CELAC: el enfoque de México para sacarla del letargo

Busca revitalizar un bloque que desde su creación hace una década ha tenido un papel declarativo, sin mayor peso efectivo en cuestiones de integración

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El secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard. EFE/ José Méndez/Archivo
El secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard. EFE/ José Méndez/Archivo

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) intenta recuperar centralidad como eje de concertación y cooperación regional. La presidencia pro tempore de México y la postulación de Argentina para 2022, procura que el mecanismo supere un lustro de parálisis y divergencias que han tenido al régimen de Venezuela como uno de los centros de la confrontación diplomática. En el 2018, los Cancilleres identificaron cinco temas prioritarios de la CELAC: seguridad alimentaria para la erradicación del hambre, fomento de la cooperación internacional, gestión de riesgo de desastres naturales, la relación con socios extra regionales y la evaluación de resultados. Sin embargo, la insatisfacción de muchos miembros continua latente. Brasil, en enero del 2020, decidió suspender su participación por considerar que la CELAC no estaba en condiciones para actuar en el actual contexto de crisis regional.

El enfoque de México para sacar a la CELAC del letargo se basa en un intento de praxis diplomática apolítica. Los temas centrales de la Cumbre presencial de Jefes de Estado en septiembre (la primera en cuatro años) sería la pandemia, en particular la vacunación contra el COVID-19. Ese ensayo diplomático de temas restringidos y no controversiales, tendría el propósito práctico de dejar de lado planteos marcados por la existencia de regímenes no democráticos, el asesinato del Presidente de Haití, las protestas sociales en Cuba y los giros represores en Nicaragua y Venezuela. También que posiciones como las de Argentina y México, de intentar relegar a un segundo plano o sustituir a la Organización de Estados Americanos (OEA), sea materia de debate.

La duda es si el antónimo diplomático mexicano, de esconder bajo la alfombra diferencias sustantivas, es una táctica posible para revitalizar un bloque que desde su creación hace una década ha tenido un papel declarativo, sin mayor peso efectivo en cuestiones de integración ni haber logrado consensos básicos para la estabilidad política regional. Tampoco ha podido, hasta ahora, fijar visiones estratégicas que permita a América Latina y el Caribe negociar como bloque a escala global. El hecho que Brasil no participe es otro aspecto que incide en el intento de vencer el descredito de la CELAC.

Sin embargo, reinventar una agenda positiva de la CELAC, compatible con las metas de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, es lo que quizás necesita con urgencia América Latina y el Caribe. Ese enfoque, con madurez diplomática, podría ser la llave maestra de un proceso de alcance geopolítico con importancia estratégica. También serviría para constituirse como contrapunto aglutinador de desavenencias regionales.

Es de esperar que la CELAC, como principal foro de concertación política, logre recuperar armonía en la diversidad conforme a los criterios que le dieron nacimiento. En las actuales circunstancias geopolíticas globales, América Latina y el Caribe deben unir esfuerzos para construir una arquitectura diplomática capaz de responder a la emergencia y al desarrollo regional como tendiente a ocupar un lugar de mayor influencia en el mundo.

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