Ensalada rusa

Es difícil de entender la relación con Rusia fuera de la sensación de que se corrió hacia su vacuna por preferencia a una geopolítica formada por una serie de nociones tan gaseosas como pasadas, que parecen ignorar la conectividad y el pragmatismo

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Cecilia Nicolini, la asesora presidencial que se convirtió en una pieza clave para negociar la llegada de vacunas al país
Cecilia Nicolini, la asesora presidencial que se convirtió en una pieza clave para negociar la llegada de vacunas al país

La carta dirigida por la asesora de la presidencia argentina Cecilia Nicolini al director del Instituto Gamaleya, acerca de las segundas dosis de Sputnik V, que tiene a esta hora a 6.168.340 de argentinos vulnerables -mayores-, tiene varios tonos. Desde una inusitada confianza, cierta exigencia demasiado parecida al ruego, la urgencia política de la llegada como una bandera de victoria y la declaración llana de que sin segundas dosis peligraba una alianza, un proyecto común, ha de entenderse la provisión y promoción de la vacuna con exclusión de las occidentales, con énfasis implícito en lo referente a las de Estados Unidos.

Es decir ideología, una amistad personal de difícil explicación -de lo contrario hubiera sido adecuado hacerla llegar desde el ministerio de Salud, con sus sellos, formas y nombres-, a menos que la señora Nicolini estuviera en ese momento a mano para hacerla en inglés: se sabe que habla y escribe treinta o cuarenta idiomas, tal vez algo menos, no estoy seguro , como currículum y mérito, con perdón de la palabra. Toda una ensalada rusa, creada en el tiempos de los zares por el cocinero francés señor Olivier y popularizada en toda partes, con sus papas, sus arvejas, su mayonesa, sus zanahorias, perejil, poca sal y, en la Rusia de Vladimir, mortadela en dados como recuerdo de que en la URSS el jamón era un elemento caro y burgués. Hay que revolver bien, pero en la Argentina de este tiempo no es necesaria la recomendación. Desde Moscú llegó la respuesta: “Cumpliremos cuando se inmunice a nuestro pueblo antes“. Con la dificultad de que muchas personas allá no creen en su propia vacuna -desde luego Gamaleya es estatal- y los casos son muy alarmantes. Se añadió un frío moscovita en la devolución emitida por la señora Nicolini: algo de Estado a Estado, nada de querido o estimado Fulano.

En cuanto a las razones ideológicas, es difícil de entenderlo fuera de la sensación de que corrió hacia la vacuna -los científicos la estiman de buena calidadm pero debe estar compuesta por dos aplicaciones- por preferencia a una geopolítica formada por una serie de nociones tan gaseosas como pasadas que parecen ignorar la conectividad y el pragmatismo. Fue Deng Xiaoping, entonces en la dirección máxima de China, quien produjo la trasformación al capitalismo. Esa vez fue de verdad el gran salto. Fue quien le dijo a Felipe González en visita a Pekin: “No importa que el gato sea blanco o negro. Lo que importa es que cace ratones”. Pongámoslo en esta situación: cualquier vacuna probada debe ser adquirida. Con muchísimos testeos diarios y aplicada de inmediato. Enamorados de Putin, los mayor responsables del país no dudaron en agradecérselo casi con lágrimas en los ojos de manera pública, al tiempo que el presidente ruso escuchaba y ponía cara de aburrimiento y de bragueta , fuente del discurseo sentimental poco propicio para asuntos internacionales. Tanto que la Argentina no tiene ahora la segunda vacuna y la preocupación es grande. Compuesta y sin novio, como tal vez cante alguna zarzuela por ahí.

Con pudor olvidadas las centrales atómicas que iban a construir los rusos- tema siempre delicado-, se estudian aplicaciones heterogéneas, con otra vacuna compatible con la Sputnik 1 . Al parecer es posible. Tampoco es imposible, aunque nadie dice nada, que los aviones de la patria lleguen con más cargamentos del componente 2 cuanto antes.

Afinidad ideológica y rasgos comunes con Rusia es difícil registrar, aunque ya se han hechos artículos panegíricos de Stalin con omisión de las atrocidades cometidas, sin estudio, sin historia, solo para establecer que la URSS era distinta y mejor que el Tercer Reich. Lo que no se puede discutir en absoluto y es cierto, pero en nombre de una raza superior, el genocidio y el infierno -por poco no flameó la esvástica en la Argentina-, y una dictadura de clase ungida a sus jerarcas con sus satélites, pueden analizarse sistemas políticos comparados con no pocas similitudes.

De modo que, sin revolver la ensalada, como aquí se ha dicho (se revuelve sola), transcurren a la par las filas electorales sin mayor interés por la mayoría de los habitantes agobiados por la falta de recursos, la pobreza, los jóvenes desencantados y con las maletas listas. Los líderes no se recatan de hacer chistes y asestar lugares comunes. ¿Habrá necesidad de otra carta como la que alguien pescó y difundió hacia el instituto Gamaleya? ¿Sería indicado que en el próximo día de Independencia se reemplazara el locro con tazas de borscht, sopa de remolacha a la moda de Moscú que se ve tan sabrosa con un chorrito de crema ácida? Todo ayuda.

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