit fiscal y sus niveles de endeudamiento para sacar conclusiones en base a datos estadísticos.
Colombia es una economía que ha crecido durante las últimas décadas a base de estabilidad económica, baja inflación y, lógicamente, aprovechando los escenarios externos donde el valor del petróleo ha sido un gran generador de riqueza para dicho país. Desde el año 1982, solo ha logrado superávit fiscal en tres años. En 1991 tuvo un magro superávit de 0.35%, en el 2008 de 0.04% y en el 2012 de 0.16%. El resto de los 36 años la economía colombiana ha convivido con déficit fiscal y no ha sido un déficit fiscal pequeño. En el 2020 y 2021 el problema fiscal ha recrudecido debido a la pandemia.
A pesar de que los números en materia fiscal en América Latina son frágiles en la mayoría de las economías, según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para los próximos años se espera que la región continúe con niveles de deuda elevados, que en promedio rondarían un 74,5% del PIB. Para el economista ex jefe del Banco Mundial, Carlos Vegh, “hay una situación de fragilidad” que se explica, entre otras razones, por un alto déficit fiscal, especialmente en Sudamérica.
Si estos países conviven con pésimos números fiscales y además tienen un nivel de endeudamiento alto respecto a su PBI, ¿por qué Argentina no logra estabilizar su economía desde el 2018, cuando comenzó a tener caída de su actividad económica pero realizó un ajuste fiscal grosero llevando al equilibrio en el 2019? Podrán decir que es un problema de “sostenibilidad de su deuda”, pero en el 2020 Argentina reestructuró su deuda con los acreedores internacionales aunque la economía sigue sumergida en la profundidad sin acceso al crédito. Entonces, no parece ser esa su principal razón.
Veamos el resto del mundo, según un informe del Fondo Monetario Internacional: “Entre Norteamérica, Asia Pacífico y Europa logran concentrar más de 90% de la deuda global, con una participación de 34,2%, 34,8% y 23,4%, respectivamente. Si revisamos las regiones por la participación de la deuda respecto al PIB, Norteamérica se lleva el primer lugar, pues su deuda equivale a 110,4% del PIB. Le siguen Asia Pacífico y América Latina, donde la deuda externa representa el 79,8% y 75% del PIB, respectivamente. La deuda externa para Europa y África representa el 74,2% y 56,9% del PIB de cada una”.
Miremos qué sucede en Europa. La deuda de España pre-COVID sigue rondando el 102% del PIB, superando ampliamente en más de 15 puntos la media europea que se encuentra alrededor del 90%. Si analizamos más en detalle los números fiscales de España, desde 1980 solo tuvo tres años de superávit fiscal, y se dio en el ciclo 2005-2007. La última década se puede evidenciar con grandes déficit fiscales, ya sea en el 2019 fue de -2.86%, 2018 fue de -2.48%, 2017 fue -3% y 2016 de -4.31%. El resto de los años también fueron ampliamente deficitarios.
Portugal, elegido por nuestro actual presidente como un ejemplo a imitar tiene una deuda respecto a su PBI del 133% al 2016, mientras que Argentina luego de su reestructuración y dependiendo del tipo de cambio que tomemos, podemos decir que ronda el 50% de su PBI. Es decir, muchísimo países latinos y europeos sufren los desmanejos de sus gobernantes, incurriendo en mayores gastos que lo que pueden afrontar. Pero cada uno de estos países a diferencia del nuestro, tiene algo que nosotros carecemos, moneda. Y de ahí es donde nacen los grandes problemas estructurales que sufre nuestra economía a diario, como la inflación, la caída del salario real, las crisis económicas.
Históricamente hemos hecho hincapié en el frente fiscal como el principal desestabilizador de nuestra economía. Sin embargo, nuestro principal problema reside en el frente monetario. A partir de contar con estabilidad monetaria, las posibilidades de evitar o no sufrir grandes crisis económicas, puede ser una realidad. Sino preguntémosle a nuestro vecinos, que tienen deudas elevadas, sufren déficit fiscales pero tienen otros números económicos y cuentan con moneda propia.
Para concluir, el tener moneda es fundamental para evitar la volatilidad cambiaria. Generar la estabilidad y credibilidad necesaria que puede traer una dolarización de la economía es fundamental para construir los cimientos de confianza necesarios para ordenar la economía de una vez por todas. En este sentido, la posibilidad de bajar el riesgo sistémico de nuestra economía dejará un espacio fértil para brindar mejores herramientas a los empresarios, emprendedores e inversionistas, para abrir nuevos canales de inversión no solo en el corto sino en el mediano y largo plazo. Argentina es un país con un potencial enorme pero necesita contar con estabilidad monetaria, y ella solo llegara cuando dolaricemos nuestra economía.
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