A fines del año pasado, el intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso, del Frente de Todos, hizo retirar el monumento que recordaba a Julio A. Roca en una avenida central de la ciudad.
Se encontraba allí desde 1941 y conmemoraba cuando, a comienzos de 1899, ejerciendo la Presidencia de la Nación por segunda vez, visitó la ciudad en su viaje para encontrarse con el presidente chileno, Federico Errázuriz, en el Estrecho de Magallanes. El objetivo era crear un canal directo de comunicación y generar un gesto simbólico para neutralizar el riesgo de guerra entre los dos países, que entonces planteaban los conflictos limítrofes no resueltos.
En el monumento está la efigie de cuerpo entero de Roca, vestido de civil, con imágenes esculpidas del encuentro y de símbolos de la paz a sus espaldas. Ante las protestas que generó la remoción del monumento en concejales opositores y vecinos, la Intendencia primero dijo que había sido para repararlo. Frente a la reiteración de las críticas, luego sostuvo que era un retiro transitorio para permitir la ampliación de la avenida donde estaba ubicado el monumento. La escultura habría quedado en un depósito municipal, sin más explicaciones.
Néstor Kirchner llegó a la Intendencia de Río Gallegos en 1987 y ejerció la gobernación entre 1995 y 2003, y luego, a partir de ese año, la presidencia. Su esposa lo hizo luego dos períodos consecutivos, entre 2007 y 2015. Durante este largo periodo, nunca intentaron remover la estatua de Roca, aunque en la primera década del siglo XXI se intensificó la campaña para sacar nombres e imágenes que simbolizaran y recordaran al dos veces presidente electo de la Nación, quien estableció las bases del Estado nacional, en lo político, educativo, económico, territorial y militar.
Meses después, el intendente de Bahía Blanca, Héctor Gay, del PRO, dispuso quitar el nombre de “Conquista del Desierto” a un parque de la ciudad, que tiene 74 hectáreas. Estableció para ello que el nuevo nombre fuera elegido en una consulta popular por los vecinos de la zona, la que tuvo lugar en julio. El nombre más votado fue el de “Julio A. Roca” y el segundo “Conquista del Desierto”, es decir, que siga como está. Por orden decreciente, los siguientes nombres fueron Raúl Alfonsín, Barranca de los Loros y César Milstein. El intendente, en principio, se ha negado a aceptar el resultado de la consulta popular que él mismo convocó. El 16 de julio no llegó a reunirse el jurado, integrado por cuatro funcionarios, tres de Juntos por el Cambio y uno del Frente de Todos, para reconocer el resultado. El representante de esta última fuerza política decidió retirarse por no estar de acuerdo con la metodología utilizada. El concejal de Juntos por el Cambio, Marcos Streitenberg, dijo que el proyecto volvía al Concejo Deliberante para que se revean algunas cuestiones y así seguir avanzando.
La extensión del Estado nacional a la Patagonia fue obra del primer gobierno de Roca, así como el inicio de la presencia nacional en la Antártida, al finalizar el segundo. Desde esta perspectiva, no tendría lógica el cuestionamiento a su figura en esta amplia región. Ni en Bahía Blanca ni en Río Gallegos hay grupos de pueblos originarios que reclamen la propiedad de tierras.
Los dos hechos no parecen conectados entre sí en cuanto a su origen, pero en alguna medida reflejan la vigencia de una campaña que en realidad apunta a cuestionar la creación del Estado argentino.
La decisión del intendente de Río Gallegos ha sido argumentada con planteos contradictorios y formalmente carentes de intencionalidad política, los que han sido poco claros. En cambio, el proyecto del intendente de Bahía Blanca -que paradójicamente pertenece a una fuerza de centroderecha y gobierna una ciudad socialmente conservadora- sí tuvo argumentos de tipo político.
Pero lo más importante es que en ambos casos hubo críticas de los vecinos, que en Bahía Blanca se manifestaron concretamente a través de una consulta popular que expresó la voluntad de optar por el nombre de Roca. En los dos casos, las respectivas autoridades municipales están a tiempo de corregir lo hecho hasta ahora, y sería bueno que lo hagan.
La Historia puede generar interpretaciones diferentes, pero remover nombres o monumentos no es una forma de discutirlo, sino al contrario, es la manera de intentar imponer un relato hegemónico.
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